Por Stefano Fontana
El cardenal Jean-Claud Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, expresó su opinión sobre la Iglesia actual y futura en una larga entrevista concedida a L'Osservatore Romano, que Vatican news tituló “La Iglesia debe cambiar, corremos el riesgo de hablar con un hombre que ya no está”. Hollerich es un cardenal muy importante hoy en día. Preside el Comece, el organismo episcopal de los países de la Unión Europea; es vicepresidente del Consejo de Obispos Europeos, y es el Relator General del “Sínodo sobre la Sinodalidad”. Llamémosle un hombre clave en la Iglesia de Francisco.
De esta entrevista suya, surge el "¿qué hacer?" eclesial y pastoral de nuestro tiempo. Las mega-entrevistas de este tipo en L'Osservatore responden a una función política, sirven para que el entrevistado diga lo importante que cree que es confirmar una línea o oponerse a ella. Esto no significa que sean menos importantes, de hecho lo son más, porque no expresan opiniones personales sino el camino que se ha decidido en la cúpula.
Con respecto a este camino, en primer lugar, pongamos el corazón en blanco en un punto concreto: las bendiciones de las parejas homosexuales en la iglesia estarán ahí, estarán permitidas e incluso reguladas. Lo que han hecho los obispos flamencos se convertirá en la norma para todos (por eso es fácil pensar que la iniciativa no partió de ellos). Hollerich dice esto como "pastor": "Hace unas semanas conocí a una chica de 20 años que me dijo "quiero dejar la Iglesia porque no acepta a las parejas homosexuales", le pregunté "¿te sientes discriminada por ser homosexual?" y me dijo "¡No, no! Yo no soy lesbiana, pero mi amiga más cercana lo es. Conozco su sufrimiento y no pienso formar parte de los que la juzgan. Esto" -concluye el cardenal- "me ha hecho pensar mucho".
A continuación, afirmó que las personas homosexuales no han elegido su orientación sexual, que "no son manzanas podridas", que "cuando Dios vio la creación dijo que era buena", por lo tanto: "No creo que haya lugar a un matrimonio sacramental entre personas del mismo sexo, porque no existe la finalidad procreadora que lo caracteriza, pero esto no significa que su relación afectiva no tenga valor. Una pareja del mismo sexo es algo bueno, porque Dios no hace daño a nadie".
"Una Iglesia que no discrimina" es la propuesta del cardenal Hollerich para la misión de la Iglesia en el mundo actual. Una Iglesia que anuncia el Evangelio de forma radical: "Estamos llamados a anunciar la buena noticia, no un conjunto de normas y prohibiciones. Una Iglesia que quiere anunciar el Evangelio principalmente a través de su compromiso en el mundo con la protección de la creación, con la justicia para la paz. En el mundo actual" -dice- "lo que se recibe no es lo que decimos sino lo que testimoniamos". Según él, "la encíclica Laudato si' es entendida y apreciada incluso por los no creyentes porque es la proclamación de un "nuevo humanismo", que no es una propuesta política sino evangélica".
La propuesta de Hollerich es la de la Iglesia de hoy: "Partir de la realidad, esa realidad que nos ve a todos como criaturas e hijos de un mismo Padre. La realidad, sin embargo, no es lo que debería ser, y partir de la realidad puede significar también partir de algo corrupto y desviado. Si por realidad entendemos lo existente, partir de lo existente es insuficiente, la fraternidad se hace en la verdad y no en el mero ser, se necesita ya de antemano una mirada discriminante, una luz valorativa. Entonces ya no partimos de lo existente, sino de lo eterno, que entonces también da luz a lo existente porque nos permite no caer en sus trampas".
La Iglesia de Hollerich ha metabolizado completamente la secularización, que se considera positiva e irreversible. Esto significa aceptar la mera existencia como normal, negando la posibilidad de una situación caída. La bendición de las parejas homosexuales significa la bendición de la existencia simplemente porque existe. Como si el pecado, tanto el original como el actual, ya no existiera. También supone dos novedades importantes en la Iglesia de hoy: se puede y se debe colaborar con todos es la primer novedad, se deben doblegar los principios morales absolutos para no ser divisivos es la segunda. No colaborar con todos y ser divisivo significaría de hecho ser discriminatorio, y la Iglesia actual piensa que ya no puede serlo.
La existencia muestra los "cambios antropológicos" en los que Hollerich insiste con gran preocupación, subrayando que éstos ya no son sólo culturales, sino ahora físicos y genéticos. Pero con el criterio de la no discriminación de lo existente, uno se pregunta ¿cómo poder contrarrestar un existir tan revolucionario, agobiante y rapidísimo? ¿Cómo no ver en los cambios antropológicos del nuevo Adán, los resultados extremos de esa secularización que la Iglesia hoy acepta y acoge como positiva, para no discriminar al hombre secularizado?
La Nuova B Q
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.