sábado, 1 de julio de 2023

Y TÚ, ¿ERES AMABLE O CATÓLICO?

En la desviación de la fe, la doctrina y la moral nos jugamos la salvación de nuestras almas.


“Los cristianos nos hemos creado una ilusión, colectivamente, de Dios. Desde hace un siglo retratamos a Dios como un tipo amable, dulce, adorable; tan amable y tan dulce que, de hecho, no conseguimos rendirle culto” (Ulrich L. Lehner, “Dios no mola”).

Qué duro, ¿no? No conseguimos rendir culto a Dios por la imagen blanda, no bíblica, que nos hemos fabricado de Él, dice Lehner. Dios es “el buen Dios”, todo “misericordia”, que todo lo perdona (¿aunque no nos arrepintamos?). Él está ahí para “hacernos felices”, signifique eso lo que signifique. Y en muchos casos proyectamos esa falsa imagen de Dios sobre nosotros mismos, para “dar testimonio de Él”. Es entonces cuando somos del todo respetuosos y “tolerantes” con otras religiones y culturas con las que cohabitamos, con otras confesiones cristianas y con todas las aberraciones que comienzan por trans- que se nos pasen por la cabeza, porque ¿quiénes somos nosotros para juzgar?, si, al final, “lo que importa es que la gente se ame” porque “Dios es amor”

¿Que no podemos poner longaniza de cerdo en las fiestas populares catalanas? Es para que los musulmanes no se ofendan. 

¿Que muchos niños musulmanes no acuden a la escuela sistemáticamente los viernes? Es su día santo, “hay que respetarlo”, dicen las hermanas del colegio católico (¿?) en el que ya no se celebra nada que conmemore la Navidad ni la Semana Santa, ni procesión del Corpus, para no ofender a nadie

Pero ni se nos pasa por la cabeza que al que estamos ofendiendo, al que estamos dejando de amar, es a Dios.

Y mientras confundimos la tolerancia con el relativismo y aplicamos este buenismo que en realidad es un harakiri, nosotros, los buenos católicos, gente de buena voluntad, practicamos nuestra fe yendo a Horas Santas, a retiros de Emaús, Effetá, peregrinaciones a Medjurorge y revolcaderos o conciertos de Hakuna que nos hacen sentir lo guays que somos los católicos, unas fortísimas experiencias emocionales rodeados de tantos hermanos en Cristo. Y también vamos a la Misa dominical. Leemos a los autores heterodoxos que las librerías “católicas” exponen preferentemente y aprendemos a ser buenos cristianos sobre todo preocupados por los pobres admirando a los miembros de la fraternidad de la bufanda roja, como la dominica tiktoker y sus opiniones personales no católicas, que sitúan al mismo nivel de la doctrina de la Iglesia, porque son muy enrollados.

Disculpen esta manera poco respetuosa de hablar sobre algunos de nuestros hermanos bautizados. 

Se explica por la imagen que ilustra este texto. No es una excusa. Y tampoco pretendo compararme con este santo, consciente como soy de mi miseria y tibieza. San Jerónimo es un gigante de la fe y la erudición, un carácter volcánico que sufría personalmente los ataques vertidos contra Cristo y su Iglesia, tanto de personas ajenas a la Iglesia como de eclesiásticos y creyentes. Suya es una espectacular frase que dice algo así como que puede soportar cualquier injuria contra su persona, pero no puede soportar la impiedad contra Dios. Hay muchos más ejemplos de santos sufrientes por las ofensas a Dios y por el daño a su Iglesia. Ahora mismo se me ocurre San Nicolás y su memorable bofetada con la mano abierta a Arrio, por hereje. Porque esto es serio: en la desviación de la fe, la doctrina y la moral nos jugamos la salvación de nuestras almas.

Creo que está bien que nos preguntemos en qué se basa nuestra vida de fe; quién está en el centro: ¿Dios o yo?; ¿qué papel juega el concepto de verdad en nuestra fe?; ¿qué es para mí la Misa? Todo esto está íntimamente relacionado y es fundamental. ¿No hemos perdido acaso el eje?; ¿no parece que, donde se trata de adorar a Dios, de rendirle culto, nos hemos puesto a nosotros mismos y nuestros sentimientos? Sentimientos hipertrofiados que eclipsan la razón y que suponen esta vida de fe “saltando” de experiencia fuerte en experiencia fuerte, testimonios “potentes”, donde poco o ningún lugar parece haber para la formación básica en la fe y para la existencia cotidiana de una fe silenciosa de progresiva intimidad y abandono en Dios.

Pero es que es obvio que la cuestión del eje, de lo que es central en nuestra vida, es fundamental para edificar sobre roca y afecta totalmente a la Misa y qué es la Misa para nosotros. ¿Es la fuente y cumbre de mi vida? De verdad, paremos y preguntémonos: ¿es la Misa lo más importante en mi vida de fe? E, inseparablemente: ¿tengo claro si la Misa es sobre Dios o sobre mí y cómo me hace sentir?

Vayamos deshaciendo las madejas de nuestra fe: revisemos quién es Jesucristo para nosotros, como preguntaba Jesús a los Apóstoles en Cesarea de Filipo; qué significa para mí sobre todo la Misa, y también la fe; qué significa la cruz. Y si el catolicismo tal como lo veo es “mi” verdad, o es la verdad. De todo ello dependerá, además del carácter que a uno le ha dado Dios, que sea amable o que sea católico.

Filotea


InfoVaticana


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