Cuando Jorge Mario Bergoglio (alias "Francisco" publicó su "Motu Proprio" llamado "Traditionis Custodes", es decir "Custodios de la Tradición" (que mejor debiera llamarse "Revolutionis Custodes"), eliminó las amplias concesiones que había hecho Joseph Ratzinger (alias "Benedicto XVI") en su "pontificado" respecto a la Misa Tradicional (Motu Proprio "Summorum Pontificum"). En este edicto bergogliano fueron revocados los permisos para que cualquier ministro Novus Ordo "celebrara", mejor dicho simulara, la Misa Tradicional sin permiso explícito de sus respectivos "obispos"; ahora cada "obispo" vuelve a tener el mando sobre la situación y se les recomienda mantener la "unidad del rito" en pro de la Nueva "misa" en sus diócesis. Ésta es la esencia del edicto, entre otros puntos éste es el más destacable.
Por nuestra parte no podemos estar más contentos con esta medida, ya que Bergoglio (la primera cosa que este infeliz hereje hace bien) con esto impide que los ministros de su Iglesia, que no poseen el verdadero sacerdocio católico por causa de la invalidez de las órdenes reformadas por Pablo VI, simulen sacrílegamente la Santa Misa Católica y engañen con esto a muchas almas.
Muchos conservadores y frikitradis (o "tradicionalistas" del Novus Ordo) han salido a la palestra con pronunciamientos acerca de la perpetuidad de la Santa Misa y que nadie puede prohibirla, según lo establece la Bula "Quo Primum Tempore" de San Pío V, y otros argumentos similares. Sin embargo, este tema ha traído de vuelta a colación el tema vital de nuestros tiempos: el Papa ¿puede cambiar la Misa? ¿puede cambiar la Liturgia, la Moral y la Doctrina? Podríamos, como se dice coloquialmente, marear más la perdiz incluyendo otras cuestiones que son concomitantes a ésta, pero esta materia en cuestión nos lleva inevitablemente a las reformas del Conciliábulo Vaticano II y a la nueva "misa" y nuevos "sacramentos" de Giovanni B. Montini (alias Pablo VI).
Se plantea la cuestión: ¿Puede un Papa innovar o inventar algo diferente en materia de Liturgia, Doctrina y Moral?
Esta pregunta nos la responde satisfactoriamente la Constitución Dogmática "Pastor Æternus" del Concilio Vaticano (1870), en la cual se definía la infalibilidad del Romano Pontífice en el magisterio universal y ordinario como en su magisterio particular y extraordinario. Nos dice "Pastor Æternus":
"Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe".
La respuesta es taxativa: ningún Papa verdadero puede cambiar absolutamente nada de la Liturgia, de la Doctrina o de la Moral a su capricho y voluntad, sino siguiendo el derrotero que el Espíritu Santo le ilumina por medio de la Tradición y el Magisterio precedentes, es decir para conservar el depósito de la Fe, tal como lo expresa la Constitución Dogmática.
Ahorrando argumentos intermedios podemos llegar a otro planteamientos (este ahorrar es sólo por motivos prácticos, de lo contrario este post no sería tan breve como deseamos lo sea, pero no por eso menos veraz) y es el siguiente: Si los Papas no pueden innovar en nada sino conservar y custodiar el depósito de la Fe ¿Qué sucede con las reformas doctrinales hechas por el "Concilio" Vaticano II? ¿Qué ocurre con el cambio de la Misa y de los sacramentos por Pablo VI? A la larga no quedan más que dos soluciones: o aceptar que el Magisterio anterior estaba equivocado y que el actual es el correcto, lo cual equivaldría a decir que Dios "se equivocó" durante 20 siglos y que el Espíritu Santo "no iluminó" debidamente a la Iglesia (lo cual es una blasfemia y una herejía); o bien reconocer en estos "papas" conciliares a herejes que han usurpado el Trono de San Pedro y, por lo tanto, ejercen el Pontificado ilegítimamente, es decir que son Antipapas, cuya definición es la que hemos acabado de dar.
Alguno podrá preguntarse (y es la pregunta del título de nuestro post) ante tal situación: ¿Se puede ser católico sin el Papa? Sabido es, como doctrina básica, que la única Iglesia fundada por Dios Nuestro Señor Jesucristo es la Iglesia Católica; no puede el hombre conocer al Dios verdadero ni salvarse sino en la religión que Dios mismo ha instituido; luego no puede el hombre salvarse sino en la Iglesia Católica Romana, por ser la única religión verdadera. Más la cabeza visible de ésta es el Vicario de Cristo, es decir el Papa. Ante la situación actual de que hay hombres que desde el Trono de San Pedro mandan y preceptúan a los fieles católicos a romper con la Fe Católica para aceptar los nuevos preceptos de la nueva religión nacida en el Vaticano II, ¿qué se puede hacer además de rechazarlos? ¿se puede prescindir de un Papa para preservarse en la unidad de la Iglesia Católica?
Esta pregunta nos la responde la Bula "Unan Sanctam" (1302) del Papa Bonifacio VIII, en la que, además de proclamar el dogma de que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, aclara que para permanecer en la unidad de la Iglesia, y por ende para ser salvo, hay que mantener la unidad con el Papa. Veamos lo que la Bula nos dice: "fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados ... Ella representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo ... y el vicario de Cristo, Pedro, y su sucesor". En otro lugar es más explícito aún: "Ahora bien, declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda humana criatura".
Es claro que para permanecer católico, y por ende para ser salvo, hay que adherirse y someterse al Vicario de Cristo, o al decir de Santa Catalina de Siena "al Dulce Cristo en la Tierra", al Soberano Pontífice, quien tiene prometida la asistencia del Espíritu Santo en su doble magisterio.
Ahora viene la última pregunta, quizá la más interesante, ¿cuál es la postura del sedevacantismo?, ¿su actitud no sería de desobediencia al Romano Pontífice?
La postura del sedevacantista, en general, no es desobediencia al Romano Pontífice porque directamente no lo hay, ya hemos reconocido anteriormente que los hombres que ocupan hoy el Trono de San Pedro y que desde allí contradicen la Doctrina Católica no pueden ser verdaderos Papas, sino usurpadores.
La postura del sedevacantismo consiste en adherir a los verdaderos Pontífices (desde San Pedro hasta Pío XII) y en suplicar a Dios (por lo menos los que no se acostumbraron a ser acéfalos) se digne concedernos un verdadero y Santo Pontífice que guíe al remanente de la Iglesia en estos tiempos de Apostasía; además de que es Doctrina Católica firme y segura la que enseña que habrá sucesores de San Pedro hasta el fin de los tiempos.
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