Estimadas Eminencias, Estimadas Excelencias:
Soy vuestro cohermano Joseph Zen, de la lejana isla de Hong Kong, un hombre de 91 años, ordenado obispo hace más de 26 años. Escribo esta carta porque, consciente de estar aún en posesión de mis facultades mentales, me siento obligado a salvaguardar, como miembro del Colegio de Sucesores de los Apóstoles, la Sagrada Tradición de la Fe Católica.
Les dirijo esta carta a vosotros, miembros del ... Sínodo sobre la sinodalidad, suponiendo que estéis tan preocupados como yo por el resultado de este Sínodo.
La sinodalidad es un término bastante nuevo; por su etimología podemos entender que se trata de un cierto espíritu, de “conversar juntos y caminar juntos”; para la Iglesia Católica este término significa “comunión y participación de todos los miembros de la Iglesia en la misión de evangelización”. Así entendido, el tema de este Sínodo parece útil y siempre actual. El Sínodo ofrecerá la oportunidad de aclarar cómo debemos vivir la sinodalidad en la Iglesia.
Ahora hay un documento muy reciente titulado “La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia”. Es fruto del trabajo (en los años 2014-2017) de una subcomisión de la Comisión Teológica Internacional, cuyo presidente ex officio es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La subcomisión completó su trabajo en 2017; el texto fue aprobado por la Comisión en su sesión plenaria de ese año y finalmente fue firmado por el Prefecto de la Congregación en 2018, con el asentimiento favorable del Papa Francisco.
Este documento, en su primera parte, comienza con los hechos históricos de los Sínodos y los Concilios (el significado de los dos términos es convergente), en particular el Concilio Apostólico de Jerusalén (Hechos 15), figura paradigmática de los Sínodos celebrados por la Iglesia.
La descripción de ese Sínodo en los párrafos 20 y 21 de ese documento se puede resumir de la siguiente manera. En la difusión del evangelio surge un problema: si los no hebreos, para convertirse en miembros de la Iglesia de Jesús, deben pasar o no por la circuncisión y la aceptación de la Ley de Moisés. El problema, muy sentido en Antioquía, se remite a la Iglesia de Jerusalén, que participa en su totalidad en el desarrollo del Concilio para solucionar el problema. “La diversidad inicial de opiniones y la animada discusión, a la luz de la palabra profética (ver Amós 9,11-12), en la escucha recíproca del Espíritu Santo a través del testimonio de su obra (cfr. Hch 15,14-18), llegaron a ese consenso y unanimidad que es fruto del discernimiento comunitario”. Los Apóstoles y los Ancianos comunicaron las conclusiones del Concilio a las Iglesias con una carta en la que se dice: “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido”.
En el párrafo 5 del documento de la Comisión se dice: “La novedad del término 'sinodalidad' exige una evaluación cuidadosa de su significado teológico”. En el párrafo 7 se dice: “Si bien el concepto de sinodalidad apunta a la participación de todo el pueblo de Dios... el concepto de colegialidad expresa con precisión el significado teológico y la forma de ejercicio del ministerio de los obispos... mediante la comunión jerárquica del colegio episcopal con el obispo de Roma”. Un poco más adelante dice: “Toda manifestación auténtica de sinodalidad exige por su propia naturaleza el ejercicio del ministerio colegiado de los obispos”.
En su segunda parte, el documento propone los fundamentos teológicos de esta doctrina, que se encuentran especialmente en la Lumen Gentium, donde el Vaticano II precisa que, al servicio del pueblo de Dios, en el que todos son sacerdotes y profetas, hay un sacerdocio ordenado, ministerial, que sirve al pueblo de Dios, guiándolo con el servicio de la autoridad.
Me sorprendió no poco cuando, leyendo los prolijos documentos emanados de la Secretaría del Sínodo, encontré muy pocas referencias al documento antes mencionado.
Pero hay más:
1. Me confunde que, por un lado, me dicen que la sinodalidad es un elemento constitutivo de la Iglesia, pero, por otro, me dicen que esto es lo que Dios espera de nosotros para este siglo (¿como novedad?). ¿Cómo es posible que Dios se haya olvidado de hacer vivir a su Iglesia este elemento constitutivo en los veinte siglos de su existencia? ¿No confesamos que la Iglesia es Una, Santa, Católica, Apostólica, queriendo decir con esto que también ha sido desde siempre sinodal?
2. Aún mayor confusión y preocupación siento cuando veo que se sugiere que finalmente ha llegado el día de derribar la pirámide, es decir, con la jerarquía superada por los laicos. En el Documento Preparatorio, desde el principio, se dice claramente que, para una Iglesia sinodal, es necesario restablecer la democracia.
3. Preocupación a preocupación se me añade cuando constato que, mientras se convocaba este Sínodo (presentado como algo sin precedentes), ya estaba en marcha en Alemania el llamado “camino sinodal” en el que, con un mea culpa extrañamente complaciente por los abusos sexuales en la Iglesia, la jerarquía y un grupo de laicos (Comité Central de los Católicos Alemanes [ZdK]; no está clara su representatividad, pero sabemos que la mayoría del grupo son empleados de la Iglesia) propusieron un cambio revolucionario en la constitución de la Iglesia y en la enseñanza moral sobre la sexualidad. Más de cien cardenales y obispos de todo el mundo han escrito una carta de amonestación a los obispos alemanes, pero éstos no han reconocido su error.
El Papa nunca ha ordenado que se detenga este proceso de la Iglesia en Alemania. Con motivo de su visita ad limina, se sabe que el Papa dialogó durante dos horas con los obispos alemanes, pero el discurso del Papa, que normalmente se publica en L'Osservatore Romano... no fue publicado. En cambio, L'Osservatore Romano publicó el discurso del cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, que pidió a los obispos alemanes que no prosiguieran con su camino sinodal, sino que esperaran las conclusiones del sínodo sobre la sinodalidad. Una clara negativa fue lo que recibió, “porque”, dijeron, “es pastoralmente urgente proceder” (!?).
Un síntoma alarmante es la actual disminución numérica de fieles católicos en Alemania. Según datos oficiales, la disminución será de más de medio millón en 2022. La Iglesia en Alemania está muriendo.
Esto nos recuerda la dolorosa desventura de la Iglesia en los Países Bajos. Desde el punto álgido de constituir el 40% de la población nacional, hoy ha caído hasta una desaparición casi completa. No es difícil ver la causa de esto: un movimiento, casi idéntico al que actúa en la Alemania de hoy, que en Holanda comenzó casi inmediatamente después del Vaticano II.
Creo que no está de más mencionar aquí el gran cisma que amenaza a la Comunión Anglicana. Los arzobispos de la Conferencia Mundial sobre el Futuro Anglicano (GAFCON) han escrito una carta al Arzobispo de Canterbury, diciéndole que, a menos que se convierta (la Iglesia de Inglaterra ha aprobado el “matrimonio” homosexual), ellos (que constituyen ... el 85% de todos los anglicanos del mundo) ya no aceptarán su liderazgo (como primus inter pares).
4. Los documentos de la Secretaría del Sínodo citan el Evangelio, pero no siempre van al grano. Hablan largo y tendido del episodio de Pedro y Cornelio (en Hechos 10-11), como si éste demostrara que el Señor puede ordenar cualquier tipo de cambio en el comportamiento de los fieles. Pero la narración del Concilio de Jerusalén (Hechos 15) muestra que no se trata de ningún cambio. Se trata de un desarrollo que implica diferentes fases en la realización de la salvación. La fase universalista de la salvación, ya prefigurada en el Antiguo Testamento, se realiza finalmente tras la resurrección de Jesús. En una línea similar, Jesús dice que no ha venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento. El Espíritu Santo procede gradualmente, pero nunca cae en la autocontradicción. San (Juan) Henry Newman solía decir que el verdadero desarrollo de la doctrina es homogéneo.
Creo que no necesito decir nada más sobre las razones por las que debéis afrontar vuestro trabajo sinodal con profunda preocupación. Siento, en cambio, la importancia de llamar vuestra atención sobre ciertos problemas de procedimiento del Sínodo. La Secretaría del Sínodo es muy eficaz en el arte de la manipulación.
Por lo que voy a decir, fácilmente se me puede acusar de “teoría de la conspiración”, pero veo claramente todo un plan de manipulación.
Comienzan diciendo que debemos escuchar a todos. Poco a poco nos hacen comprender que entre estos “todos” están especialmente aquellos a quienes hemos “excluido” . Finalmente, entendemos que se refieren a personas que optan por una moral sexual distinta a la de la Tradición Católica.
En los pequeños grupos de diálogo de la fase continental suelen insistir en que “hay que dejar una silla vacía a los que están ausentes, a los que han sido marginados por nosotros”. Dicen también: “El Sínodo debe concluir con una inclusión universal, debe ampliar la tienda, acoger a todos, sin juzgarlos, sin invitarlos a la conversión”.
A menudo afirman no tener ninguna agenda. Esto es verdaderamente una ofensa a nuestra inteligencia. Cualquiera puede ver a qué conclusiones apunta.
Hablan de “conversación en el Espíritu” como si fuera una fórmula mágica. E invitan a todos a esperar “sorpresas del Espíritu” (evidentemente ya están informados de las “sorpresas” que les esperan). “¡Conversación, no discusión! Las discusiones crean divisiones”. ¿Significa esto que el consenso y la unanimidad se producen milagrosamente? Me parece que en el Vaticano II, antes de llegar a una conclusión casi unánime, dedicaron mucho tiempo a animadas discusiones. Fue allí donde actuó el Espíritu Santo. Evitar las discusiones es evitar la verdad.
No debéis obedecerles cuando os digan que vayáis a rezar, interrumpiendo las sesiones del Sínodo. Decidles que es ridículo pensar que el Espíritu Santo espera esas oraciones ofrecidas en el último momento. Antes del Sínodo, vosotros y vuestros fieles ya debéis haber acumulado una montaña de oraciones, como hizo el papa Juan XXIII antes del Vaticano II, peregrinando a diversas iglesias, rezando por el Concilio.
Durante el Sínodo, el Espíritu Santo estará ocupado trabajando en vuestros corazones, esperando que todos aceptéis sus inspiraciones.
“Comencemos”, dicen, “con grupos pequeños”. Esta forma de proceder es claramente errónea. Lo que se necesita es, en primer lugar, dejar que todos hablen y que todos escuchen en la Asamblea. De esta manera surgen los problemas más controvertidos, problemas que necesitan una discusión adecuada.
En los pequeños “grupos lingüísticos” es posible entonces, utilizando la propia lengua, profundizar a gusto en los problemas, concluyendo con la formulación de deliberaciones concisas. Deberíamos insistir en el procedimiento seguido en tantos Sínodos, no porque “siempre ha sido así”, sino porque es lo razonable. (Querer proceder de otro modo justifica la sospecha de que lo que se quiere es evitar el descubrimiento de la verdadera inspiración del Espíritu Santo.)
En Internet veo mucho que se habla de “votar sí, votar no”. Pero si no se vota, ¿cómo se puede conocer el fruto de tanto diálogo? Evitar votar es también evitar la verdad.
La votación. Sin ninguna consulta, en las proximidades del inicio del Sínodo, el Santo Padre añade un número de miembros laicos con derecho a voto. Si yo fuera uno de los miembros del Sínodo, presentaría una fuerte protesta, porque esta decisión cambia radicalmente la naturaleza del Sínodo, que el papa Pablo VI había concebido como un instrumento de colegialidad episcopal, aunque, en el espíritu de la sinodalidad, se admitió a observadores no profesionales con la posibilidad de hablar. A vosotros no os sugiero una protesta, sino al menos un dulce lamento con una petición: que al menos los votos de los obispos y los votos de los laicos se cuenten por separado. (Esto les ha sido concedido a los obispos incluso por la “vía sinodal” de Alemania.) Dar el voto a los laicos podría parecer significar que se muestra respeto por el sensus fidelium, pero ¿ están seguros de que estos laicos que han sido invitados son fideles? ¿Que estos laicos al menos todavía van a la iglesia? De hecho, estos laicos no han sido elegidos por el pueblo cristiano.
No ha habido explicación alguna para la adición (a mitad de camino) de otra sesión sinodal para 2024. Mi maliciosa sospecha es que los organizadores, no seguros de poder alcanzar sus objetivos durante esta sesión, están optando por más tiempo para maniobrar. Pero, si lo que el Espíritu Santo ha querido decir se aclara mediante la votación de los obispos, ¿qué necesidad hay de otra sesión?
... Por mayor que sea, no tengo nada que ganar ni nada que perder. Estaré feliz de haber hecho lo que siento que es mi deber hacer.
Sé que en el Sínodo sobre la Familia, el Santo Padre rechazó las sugerencias presentadas por varios cardenales y obispos precisamente sobre el procedimiento. Sin embargo, si vosotros presentáis respetuosamente una petición respaldada por numerosos firmantes, tal vez sea aceptada. En cualquier caso, habréis cumplido con vuestro deber. Aceptar un procedimiento poco razonable es condenar al Sínodo al fracaso.
... Os deseo una participación fructífera y, si es necesario, valiente en este Sínodo que, en cualquier caso, será sin precedentes.
Vuestro humilde hermano,
+ José Zen
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