San Juan Bosco, nació en el Piamonte y tuvo muchos sueños proféticos que le inspiraron la fundación de la congregación salesiana y particularmente uno que lo determinó a enviar sacerdotes a la Patagonia, en el extremo sur del continente americano, cuyas naciones recibieron a salesianos dedicados a la formación de la juventud y a las misiones.
San Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815, en un pequeño caserío de Castelnuovo D’Asti, en el Piamonte, llamado popularmente “I Becchi”. Siendo todavía niño, la muerte de su padre le hizo experimentar el dolor de tantos pobres huerfanitos de los que se hará padre cariñoso. Pero encontró en su madre Margarita un ejemplo de vida cristiana que incidió profundamente en su ánimo.
A los nueve años tuvo un sueño profético: le pareció estar en medio de una multitud de muchachos entregados a sus juegos, pero algunos de ellos blasfemaban. Rápidamente Juancito se arrojó sobre los que blasfemaban, con sus puños y a patadas para hacerlos callar; pero he aquí que se presentó un Personaje que le dice: “No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Yo te daré la Maestra bajo cuya disciplina llegarás a ser sabio; y sin la cual, toda sabiduría se convierte en necedad”.
El Personaje era Jesús y la Maestra María Santísima, a cuya guía se abandonó toda su vida y la honró con el título de “Auxiliadora de los cristianos”.
EL SUEÑO: UN “AVISO DEL CIELO” QUE VINCULÓ PARA SIEMPRE A SAN JUAN BOSCO CON AMÉRICA
Fue un sueño lo que animó a Don Bosco a enviar a sus salesianos como misioneros al extremo sur de América. Lo narró por primera vez al Papa Pío IX. Después lo contó varias veces a sus salesianos.
“Soñé que estaba en una región salvaje, totalmente desconocida. Era una llanura completamente sin cultivar, en la cual no se veían montañas ni colinas. Solamente en sus lejanísimos límites se veían escabrosas montañas. Vi en ellas muchos grupos de hombres que la recorrían. Estaban casi desnudos. Eran de altura y estatura extraordinaria, de aspecto feroz.
Cabellos largos y ásperos. El color de su piel era obscuro y negruzco y sobre las espaldas llevaban mantos de pieles de animales. Usaban como armas una lanza larga y una honda para lanzar piedras.
Estos grupos de hombres esparcidos aquí y allá se dedicaban a diversas actividades. Unos corrían detrás de las fieras para darles cacería. Otros peleaban entre sí, tribu contra tribu; y un tercer grupo de batalla contra soldados blancos que llegaban. El suelo estaba lleno de cadáveres.
Luego aparecieron en el extremo de la llanura varios grupos de misioneros de diversas comunidades religiosas y se dedicaron a enseñar el Evangelio a aquellos salvajes, pero ellos se lanzaban contra los misioneros con furor diabólico y los mataban y los descuartizaban, y después seguían peleando entre ellos mismos.
Yo pensaba: ¿Cómo lograr convertir a esta gente tan salvaje? Pero luego vi aparecer otro grupo de misioneros. Se acercaban a los salvajes con rostro alegre y precedidos de un grupo de muchachos.
Yo temblaba pensando: ¡Los van a matar también! Me acerqué a ellos y pude ver que eran nuestros salesianos. Los primeros que llegaban me eran muy conocidos. Los otros son gente que vendrá después y que no logré conocer.
Quise detenerlos para que no se acercaran a los salvajes porque los podían matar, pero vi luego con admiración que la llegada de ellos llenaba de alegría a aquellas tribus salvajes, las cuales dejaban las armas, cambiaban su ferocidad en amabilidad y recibían a nuestros misioneros con las mayores demostraciones de buena voluntad.
Y vi que los misioneros salesianos se acercaban a los salvajes y les enseñaban el Evangelio y éstos lo aceptaban de muy buena gana; y que aprendían prontamente la religión que les enseñaban y hacían caso a los avisos y amonestaciones que les daban los evangelizadores.
Y vi emocionado que nuestros misioneros rezaban el Santo Rosario con aquellos salvajes los cuales les respondían con fervor a sus oraciones.
Los salesianos se colocaron en medio de la muchedumbre de salvajes que los rodeó, y se arrodillaron. Aquellos hombres antes tan feroces, colocaban ahora sus armas a los pies de los misioneros y se arrodillaron y rezaron. Y entre todos empezaron a cantar un himno a la Virgen María con una voz tan sonora y tan fuerte que… yo me desperté.
Este sueño me causó mucha impresión y quedé convencido de que se trataba de un aviso del Cielo. No comprendí en ese momento todo su significado pero sí comprendí que se trataba de un sitio a donde deben ir nuestros misioneros, una misión en la cual yo había pensado durante largo tiempo con mucha ilusión”.
DOS AÑOS DESPUÉS SAN JUAN BOSCO RECIBIO LA INVITACIÓN DE ENVIAR MISIONEROS A LA PATAGONIA
Al principio Don Bosco creyó que el lugar donde debía enviar a sus misioneros salesianos era Etiopía; después Hong Kong; más tarde pensó que era Austria o la India, pero las gentes de estos países no eran como él las había visto en el sueño. Hasta que al fin, en 1874, dos años después de haber tenido el sueño, le llegó de Argentina la invitación para enviar misioneros a la Patagonia, en el extremo sur de América, y al conocer cómo eran los indios de esa región pudo comprobar que eran como los que él había visto en el sueño y envió allá a sus salesianos.
Los indios de la Patagonia ya habían martirizado a varios misioneros de otras comunidades, pero “los salesianos llegaron con mucha alegría y precedidos de un grupo de jóvenes”, o sea con el sistema de la bondad y ganándose primero a la juventud, y al lado de los muchachos fueron llegando sus padres y dejaron las guerras y adquirieron gran estima a la Religión Católica y a los salesianos. Toda aquella región está ahora llena de obras de los seguidores de Don Bosco.
ORACIÓN A SAN JUAN BOSCO
¡Oh Padre y maestro de la juventud!
San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestra guía en buscar el bien de la nuestra y la salvación del prójimo
ayúdanos a vencer las pasiones y el falso respeto humano,
enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Auxiliadora y al Papa,
y alcanzar de Dios una santa muerte,
para que podamos un día hallarnos juntos en el Cielo.
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