En la Iglesia primitiva del siglo IV, la historia registra la terrible herejía arriana, una negación de la divinidad de Cristo, que hizo que casi todos los obispos abandonaran la Iglesia al aceptar la herejía arriana. Los católicos que se negaron a esa herejía estaban tristes y solos. Habían perdido los edificios de su Iglesia a manos de los herejes, pero aun así mantuvieron la fe. En el siglo XXI, nos encontramos en una situación bastante similar.
“¡Que Dios os consuele! ... Lo que os entristece ... es el hecho de que otros han ocupado las Iglesias por la violencia, mientras que durante este tiempo vosotros estáis fuera. Es un hecho que ellos tienen el local, pero vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos pueden ocupar nuestras Iglesias, pero están fuera de la verdadera fe. Vosotros permanecéis fuera de los lugares de culto, pero la fe mora dentro de vosotros. Consideremos: ¿qué es más importante, el lugar o la fe? La verdadera fe, obviamente. ¿Quién ha perdido y quién ha ganado en esta lucha: el que se queda con las premisas o el que se queda con la fe?
Cierto, los locales son buenos cuando en ellos se predica la fe apostólica; son santos si en ellos todo se desarrolla santamente...
Vosotros sois los que estáis contentos; vosotros que permanecéis dentro de la Iglesia por vuestra fe, que os mantenéis firmes en los fundamentos de la fe que os ha llegado de la Tradición Apostólica, y si una execrable envidia ha intentado sacudirla en varias ocasiones, no lo ha conseguido. Son ellos los que se han separado de la Iglesia en la crisis actual.
Nadie, jamás, prevalecerá contra vuestra fe, amados hermanos, y creemos que Dios nos devolverá nuestras Iglesias algún día.
Así, cuanto más violentamente intentan ocupar los lugares de culto, más se separan de la Iglesia. Afirman que representan a la Iglesia, pero en realidad son ellos los que se expulsan de ella y se extravían.
Aunque los católicos fieles a la Tradición se reduzcan a un puñado, son ellos los que constituyen la verdadera Iglesia de Jesucristo”.
San Atanasio fue Doctor de la Iglesia. Vivió entre los años 296 y 373 d.C.
“¡Que Dios os consuele! ... Lo que os entristece ... es el hecho de que otros han ocupado las Iglesias por la violencia, mientras que durante este tiempo vosotros estáis fuera. Es un hecho que ellos tienen el local, pero vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos pueden ocupar nuestras Iglesias, pero están fuera de la verdadera fe. Vosotros permanecéis fuera de los lugares de culto, pero la fe mora dentro de vosotros. Consideremos: ¿qué es más importante, el lugar o la fe? La verdadera fe, obviamente. ¿Quién ha perdido y quién ha ganado en esta lucha: el que se queda con las premisas o el que se queda con la fe?
Cierto, los locales son buenos cuando en ellos se predica la fe apostólica; son santos si en ellos todo se desarrolla santamente...
Vosotros sois los que estáis contentos; vosotros que permanecéis dentro de la Iglesia por vuestra fe, que os mantenéis firmes en los fundamentos de la fe que os ha llegado de la Tradición Apostólica, y si una execrable envidia ha intentado sacudirla en varias ocasiones, no lo ha conseguido. Son ellos los que se han separado de la Iglesia en la crisis actual.
Nadie, jamás, prevalecerá contra vuestra fe, amados hermanos, y creemos que Dios nos devolverá nuestras Iglesias algún día.
Así, cuanto más violentamente intentan ocupar los lugares de culto, más se separan de la Iglesia. Afirman que representan a la Iglesia, pero en realidad son ellos los que se expulsan de ella y se extravían.
Aunque los católicos fieles a la Tradición se reduzcan a un puñado, son ellos los que constituyen la verdadera Iglesia de Jesucristo”.
(Coll. Selecta SS. Eccl. Patrum. Caillu y Guillou, Vol. 32, pp 411-412).
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