Desde la Cruz, nos invita a participar en su sacrificio, para que a su vez participemos de su gloria.
Por el Dr. R. Jared Staudt
La Semana Santa intensifica nuestros ejercicios espirituales cuaresmales, centrándonos especialmente en la Pasión de Cristo. Desde la Cruz, nos invita a participar en su sacrificio, para que a su vez participemos de su gloria.
Las Siete últimas palabras de Cristo desde la Cruz nos ofrecen una invitación particularmente directa y pueden guiar nuestra meditación durante estos días santos.
1) "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
Estas palabras podrían expresar toda la acción salvífica de Jesús. Todos le hemos crucificado por nuestros pecados, y sin embargo Él reza por nosotros y ofrece su vida por nuestro perdón. Su vida misma es salvación, una misión de amor y de rescate en la que se deja rechazar por los suyos para sacarlos de la esclavitud. Amar y rezar por los enemigos demuestra nuestro amor y manifiesta el amor de Dios a los demás, transmitiendo el perdón que hemos recibido.
2) "En verdad os digo que hoy estaréis conmigo en el Paraíso" (Lucas 23:43).
Jesús no sólo ofrece el perdón a través de su obra redentora, sino que nos introduce en una nueva creación, "nacida, no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn 1, 13). Con el don de su vida, ha creado un jardín nuevo, un paraíso eterno, regado por la sangre que mana de su costado. Es un "hoy" eterno en la propia vida eterna de Dios. Todos estamos en el lugar del ladrón, y Jesús nos habla personalmente desde la Cruz, llamándonos a este hoy eterno con Él.
3) "Mujer, ahí tienes a tu hijo. ... ¡He aquí a tu madre!". (Juan 19, 26-27).
Jesús nos lo da todo, nos ofrece su propia carne y sangre para comer. Nos envía su propio Espíritu divino para que habite en nosotros como Templo, conduciéndonos al Padre en la oración. También nos da a su Madre como nuestra propia Madre, ya que somos miembros del Cuerpo al que ha dado a luz, pidiéndonos que la acojamos en nuestra casa como Juan, el discípulo amado. En este acto de amor, nos da a conocer que no retiene nada, y su entrega de todo es también un don y una invitación para nosotros.
4) "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". (Mateo 27, 46; Marcos 15, 34).
Jesús es abandonado por el Padre en cuanto que ha seguido la voluntad del Padre al ser entregado a los pecadores. Está abandonado a la muerte, incluso cuando asume voluntariamente todo el pecado y el sufrimiento de la humanidad caída, cargando con ese peso y ofreciéndose como víctima sacrificial, como cordero pascual, para que nosotros podamos librarnos de la muerte eterna. En este momento, nunca ha estado más cerca del Padre. Del mismo modo, llama a sus discípulos a tomar sus propias cruces y a morir a sí mismos, uniendo su propio sufrimiento a su abandono en la Cruz.
5) "Tengo sed" (Jn 19,28).
En su abandono, Jesús revela su sed. Dijo a sus discípulos en la Última Cena que "no volveré a beber de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (Mt 26, 29). Tiene sed de esta bebida con nosotros, de este nuevo cáliz de salvación que brota de su propio costado. Tiene sed de que nos unamos a él para recibir su don, de que deseemos este don más que cualquier otra cosa. Esta puede ser su invitación más fuerte desde la Cruz, llamándonos al vino nuevo que nos ofrece en su hora y que nos transformará (ver Juan 2).
6) "Está consumado" (Jn 19,30).
En latín, esta frase es "consummatum est", rica en significado. Se refiere al pago total de la deuda, al cumplimiento de la Antigua Alianza, a la culminación del sacrificio, a la entrega total de sí mismo a la esposa. A cambio, Jesús pide la aceptación completa de este don. Quiere a cambio toda nuestra vida, no sólo una parte de nuestros pensamientos, afectos, tiempo y trabajo. Nos invita a decir a cambio: "Te lo he dado todo, toda mi vida", para que podamos decirle al final de nuestra vida: "Está consumado".
7) "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (Lc 23,46).
Jesús lo ha entregado todo al Padre, incluidos todos nosotros. Él nos llevará a él, reconciliándonos con él y dándonos la adopción como hijos en él, el Hijo. Todo lo que Jesús dijo e hizo, dijo que le había sido dado por el Padre. En esta última palabra en el momento de su muerte, nos lo muestra una vez más: todo es del Padre y para el Padre. Este es el objetivo de su misión y su invitación última para nosotros: venid conmigo al Padre, participad conmigo de la vida del Padre, gozad para siempre del amor del Padre.
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