Por el Obispo Donald J. Sanborn
Karl Rahner y Hans Küng, sus compinches radicales, ya le han precedido al tribunal.
Los medios de comunicación y los conservadores del Novus Ordo lo consideran 'un gran hombre', un 'gran conservador' que preservaba la Fe contra los detractores.
Por supuesto, sabemos que esto es falso. Lo que es cierto es que era un conservador del Novus Ordo. Esta designación, sin embargo, no lo exonera de ninguna manera, o lo hace digno de elogio.
Lo que es condenatorio en el término es Novus Ordo. Este término indica toda la revolución del Vaticano II, que infectó el dogma, la moral, la disciplina, el derecho canónico y la liturgia. Cada aspecto de la vida católica fue inyectado con este veneno, con el resultado de que miles de millones de almas hayan perdido la fe católica.
Todo el mundo detesta el crimen de genocidio. Si tomamos juntos a Hitler, Stalin y Mao-Tse-Tung, podrían sumar 100 millones de cadáveres.
Genocidio es destruir el cuerpo de las personas. Sin embargo, el Vaticano II perpetró un genocidio espiritual, en el que miles de millones han perdido la fe católica. La muerte espiritual es una muerte eterna, que nunca cesa. Es un dolor perpetuo y continuo de separación de Dios. Es una agonía eterna.
Y lo que es peor, Ratzinger personificó el intento de "casar" esta revolución impía del Vaticano II con la fe católica. Alentó la Misa tradicional en latín, pero bajo el aspecto del Modernismo, es decir, porque corresponde a los gustos y sensibilidades de la gente. Por esto es alabado y glorificado, en contraste con Bergoglio, que es vilipendiado por ser simplemente un partidario coherente del Vaticano II.
Sin embargo, no podemos permitir que la fe católica se convierta en el hijo ilegítimo resultante de la unión de dos religiones diametralmente opuestas. No podemos estar en comunión con quienes han destruido nuestra Fe. El Vaticano II debe ser condenado y repudiado como un conciliábulo, que es el término de la Iglesia para un concilio ilegítimo y falso. Sólo entonces habrá una verdadera restauración, y sólo entonces, una verdadera paz.
Es característico de las sectas no católicas tener ramas liberales y conservadoras. El propio término "conservador" implica la legitimidad de su correlativo, a saber, "liberal". Así, hay judíos liberales y conservadores, protestantes liberales y conservadores, musulmanes liberales y conservadores.
La Fe Católica, por su propia naturaleza, e incluso por su nombre, es universal, es decir, un solo conjunto de dogmas y moral para todos, sin desviación alguna, un solo gobierno, un solo culto, una sola gran institución. Si aceptamos algo menos que esto, seremos peores que los propios autores de esta apostasía del Vaticano II.
In Veritate Blog
Los medios de comunicación y los conservadores del Novus Ordo lo consideran 'un gran hombre', un 'gran conservador' que preservaba la Fe contra los detractores.
Por supuesto, sabemos que esto es falso. Lo que es cierto es que era un conservador del Novus Ordo. Esta designación, sin embargo, no lo exonera de ninguna manera, o lo hace digno de elogio.
Lo que es condenatorio en el término es Novus Ordo. Este término indica toda la revolución del Vaticano II, que infectó el dogma, la moral, la disciplina, el derecho canónico y la liturgia. Cada aspecto de la vida católica fue inyectado con este veneno, con el resultado de que miles de millones de almas hayan perdido la fe católica.
Todo el mundo detesta el crimen de genocidio. Si tomamos juntos a Hitler, Stalin y Mao-Tse-Tung, podrían sumar 100 millones de cadáveres.
Genocidio es destruir el cuerpo de las personas. Sin embargo, el Vaticano II perpetró un genocidio espiritual, en el que miles de millones han perdido la fe católica. La muerte espiritual es una muerte eterna, que nunca cesa. Es un dolor perpetuo y continuo de separación de Dios. Es una agonía eterna.
Y lo que es peor, Ratzinger personificó el intento de "casar" esta revolución impía del Vaticano II con la fe católica. Alentó la Misa tradicional en latín, pero bajo el aspecto del Modernismo, es decir, porque corresponde a los gustos y sensibilidades de la gente. Por esto es alabado y glorificado, en contraste con Bergoglio, que es vilipendiado por ser simplemente un partidario coherente del Vaticano II.
Sin embargo, no podemos permitir que la fe católica se convierta en el hijo ilegítimo resultante de la unión de dos religiones diametralmente opuestas. No podemos estar en comunión con quienes han destruido nuestra Fe. El Vaticano II debe ser condenado y repudiado como un conciliábulo, que es el término de la Iglesia para un concilio ilegítimo y falso. Sólo entonces habrá una verdadera restauración, y sólo entonces, una verdadera paz.
Es característico de las sectas no católicas tener ramas liberales y conservadoras. El propio término "conservador" implica la legitimidad de su correlativo, a saber, "liberal". Así, hay judíos liberales y conservadores, protestantes liberales y conservadores, musulmanes liberales y conservadores.
La Fe Católica, por su propia naturaleza, e incluso por su nombre, es universal, es decir, un solo conjunto de dogmas y moral para todos, sin desviación alguna, un solo gobierno, un solo culto, una sola gran institución. Si aceptamos algo menos que esto, seremos peores que los propios autores de esta apostasía del Vaticano II.
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