A los curas con fe aguada, los curas francisquistas y los formados en la escuela de "alta teología" de Tucho Fernández, les importa bien poco quien se acerca a comulgar.
Esto viene a cuento porque un lector dejó un comentario en el último post en el que nos relataba que el sacerdote de su parroquia proponía la comunión espiritual en todas las santas misas y rezaba la oración correspondiente al final de la misa para que pudieran “comulgar” los divorciados recasados o bien otros fieles que se encontraban en estado de pecado y no podían acercarse a recibir la comunión sacramental.
Seguramente es el caso de varias parroquias y no me cabe duda que se trata de sacerdotes que conservan la fe y la piedad. Los otros, los curas con fe aguada, los curas francisquistas y los formados en la escuela de alta teología del cardenal Tucho Fernández, les importa bien poco quien se acerca a comulgar. Dicho de otro modo, proponer la comunión espiritual tal como lo hace el sacerdote del caso, es signo inequívoco de fe y de piedad. Se trata, indudablemente, de un sacerdote conservador y quizás pertenezca al grupo de los rígidos.
Pero como señaló oportunamente una lectora, estamos frente a una confusión. Se está tratando a la comunión espiritual como un premio consuelo a fin de que, aquellos que no pueden comulgar de modo sacramental, no se queden decepcionados o se consideren relegados. “Aunque no fuiste de los ganadores del premio de una semana en la Polinesia, te damos un fin de semana en Las Toninas. ¡Mira qué buenos y compresivos que somos!”.
Le pedí a alguien que dedicó un buen tiempo a estudiar y escribir sobre la cuestión, y me envió su opinión:
La única comunión que es siempre real es la espiritual. Me explico: uno puede recibir el verdadero cuerpo de Cristo sin recibir la “comunión”, por ejemplo, si la recibe un pagano, o un perro o un ratón, según el fuerte ejemplo que pone Santo Tomás. En estos casos Cristo está realmente presente pero el que lo “come” no recibe la Comunión, no lo recibe sacramentalmente dice el santo, sino sólo per accidens (Suma Teológica III, q 80, a3 ad 3). Por otra parte, un creyente que recibe la comunión sacramentalmente en pecado, sí la recibe, pero comete un sacrilegio y agrega así un pecado, gravísimo, al que ya tenía.La sidra sin alcohol no es sidra; es jugo de manzana gasificado. La “comunión espiritual” de un bautizado que está en pecado —un divorciado viviendo more uxorio con otra persona, por ejemplo— no es verdadera comunión; es no más que una oración piadosa como tantas hay en el devocionario católico. El sacerdote que alienta a los fieles que no pueden incluirse en la fila para comulgar a que hagan la “comunión espiritual”, más allá de la buena intención que pueda tener, los está estafando porque ese fiel no comulga, no entra en comunión con Nuestro Señor porque no puede hacerlo, ya que se lo impide su pecado.
En cambio la comunión espiritual sólo se produce en un alma en gracia. No es un “premio consuelo”, una comunión de “mentiritas”, como si fuera la sidra sin alcohol que le dan a los niños en la fiestas para que no se queden sin brindar.
Para ser comunión verdadera y efectiva, la comunión sacramental tiene que ser, necesariamente, también comunión espiritual. En cambio, la comunión espiritual es siempre verdadera comunión y efectiva aunque no esté acompañada de la comunión sacramental, mientras que, repito, para ser efectiva, de ningún modo esta última puede darse sin la primera. Es cierto que la comunión sacramental bien recibida incluye más que la mera comunión espiritual; sin embargo la comunión espiritual tiene lo esencial de la comunión, es decir, su efecto, que es “la unión con Cristo por la Fe y la Caridad” y es, por lo tanto, una verdadera comunión, como por otra parte lo dice el concilio de Trento (Sess. XXII, cap. VI).
En síntesis: una comunión sacramental recibida en pecado es un sacrilegio, una comunión espiritual “recibida” en pecado es una estafa.
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