Por Anthony Esolen
Siempre dispuesta a avergonzar a los fieles católicos que hacen el duro e ingrato trabajo de intentar reintroducir la cordura en una sociedad enloquecida por el pecado sexual, y convertida en solitaria y amargada en medio de la locura, la “hermana” Jeannine Gramick -cofundadora del herético New Ways Ministry, probablemente el grupo pro-lgbt+ más notorio que dice ser “católico”- ha escrito una carta a la gerencia de los Dodgers de Los Ángeles, elogiándoles por honrar a las “Hermanas de la Perpetua Indulgencia” en la próxima “noche del orgullo” del club.
“Las 'Hermanas' serán honradas”, dice la “hermana” Gramick, “por su ayuda financiera a los necesitados”. Pero estas “Hermanas” son hombres homosexuales ataviados con atuendos sexualmente fetichistas, burlándose de la vestimenta de las religiosas católicas. “Pero” -dice Gramick- “aunque su elección de vestimenta pueda ser 'ofensiva para algunos' -aunque no ofensiva para ella- “no se debe permitir que esa ofensividad triunfe sobre las obras de misericordia”.
Apostaría a que muchos capítulos del Ku Klux Klan proporcionaban ayuda monetaria a los pobres, siempre que fueran blancos. Sin duda, las legiones romanas se ocupaban de las viudas y los huérfanos de sus compañeros legionarios. El rey Leopoldo de Bélgica tenía corazón para los congoleños, y éstos pagaron con sangre sus cuidados. Se decía que los cocodrilos derramaban lágrimas antes de devorar a su presa, y los médicos que sacan a la gente de este mundo con una aguja llena de veneno, dicen tener también un corazón tierno. Y me los imagino derramando una lágrima pública mientras hacen las maletas y dejan a la familia doliente con la tarea, a veces no del todo desagradable, de resolver los detalles del funeral y la disposición de los restos del ser querido.
Si usted piensa que las comparaciones son injustas, yo pregunto: “¿Por qué existen las 'Hermanas de la Perpetua Indulgencia'?”. Se han definido por el mal que hacen, aunque no lo vean como tal, o sí lo ven, pero lo eligen de todos modos. ¿Por qué debería haber existido un Ku Klux Klan, si no era para aterrorizar a los negros?
Si piensas que las “Hermanas” son inofensivas, me pregunto en qué mundo vives o, suponiendo que estés en posesión de facultades ordinarias de observación y juicio, cómo puedes vivir en este mundo con tanta facilidad. Tu cabeza blanda no me asombra tanto como tu corazón duro.
En el mundo en que vivo, en la nación que compartimos, muchos millones de niños crecen sin un padre y una madre casados.
Los guerreros pro-lgbt “católicos” James Martin y Jeannine Gramick
En el mundo en el que vivo, los niños y los jóvenes han sufrido una plaga de confusión sexual que, por su alcance, locura y carácter destructivo, no tiene precedentes en la historia de la humanidad.
En el mundo en que vivo, a menos que posean un compromiso heroico con la virtud, la mayoría de los jóvenes llevarán a sus matrimonios, si es que se casan, una lamentable serie de naufragios sexuales, traiciones y actos de indulgencia animal, que no presagian nada bueno para su futuro matrimonial.
En el mundo en que vivo, la inocencia de los niños es atacada por todos lados, incluso en los lugares donde deberían estar más seguros, como escuelas, bibliotecas y parques.
El Klan dio todo lo que tenía para prolongar, propagar y hacer más profundo el mal del racismo. Las “Hermanas de la Perpetua Indulgencia”, aunque no poseen, en sí mismas, los números de los que una vez presumió el Klan, hacen lo mismo. Existen para prolongar, propagar y hacer más profundos los males de la Revolución Solitaria.
Es fácil oponerse al racismo aquí y ahora, cuando todo el mundo comprende y da por sentado que la segregación era malvada y estúpida. Lo difícil era ser alguien como el novelista y reformador George Washington Cable, que escribió contra los hábitos y sentimientos de mucha de su propia gente en el Sur de posguerra, en aras de la justicia y de su propio bienestar moral y social.
Era fácil oponerse al vicio sexual en el Harvard de los puritanos. Lo que es difícil es hacerlo ahora en Harvard, cuando sabes que, si lo haces, es probable que tu nombre resulte odioso para tus compañeros, tus profesores y tus posibles empleadores.
Por lo tanto, podemos volver contra ella las palabras de la “hermana” Gramick. ¿Por qué no tiene piedad de los niños -en este caso, sobre todo de los varones, a los que parece no dar importancia- que deben ser espectadores del fetiche? ¿Por qué no tiene piedad de las muchas y diversas víctimas de un mundo enloquecido por el egoísmo sexual?
Incluso si no se toma en serio las numerosas advertencias contra el pecado sexual que emiten las Escrituras, desde el Génesis hasta los profetas, desde los Evangelios hasta las cartas de Pablo y el Apocalipsis, ¿por qué es insensible al enorme daño social y personal que ha causado? ¿Por qué los niños pequeños deben cargar con familias rotas, desfiles de intereses sexuales dentro y fuera de sus hogares, y lo lascivo y lo vil y lo caótico por todas partes en público?
¿Y qué hay de las “Hermanas de la Perpetua Indulgencia”? ¿Dónde está su misericordia? ¿Dónde está su simple decencia humana? Alguien que realmente piense en los demás y en su bienestar nunca haría lo que hacen, ni aparecería como aparecen, delante de niños y jóvenes, y eso aparte de la grosería desconsiderada de la moral pública.
Pero la respuesta a mi pregunta está a la vista. Quieren que la gente los vea, sobre todo los niños y los jóvenes. Acicalar, tentar, seducir; el mensaje es claro. “¡Míranos! ¿No somos geniales? Ven a divertirte con nosotros algún día”.
Me atrevo a decir que la hermana Gramick sabe muy bien que ese es el mensaje. Pero no le importa. Si ese mensaje llega a un joven y lo atrae a esa vida, ella estará lista para animarlo. Lo más fácil del mundo.
The Catholic Thing
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