miércoles, 21 de junio de 2023

EL DOCUMENTO DE TRABAJO DEL SÍNODO: UNA RECETA PARA LA CONFUSIÓN

El tema de la escucha —al Espíritu Santo, a la gente, a los necesitados, a los descontentos— es el mensaje general de este documento

Por Phil Lawler


“Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha”, proclama el instrumentum laboris, el documento preparatorio del Sínodo sobre la sinodalidad. El tema de la escucha —al Espíritu Santo, a la gente, a los necesitados, a los descontentos— es el mensaje general de este documento. Escuchar es ser “sinodal”, y la sinodalidad es la meta anunciada de todo el proceso de este Sínodo.

Pero, ¿qué es la sinodalidad? Esa es la pregunta que el papa Francisco ha planteado al Sínodo. Los obispos que se reúnan en Roma en octubre (junto a los no obispos que, curiosamente, sumarán el 21% de los votantes en este “Sínodo de los Obispos”) tienen la poco envidiable tarea de definir ese término, y explicar cómo debe ser vivido en la Iglesia.

Entonces, el objetivo del Sínodo es también el tema del Sínodo; se pide a los participantes que se guíen por… lo que se les pide que expliquen. Esta es una receta para la confusión.


¿Qué es la 'sinodalidad'?

El instrumentum laboris (IL) intenta eludir esta confusión al describir la “sinodalidad” como un proceso, y al afirmar que el largo proceso de consulta que finalmente generó este extenso documento es en sí mismo un ejemplo estelar de sinodalidad: “Un término tan abstracto como la sinodalidad ha comenzado así a encarnarse en una experiencia concreta”.

Quizás. Pero hasta que hayamos definido qué es la sinodalidad y cómo funciona, ¿cómo podemos estar seguros de que las reuniones preparatorias encarnaron sus virtudes? El IL responde a esa pregunta indirectamente al decir que los participantes en ese proceso a veces lo encontraron estimulante. “Para muchos, la gran sorpresa fueron las experiencias de ser escuchados por la comunidad, en algunos casos por primera vez…”

Bueno: algunas personas sintieron que sus voces fueron escuchadas. Pero, ¿cómo podríamos saber si se escucharon las voces correctas, si estas voces representan los movimientos del Espíritu Santo para guiar a la Iglesia? En lugar de abordar esa pregunta, el IL se jacta repetidamente de la variedad y amplitud de la consulta, regocijándose en la cantidad de preguntas que se han planteado en lugar de buscar respuestas.

La sinodalidad, tal como se ha entendido tradicionalmente, implica la forma en que la Iglesia, como institución, resuelve las cuestiones. Un sínodo es una reunión en la que los prelados discuten cuestiones de doctrina o política. Así, la sinodalidad es un proceso, no un programa. Pero este Sínodo sobre la Sinodalidad, desde su inicio, ha sido diseñado para plantear nuevas cuestiones de doctrina y política (y para revivir las antiguas), con la aparente creencia de que al debatir cuestiones controvertidas, de alguna manera aprenderemos cómo debemos debatirlas. En otras palabras, los organizadores del Sínodo han decidido que debemos jugar el juego antes de definir las reglas. Este es un proceso que se presta a la manipulación.


Un proceso de autocomplacencia

El IL retrata este Sínodo como un momento decisivo en la historia de la Iglesia Católica, y exalta la visión del papa Francisco, quien estableció el tema y aprobó los parámetros de un proceso sinodal sin precedentes largo y exhaustivo. “El Pueblo de Dios ha estado en movimiento desde que el Papa Francisco convocó a toda la Iglesia en Sínodo en octubre de 2021”, se lee en el párrafo inicial del documento.

La primera sección del IL resume algunos de los resultados más destacados de las deliberaciones que comenzaron en 2021, con reuniones primero a nivel local, luego diocesano, luego nacional y finalmente continental. Por supuesto, sería imposible transmitir todos los pensamientos que se compartieron en todas esas reuniones, pero el IL proporciona una descripción general rápida:
El camino recorrido hasta ahora, especialmente la etapa continental, ha permitido identificar y compartir las situaciones particulares que vive la Iglesia en las diferentes regiones del mundo. Entre ellos, la realidad de demasiadas guerras que tiñen de sangre nuestro mundo, lo que lleva a un llamado a un compromiso renovado para construir una paz justa, la amenaza que representa el cambio climático que implica una prioridad necesaria del cuidado de la casa común, el grito de oposición un sistema económico que produce explotación, desigualdad y cultura del descarte, y el deseo de resistir la presión homogeneizadora del colonialismo cultural que aplasta a las minorías.
Estos temas, que los autores del IL nos dicen que resumen las preocupaciones de los católicos de todo el mundo, coinciden perfectamente con los temas que trata el papa Francisco en sus declaraciones públicas: la paz mundial, el cambio climático, la desigualdad económica. Incluso los términos utilizados en la IL, como “cultura del descarte” y “colonialismo cultural”, podrían haber sido tomados de los discursos papales.

Llamativamente faltan en el IL, por otro lado, las preocupaciones que podrían haber sido expresadas por los católicos de mentalidad tradicional, como la prevalencia del divorcio, la aceptación del aborto legal o la disminución de la reverencia en la liturgia eucarística.


Una preferencia por el cambio

El IL reconoce la existencia de “ciertas tensiones” dentro de la Iglesia. Pero de acuerdo con su enfoque general, el documento se niega a confrontar esas tensiones directamente, y en cambio sugiere más diálogo: “No debemos asustarnos por ellas, ni intentar resolverlas a cualquier costo, sino participar en un discernimiento sinodal continuo. Solo así estas tensiones pueden convertirse en fuentes de energía y no caer en polarizaciones destructivas”.

En ocasiones, reconoce el IL, las “tensiones” que se evidenciaron en las consultas preparatorias involucran cuestiones de doctrina ya resueltas, como la imposibilidad de ordenar mujeres al sacerdocio católico. Sin embargo, incluso en esos casos, el documento se resiste a la noción de que las cuestiones resueltas podrían ser resueltas:
El hecho de que sigan surgiendo interrogantes sobre cuestiones como estas no debe descartarse a la ligera, sino que exige discernimiento, y la Asamblea sinodal es un foro privilegiado para hacerlo.
El lenguaje utilizado en todo el documento revela la misma renuencia a defender la doctrina de la Iglesia. La palabra “homosexual” no aparece en el IL; en cambio, los autores usan “lgbtq+”, adoptando el término preferido por los revolucionarios sexuales. La palabra “matrimonio” aparece tres veces en el documento: dos veces en referencia a las uniones polígamas, una vez a los matrimonios interreligiosos, nunca al matrimonio cristiano. Palabras como “pecado” y “redención” no se encuentran por ninguna parte.

Quizás la razón de este enfoque se encuentre en la afirmación de el IL de que “la vida sinodal no es una estrategia para organizar la Iglesia, sino la experiencia de poder encontrar una unidad que acoja la diversidad sin borrarla, porque se funda en la unión con Dios en la confesión de la misma fe”. Pero, ¿qué es esa fe compartida y cómo podemos resolver las preguntas sobre lo que la fe exige de nosotros?

Para definir el significado adecuado y el ejercicio de la “sinodalidad”, primero debemos comprender cuáles son los principios básicos, fundamentales e innegociables en los que se basa nuestra Fe Católica. Sobre la base de esos principios, la Doctrina de la Iglesia, podríamos discernir una manera de resolver las disputas que dividen. Si el Sínodo sobre la sinodalidad sigue la guía del instrumentum laboris y descuida los temas fundamentales para centrarse en los temas candentes, está condenado al fracaso.


Catholic Culture


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