La devoción al Santísimo Nombre de Jesús, tan antigua como la Iglesia, está sin embargo ligada a la predicación de los franciscanos del siglo XV, especialmente en San Bernardino. Por esta razón ofrecemos para la meditación de los lectores un extracto de un ardiente sermón de otro franciscano, San Leonardo di Porto Maurizio (1676-1751), sobre el Nombre Divino y la importancia de ser devotos a él.
Lo que anhelo de vosotros es una tiernísima devoción al Santísimo y Sacratísimo Nombre de Jesús. Este es aquel gran Nombre, como habéis oído, sobre todo nombre, en el que nos debemos ser salvos, y sin el cual no hay salud.
Oh Santísimo Nombre, Nombre de paz, Bálsamo de vida, que fue el centro de todos los suspiros de los más fervientes amantes de Jesús.
La señal de quien ama de verdad a Jesús es llevar a Jesús impreso en el corazón y nombrar con frecuencia y devoción el Santísimo Nombre de Jesús.
El Apóstol San Pablo lo llevaba tan impreso en su alma que lo tenía aún en la lengua y en la pluma a todas horas, y menciona quinientas veces en sus Epístolas el Santísimo Nombre de Jesús. ¡Oh qué lenguaje tan hermoso!
Ignacio Mártir lo llevaba impreso con letras de oro en medio de su corazón. ¡Oh qué hermoso bordado! B. Enrico Susone lo grabó en su pecho con un cortaplumas con sangre. ¡Oh, qué hermosa talla! Mi Bernardino de Siena fue el primero en exponerlo en figuras para la veneración pública, y con el Santísimo Nombre de Jesús en la mano ablandó los corazones más duros, convirtió a los pecadores más obstinados y casi reformó toda Italia, y en todas partes quiso ver esculpida esa figura amorosa del Santísimo Nombre de Jesús en las puertas de las casas, en la cabecera de la cama, en el frontispicio de las Iglesias, en todas partes quiso ver esculpido y pintado el Santísimo Nombre de Jesús.
Esto es precisamente lo que deseo de vosotros, mis queridos oyentes, que todos tengáis el Santísimo Nombre de Jesús esculpido o pintado en las puertas de vuestras casas.
Y aquí os muestro el modelo... No me neguéis esta gracia, que todo redundará en vuestro bien.
Predicando nuestro glorioso San Bernardino en la ciudad de Ferrara, asaltada por una feroz peste, exhortó a todos a la devoción y veneración del Santísimo Nombre de Jesús, y todos aquellos ciudadanos se inflamaron de tan hermosa devoción que colocaron el Santísimo Nombre de Jesús en las puertas de sus casas, y así quedaron libres de la contagiosa enfermedad.
La misma gracia obtuvieron los de Padua, que, persuadidos por el Santo, abrazaron tan santa devoción; y en Camaiore, tierra de la República de Lucca, prometió el Santo que si hubiesen esculpido y pintado el Santísimo Nombre de Jesús en las puertas de sus casas, jamás habrían sido asaltados por la peste, y, según prometió, así sucedió, aunque en varias ocasiones todos los lugares circunvecinos fueron desolados por un azote semejante.
Ponderad, orad, el gran bien que vendrá a todas vuestras casas, y tened la seguridad de que en esas casas, en cuyas puertas se pintará o tallará el Santísimo Nombre de Jesús, no habrá ya que temer, ni de brujas, ni de males, ni de accidentes de ninguna clase. ¡Oh, de cuántos rayos, de cuántos desastres estarán libres vuestras casas!
Cien por tanto, cien y mil veces benditas serán aquellas casas, que llevarán en la frente el Santísimo Nombre de Jesús, y ¡ay de aquellas casas, donde no se verá a Jesús! serán nido de demonios, y estarán sujetas a mil desgracias.
Vamos ahora, compitamos a ver quién la pinta más hermosa, no perdamos tiempo, pues desde mañana desplegaremos tan hermosa librea del Santísimo Nombre de Jesús.
¡Oh qué bendito lugar será éste; ver todas las casas adornadas y santificadas por este santísimo Nombre!
Y porque me parece veros a todos dispuestos, todos inflamados de amor y devoción hacia el Santísimo Nombre de Jesús, me animo a concluir el Sermón con aquel hermoso sentimiento del Apóstol Omne quodcumque facitis in verbo, aut in opere, omnia in nomine Domini Nostri Jesu Christi facite.
Sí, sí, hagas lo que hagas, hazlo todo en honor y gloria de Jesús, y en el Santísimo Nombre de Jesús.
Si sales de casa, sal con Jesús tu servidor; si caminas por la calle, camina con Jesús tu compañero; si entras en la Iglesia, entra con Jesús tu Abogado.
Que Jesús te acompañe en tu trabajo, que Jesús te acompañe en tu palabra, que Jesús te acompañe en tu descanso.
Que nunca salga el sol y te encuentre sin Jesús, ni se ponga el sol sin que estés con Jesús.
Que el Nombre de Jesús sea el primero al abrir vuestra boca por la mañana, y que el Nombre de Jesús sea el último en sellarla por la tarde; para que sea Jesús quien recoja vuestra alma en sus brazos cuando exhaléis el último suspiro, muriendo con Jesús en los ojos, con Jesús en la boca, con Jesús en el corazón; y espero que lo conseguiréis si sois Hermanos de la Congregación de verdaderos amantes de Jesús y si tenéis el Santísimo Nombre de Jesús pintado o esculpido en la puerta de vuestras casas.
Vamos, como señal de que queréis obedecer, de que queréis hacerlo todo, decid todos en voz alta tres veces:
¡VIVA JESÚS, VIVA JESÚS, VIVA JESÚS!
(Sermones cuaresmales de Leonardo da Porto Maurizio Misionero reformado y apostólico menor del Retiro de San Buenaventura en Roma, Vol. III, Asís, 1806, pp. 325-328)
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