En su monumental obra “La Verdadera Devoción a María”, San Luis María Grignion de Montfort habla de los esclavos de María venideros, que “superarán en santidad a la mayoría de los demás santos tanto como los cedros del Líbano sobresalen por encima de los pequeños arbustos”.
Proclama que trae un auténtico mensaje de Dios sobre el mayor honor y el conocimiento más amplio y el amor más prominente que Dios ha reservado para Nuestra Señora en los Últimos Tiempos, la última era de la Iglesia antes del Fin de los Tiempos, para que Cristo reine en la sociedad en ella, por ella y con ella. A Jesús por María.
San Luis Grignion de Montfort
Todos los ricos del pueblo -por usar una expresión del Espíritu Santo explicada por San Bernardo- mirarán suplicantes el rostro de Nuestra Señora a lo largo de todos los tiempos, y particularmente a medida que el mundo se acerca a su fin. Esto significa que los santos más grandes, los más ricos en gracia y virtud, serán los más asiduos en rezar a la Santísima Virgen, mirándola como el modelo perfecto a imitar y como una poderosa ayuda para asistirlos.
He dicho que esto sucederá especialmente hacia el fin del mundo, y de hecho pronto, porque Dios Todopoderoso y Su Santa Madre han de suscitar grandes santos que superarán en santidad a la mayoría de los demás santos, tanto como los cedros del Líbano sobresalen por encima de los pequeños arbustos...
Estas grandes almas, llenas de gracia y celo, serán elegidas para oponerse a los enemigos de Dios que están haciendo estragos por todas partes. Serán excepcionalmente devotos de la Santísima Virgen. Iluminados por su luz, fortalecidos por su alimento, guiados por su espíritu, sostenidos por su brazo, cobijados bajo su protección, lucharán con una mano y construirán con la otra.
Con una mano darán batalla, derrocando y aplastando a los herejes y sus herejías, a los cismáticos y sus cismas, a los idólatras y sus idolatrías, a los pecadores y su maldad. Con la otra mano edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística Ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen, a la que los Padres de la Iglesia llaman Templo de Salomón y Ciudad de Dios.
Con la palabra y el ejemplo atraerán a todos los hombres a una verdadera devoción a Ella y, aunque esto les granjee muchos enemigos, también les traerá muchas victorias y mucha gloria sólo para Dios. Esto es lo que Dios reveló a San Vicente Ferrer (1350-1419), aquel destacado Apóstol de su tiempo, como ha demostrado ampliamente en una de sus obras.
Esto parece haber sido predicho por el Espíritu Santo en el Salmo 58: "El Señor reinará en Jacob y en todos los confines de la tierra. Se convertirán hacia la noche y tendrán hambre como perros y recorrerán la ciudad para encontrar qué comer". Esta ciudad por la que deambularán los hombres en el fin del mundo buscando la conversión y el apaciguamiento del hambre que tienen de justicia es la Santísima Virgen, a la que el Espíritu Santo llama la Ciudad de Dios.
La salvación del mundo comenzó por María y por Ella debe realizarse.
María apenas apareció en la primera venida de Jesucristo, para que los hombres, todavía insuficientemente instruidos e iluminados acerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad apegándose demasiado a ella. Esto habría sucedido aparentemente si ella hubiera sido conocida, a causa de los maravillosos encantos con los que Dios Todopoderoso había dotado incluso su apariencia externa.
Tan cierto es esto que San Dionisio el Areopagita nos dice en sus escritos que cuando la vio la habría tomado por una diosa, a causa de su incomparable belleza, si su bien fundada fe no le hubiera enseñado lo contrario.
Pero en la segunda venida de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada abiertamente por el Espíritu Santo para que Nuestro Señor Jesucristo pueda ser conocido, amado y servido a través de ella. Ya no existen las razones que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y a revelar muy poco de ella desde la primera predicación del Evangelio.
Dios quiere dar a conocer mejor a María en los últimos tiempos
Dios desea, pues, revelar a María, su obra maestra, y hacerla más conocida en estos Últimos Tiempos:
Porque se mantuvo oculta en este mundo y en su gran humildad se consideró más baja que el polvo, habiendo obtenido de Dios, de Sus Apóstoles y Evangelistas el favor de darse a conocer.
Porque, siendo María no sólo la obra maestra de gloria de Dios en el Cielo, sino también su obra maestra de gracia en la Tierra, Él desea ser glorificado y alabado por ella por los que viven en la Tierra.
Puesto que Ella es la aurora que precede y revela al Sol de Justicia Jesucristo, debe ser conocida y reconocida para que Jesús pueda ser conocido y reconocido.
Como ella fue el camino por el que Jesús vino a nosotros la primera vez, ella volverá a ser el camino por el que Él vendrá a nosotros la segunda vez, aunque no de la misma manera.
Puesto que Ella es el medio seguro, el camino directo e inmaculado hacia su Hijo Jesús y la guía perfecta hacia Él, es a través de Ella que las almas que han de brillar en santidad deben encontrarlo. Quien encuentra a María, encuentra la vida, es decir, a Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida. Pero no puede encontrar a María quien no la busca. Nadie puede buscarla si no la conoce, porque nadie busca o desea algo desconocido. Por eso, María debe ser más conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.
En estos Últimos Tiempos, María debe resplandecer más que nunca en misericordia, poder y gracia; en misericordia, para traer de vuelta y acoger amorosamente a los pobres pecadores y errantes que han de convertirse y volver a la Iglesia Católica; en poder, para combatir a los enemigos de Dios que se levantarán amenazadores para seducir y aplastar con promesas y amenazas a todos los que se les opongan; finalmente, debe resplandecer en gracia para inspirar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo que luchan por su causa.
Por último, María debe volverse tan terrible como un ejército en formación de batalla para el Diablo y sus seguidores, especialmente en estos últimos tiempos. Porque Satanás, sabiendo que tiene poco tiempo -ahora menos que nunca- para destruir las almas, intensifica cada día sus esfuerzos y sus embestidas. No dudará en suscitar persecuciones salvajes y tender trampas traicioneras a los fieles siervos e hijos de María, a los que encuentra más difíciles de vencer que a los demás...
La devoción a María es especialmente necesaria en los Últimos Tiempos
Finalmente, Dios quiere que en estos tiempos su Santísima Madre sea más conocida, amada y honrada de lo que nunca ha sido.
Esto sucederá ciertamente si los elegidos, por la gracia y la luz del Espíritu Santo, adoptan la práctica interior y perfecta de la devoción... Entonces verán claramente esa hermosa Estrella del Mar, tanto como la fe lo permita.
Bajo su guía percibirán los esplendores de esta Reina y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y esclavos del amor. Experimentarán su bondad maternal y su afecto por sus hijos. La amarán tiernamente y apreciarán cuán llena de compasión está y cuán necesitados están de su ayuda. En toda circunstancia recurrirán a ella como abogada y mediadora ante Jesucristo.
Verán claramente que ella es el camino más seguro, más fácil, más corto y más perfecto para acercarse a Jesús y se entregarán a ella, en cuerpo y alma, sin reservas para pertenecer enteramente a Jesús.
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