Por Julio Razona
Nos descalificaron, discriminaron y amenazaron. Nos castigaron con no dejarnos ingresar a ningún lugar cerrado, custodiados por una guardia civil sanitaria gratuita y delatora, orgullosa de pertenecer al sistema, blandiendo su pizca infame de autoridad, como presos autorizados a controlar a sus apaleados compañeros de encierro.
Los que no portábamos una trapo en la cara o no exhibíamos un certificado de “voluntario” a un experimento casi obligatorio, tuvimos que rehacer lo cotidiano y estructurar una vida diferente.
Nunca renunciamos a los abrazos, los besos y al compañerismo.
El tiempo nos demostró que esa actitud de reconocimiento y afecto fue nuestra fuente de energía y de anticuerpos, tan natural como formidables.
Nos vimos obligados, luego de la sorpresa, a permanecer en alerta, investigando, deduciendo, generando redes de pares, acompañados de nuestros seres queridos, muchos nuevos, reconocidos por nuestros principios y resistencia, en el camino de la adversidad.
Tuvimos que enfrentarlos en desventaja en todo sentido. Ellos, con sus aliados pagos en los medios, en el gobierno, en las legislaturas, con jueces y con el aparato represor / censor de su lado y nosotros en permanente contacto con la naturaleza, en parques, playas, plazas públicas, haciendo picnics, tomando y compartiendo mate, acompañados por nuestros allegados, con mascotas, entre árboles, pájaros, al aire libre y debidamente oxigenados, generamos una comunidad invisible, tan fuerte como solidaria y jamás imaginada.
Vibramos juntos, acompañados por la energía del mar, de la sierras, de la inmensidad de las llanuras o simplemente concentrados en esos ruidos armoniosos que nos regala la naturaleza con solo cerrar los ojos y permitirles entrar en nuestros sentidos.
Aprendimos. Sin nombre propio, sin medios, sin aparato político, sin una justicia independiente, pero con la convicción que estamos comunicando la verdad logramos enfrentar a ese monstruo creado por unas pocas familias dueños del dinero del mundo, que solo anhelan terminar con el ser humano, para contar con unos pocos millones de esclavos sin autonomía, a su servicio.
Hallamos. Si encontramos en esta nueva forma de disfrutar de la vida, a miles de profesionales de la salud que curan en la ciencia médica fundada en la naturaleza, desde homeópatas, medicina germánica, antroposófica, ayurveda o tantas que nos brindan soluciones para descubrir el origen de las enfermedades y tratarlas, sin necesidad de una lucha eterna contra los síntomas y el consumo masivo de medicamentos diseñados para asegurarse consumidores de por vida.
También descubrimos docentes particulares, maestros de verdad, despojados de “protocolos” absurdos, dando su esfuerzo a los chicos que son excluidos del sistema por el temor de sus padres a que sean utilizados como objeto de experimentación. Ellos crecen en el aprendizaje informal, porque ahora saben de valores, arte, nutrición, sensibilizar sus sentidos, valorar y respetar la naturaleza, su entorno, su familia, a procrear en el amor, a abrazar no solamente con la contención férrea muscular, sino también con el alma.
Ellos serán nuestros herederos, el fruto del esfuerzo, de la tenacidad y de la decisión firme de enfrentar el mal. Ellos tienen las herramientas para vivir plenos, porque los educamos en el amor verdadero y el respeto por el otro, porque saben que nunca vivirán con miedo o sometidos a un sistema perverso y deshumanizado, porque enfrentarán la vida en libertad, con las recompensan incontables que nos devuelve la solidaridad y la empatía por el prójimo.
Encontramos el fin, que no es otro que vivir todos y cada uno de los días a pleno, relacionándonos naturalmente, educando, aprendiendo en libertad, sin miedo, sin imposiciones, que implica la desobediencia firme, feliz y relajada contra los tiranos. Pura vida. De eso se trata.
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