domingo, 16 de abril de 2023

UNA IGLESIA AL BORDE DEL ABISMO

El Synodaler Weg (camino sinodal) celebró su última asamblea plenaria del 9 al 11 de marzo de 2023 en Fráncfort del Meno. Aunque no se produjo el temido cisma, el proceso emprendido por la Iglesia alemana desde 2019 la deja en un estado de extrema confusión.


En realidad, el lugar elegido resultaba algo desconcertante: la Reforma protestante tuvo lugar en las iglesias y fortalezas de Turingia; el camino sinodal, una especie de asamblea constituyente que se creó en 2019, celebró su quinta y última reunión plenaria en el corazón del distrito ferial de la capital financiera de Alemania. El lugar fue “Kap Europa”, un centro de congresos futurista construido en medio de otros centros de congresos, encajonado entre la Gran Torre, el Skyline y la Torre Uno… Y cuidado con equivocarse de fecha: si hubiesen llegado un día antes, habrían asistido al congreso de trombosis y hemostasia; si hubiesen llegado un día después, se habrían encontrado en medio un mercado de reptiles o en la feria mundial de energías renovables. Afortunadamente, la vista de los primeros alzacuellos aportó cierta tranquilidad al lugar y unas amables azafatas guiaban a los participantes hasta la enorme sala de conferencias, pensada para acoger a los cerca de 200 miembros del camino sinodal, la prensa y hasta una batería (para amenizar las celebraciones a ritmo).

Pero no todos son Lutero. Al menos no el obispo Bätzing, presidente de la Conferencia Episcopal alemana y, junto con el presidente del ZdK (Comité Central de los Católicos Alemanes), principal organizador del camino sinodal. Y Kap Europa no es la capilla de Wittenberg en cuya puerta el monje luterano fijó sus provocadoras tesis.

De hecho, a medida que avanzaban los debates, pronto quedó claro que el reparto había sido acordado de antemano, con el fin de permitir a la mayoría de los obispos (que tienen poder de veto) adoptar textos cercenados y evitar así una ruptura con la Iglesia universal. Como resultado, al final de los tres días, la asamblea sinodal decidió no abolir el celibato eclesiástico, sino únicamente pedir a Roma que estudiara la posibilidad de ordenar a hombres casados. Una petición similar se hizo con respecto a la ordenación de mujeres al diaconado, cuando muchas voces habían reclamado su acceso al sacerdocio. Por último, aunque la asamblea sinodal aprobó casi por unanimidad la posibilidad de que las mujeres pronuncien la homilía (contraviniendo el Código de Derecho Canónico), la bendición para todas las parejas “que se amen” (contraviniendo el Catecismo) y la modificación de los registros bautismales para los fieles “transexuales” (contraviniendo el derecho natural), no se trata realmente de novedades, puesto que ya se están aplicando en varias diócesis con el consentimiento de los obispos afectados. Así pues, cuando terminó la rueda de prensa final, quedó claro que no se había producido el esperado cisma.

El hecho es que el camino Sinodal, cuyos trabajos continuarán a través de una “comisión sinodal” compuesta por algunos centenares de miembros, deja a la Iglesia en una situación de extrema confusión, de la que es posible identificar una certeza y varias incertidumbres.

La certeza es que no habrá cisma formal de la Iglesia alemana, al menos a corto plazo, por la razón de que un cisma solo existe cuando es sancionado canónicamente por Roma. Ahora bien, aunque el papa Francisco ha tolerado que los obispos alemanes se asocien a un proyecto que desafía abiertamente la teología moral y la eclesiología católicas, es bastante impensable que deponga, y mucho menos que excomulgue, a más o menos las tres cuartas partes de los miembros de la Conferencia Episcopal alemana. Tanto más cuanto que varios temas del camino sinodal se debatirán en el próximo sínodo universal. Además, los delegados del camino sinodal han preferido aplazar el único texto cuya adopción habría constituido un verdadero casus belli ante Roma, a saber: un texto que preveía la creación, a nivel de cada diócesis y de cada parroquia, de un “consejo sinodal” dotado de poder de decisión, con la consecuencia de privar de sus poderes a los obispos y a los párrocos respectivamente. En resumen, y como dijo un obispo con el que me crucé en los pasillos del camino sinodal, “en este asunto, no hay nada que esperar de Roma”.

Las incertidumbres se refieren evidentemente a las consecuencias prácticas de las decisiones tomadas por el camino sinodal, en particular si la “comisión sinodal” anulará la prohibición romana y establecerá finalmente estos llamados consejos sinodales con poder de decisión. Pero las incertidumbres se refieren también -y este es quizá el aspecto más interesante- a la capacidad de reacción de los católicos alemanes para permanecer fieles al Magisterio. Aunque durante mucho tiempo han permanecido paralizados ante el proceso en curso, en parte debido a la falta de receptividad del espíritu alemán y a una red tradicionalista poco desarrollada, hay varios signos de cambio. Por ejemplo, cada vez más laicos, reunidos en asociaciones como Neuer Anfang o Maria 1.0, se declaran dispuestos a dejar de pagar el Kirchensteuer (el impuesto eclesiástico), con el fin de drenar los fondos de una Iglesia cuya riqueza se juzga precisamente como causa de su desarticulación. Más fundamentalmente, podría desarrollarse en el futuro una Iglesia paralela, en gran parte clandestina, formada por obispos que rechazan las conclusiones del camino sinodal, sacerdotes sancionados por su fidelidad al Magisterio y fieles que rechazan la invitación del obispo Bätzing a hacerse “católicos de otra manera”.

Publicado por Jean Bernard, corresponsal especial en Francfort, en La Nef




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