Por Leonardo Guerra
La gran mayoría de las personas con las que nos reunimos no dudan en reconocer las indudables ventajas que proporciona la tecnología, en particular las de las llamadas “redes sociales”, sobre todo en cuanto a facilidad de uso, rapidez de acceso y conexión con grandes audiencias, comodidad, reducción de costes, etc: Twitter, Facebook, Google, chat de Gmail, TikTok, YouTube, etc. Pero, ¿existen sólo esas ventajas o hay algún inconveniente?
Pocos se preguntan en esta “era hipertecnológica” qué otras repercusiones pueden tener en nuestra salud personal, social y mental. Esto es de lo que me gustaría hablar.
Las redes sociales son plataformas tecnológicas que se ofrecen gratuitamente desde hace unos 20 años y que ahora se han convertido en algo habitual, especialmente entre los jóvenes y la llamada Generación Z (nacidos después de 1996). Aproximadamente 3.000 millones de usuarios en todo el mundo.
El mundo creado por las redes sociales es uno en el que “estar conectado” es vital y esencial, en el que la cultura y la comunicación son propias de un mundo virtual, es decir, falso. En el que el engaño y la astucia están en el centro de todo lo que se hace en las redes sociales.
¿Cuál es la razón?
La neurociencia es un componente primordial en el desarrollo de las redes sociales. Al explotar las vulnerabilidades de la psicología humana, nos permiten crear ilusiones, a menudo utilizando nuestra propia forma de pensar en nuestra contra.
Combinada con la tecnología, como es el caso de las redes sociales, se convierten en una herramienta muy poderosa y persuasiva para cambiar y manipular el comportamiento de las personas (como predijo Aldous Uxley, en sus entrevistas y en su libro de 1932 "Un mundo feliz", donde habla de "deshumanizar a la humanidad").
El "refuerzo positivo intermitente" es, de hecho, una técnica psicológica que injerta un hábito en nuestro tronco cerebral sin que seamos conscientes de ello.
El mecanismo es tan sutil que todos, sin excepción, podemos convertirnos en víctimas privilegiadas. La neurociencia es una disciplina que está separada de todas las demás, que no conocemos, y que atraviesa a todos los seres humanos. Con esta perspectiva, empezamos a desarrollar una idea y una visión muy diferentes de la que prevalece sobre la simple utilidad de estas redes sociales.
Toda herramienta tiene siempre un inconveniente y también puede utilizarse para fines no precisamente éticos.
El campo de la alta tecnología y las tecnologías avanzadas siempre ha suscitado un gran interés, incluso de capital, por parte del mundo militar y gubernamental del país donde se originan, ya que son potenciales armas no convencionales. Estas herramientas tienen el potencial de influir en la vida cotidiana de miles de millones de personas en todo el mundo, en su forma de comportarse y de pensar.
A diferencia de las empresas tradicionales de "alta tecnología" que vendían programas informáticos, las redes sociales aparentemente no venden ningún producto.
Han introducido un nuevo modelo de negocio capitalista con un nuevo paradigma.
Su modelo de negocio es mantener a la gente pegada a la pantalla y obtener beneficios a través de la publicidad (los verdaderos clientes son los anunciantes). Las empresas de redes sociales compiten entre sí para captar la atención de los usuarios durante el mayor tiempo posible -nosotros- mejor aún, nos volvemos adictos. Mantenerlos pegados a la pantalla es el objetivo... están constantemente tratando de averiguar cómo conseguir la mayor atención posible de sus usuarios.
"Sólo hay dos industrias que llaman clientes a sus usuarios: la industria de las drogas ilegales y la del software" - Edward Tifre.
Han conseguido crear una condición humana totalmente nueva, es decir, "permiten a una persona aislarse completamente en una burbuja tecnológica".
Las preguntas, por tanto, son:
¿Cuál es el efecto sobre la salud mental de las personas? ¿Y en los jóvenes?
Con las redes sociales hemos entrado, sin darnos cuenta, en una nueva era tecnológica, pero hemos retrocedido desde el punto de vista humano. Algunos intelectuales autorizados la describen como la era del "tecnofeudalismo", pero también del "capitalismo de la vigilancia".
De hecho, estamos en una nueva forma de capitalismo que es capaz de moldear la política y la cultura de maneras que la mayoría no percibe.
A este respecto, ¿qué papel desempeñaron las redes sociales en la gestión de la llamada “pαndem1α”?
He aquí algunos de los macroefectos de las redes sociales en las sociedades civiles:
1- Polarización en las poblaciones
2- Aislamiento de las personas
3- Explosión de “noticias falsas”
4- Propaganda/desinformación controlada
5- Manipulación electoral
6- Levantamientos populares
7- Dependencia de la tecnología
8- Apropiación de nuestros datos sensibles y más
Y todo eso ocurriendo al mismo tiempo, ¿es una coincidencia?
¿Qué hay realmente detrás del sector de la "alta tecnología"?
La entrada a estos "recintos tecnológicos" siempre ha sido gratuita. Pero, ¿quién paga, quién invierte y quién gana con todo esto?
Un viejo adagio de marketing dice que: "Si no pagas, el producto en venta eres tú"... más exactamente, el verdadero producto en venta es: el cambio gradual, sutil e imperceptible de nuestro comportamiento y percepción. Cambiar lo que haces, lo que piensas, lo que eres de forma gradual y sutil. Un producto único, del que se pueden obtener enormes beneficios (de hecho, las redes sociales son empresas muy ricas).
El sueño de cualquier empresa es poder tener la garantía de que si se pone un anuncio tendrá éxito. Sin embargo, para poder ofrecer y garantizar el éxito a sus clientes, las redes sociales deben ser capaces de hacer previsiones muy buenas, fiables y precisas. Para ello, deben ser capaces de manejar muchos datos (los nuestros).
Para obtener la mayor cantidad de datos posible, estimulan:
1- Aumentar el compromiso, para incrementar el tiempo de uso de las redes sociales
2- El atractivo del contenido, para que los usuarios vuelvan una y otra vez, con más y más amigos
3- Publicidad, para aumentar los ingresos.
El modelo de negocio es publicitario/comercial, pero ha ido mucho más allá del modelo tradicional. Los servicios son pagados por los anunciantes (clientes). Las redes sociales venden a sus usuarios, tras perfilarlos con información detallada, al mejor postor.
Nuestra atención (es decir, nuestra mente) es entonces el producto que se vende, beneficiándose de los cambios que consiguen provocar en nuestra percepción de nosotros mismos y de la realidad.
Las redes sociales son capaces de reconstruir el comportamiento, los estados de salud, los estados de ánimo y las personalidades y, a continuación, aplicar técnicas de orientación para construir "modelos predictivos" sobre el comportamiento de bloques enteros de población en diferentes zonas geográficas. Dirigiendo a una parte de la población mundial en la dirección que desean.
Desarrollan "modelos predictivos" cada vez más precisos que les permiten predecir con exactitud qué verá la gente, qué tipo de vídeos verá, cómo se comportará, qué tipo de emociones predominantes surgirán en millones de personas.
La tecnología de Inteligencia Artificial (IA) adaptativa, que impulsa las redes sociales entre bastidores, es capaz de reprogramarse continuamente para incluso modificar y dirigir el comportamiento. Incluso pueden inclinar el plano a gran escala a voluntad haciendo que algunos sean mucho más difíciles de seguir y otros mucho más fáciles.
Para conseguirlo siempre hay alguien que está dispuesto a pagar. ¿Un ejemplo?... las "primaveras árabes", las "revoluciones arcoiris", la "propaganda y la censura en la pαndem1α", etc.
La potencia de estos programas y sus procesadores detrás de las redes sociales es tal que consiguen proponer para un mismo tema una realidad diferente, adaptada a las características del individuo, para cada usuario al mismo tiempo, gracias a la elaboración de perfiles individuales, con el fin de influir y manipularlos. En definitiva, muchos "Truman show".
En consecuencia, el capitalismo de la vigilancia se beneficia de la vigilancia ilimitada y constante de las personas por parte de las "grandes empresas tecnológicas", invirtiendo y apostando por posibles cambios sociales a gran escala.
"Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia" - Arthur C. Clarke.
Continuamente se llevan a cabo experimentos de "ingeniería social" a gran escala con estas tecnologías. Sabiendo que pueden influir en las elecciones, en el comportamiento de los usuarios, sin que éstos sean conscientes de ello.
La "moneda" que se intercambia en las redes sociales es la dopamina. De hecho, saben muy bien, y lo saben desde hace mucho tiempo, que nuestro principal imperativo biológico categórico es la socialidad, es decir, la conexión con los demás por el instinto atávico de conservación de nuestra especie.
Los motores de la Inteligencia Artificial desglosan y descodifican lo que estimula nuestras respuestas para entender la mejor manera de manipular a las personas y darles "dopamina".
Las redes sociales pueden tomar literalmente el control del individuo, de su autoestima y de su identidad. Su mecanismo psicológico es a menudo irresistible, son una verdadera droga.
Los algoritmos utilizados por la Inteligencia Artificial tienen como objetivo un concepto de éxito sesgado y dirigido (nada objetivo): para el cliente comercial es el beneficio, para el político es el consenso y para un gobierno es el control de la población.
También son canales de comunicación muy invasivos e intensivos en los que se introduce mucha información falsa para crear caos, confusión y desinformación controlada. Un dato interesante: una noticia falsa en las redes sociales corre 6 veces más rápido que una verdadera, explotando la "cabeza" de la gente y las masas.
El poder del que disponen es extraordinariamente mayor que el de la televisión, con bajos costes. Todo ello a través de la mentira y la manipulación de las mentes.
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