Sí, soy consciente de que es un titular sensacionalista y provocador. Y sería, además, injusto, si el santo padre, no dedicara tanto tiempo y energía en dejarnos claras sus preferencias políticas, en total contradicción de lo que ayer eligieron los italianos.
Por Carlos Esteban
Ayer ganó las elecciones en Italia la coalición liderada por Fratelli d’Italia, haciendo de su líder, Giorgia Meloni, la más que probable primera ministra del país. Para horror del Vaticano y, muy especialmente, del santo padre, que no ha dejado en todo su pontificado de hacer gestos favorables a las posiciones de izquierda.
Desde el día uno, la ‘bestia negra’ de Francisco ha sido exactamente el populismo que representa Meloni. El año pasado en Grecia, por ejemplo, el papa dijo: “No podemos dejar de observar con preocupación cómo hoy, y no solo en Europa, estamos asistiendo a un retroceso de la democracia”, condenando “las respuestas fáciles del populismo”. Que la democracia retroceda cuando sale lo que la gente quiere, y en cambio se afiance cuando gobierna un primer ministro -Mario Draghi, el quinto banquero que preside del gabinete sin pasar por las urnas en Italia- que nadie ha elegido es, ciertamente, una paradoja, pero no mayor que la de creer que la tiranía china pueda ser, en el fondo, una democracia.
Paradójico es también que la cúpula de la Iglesia favorezca en Estados Unidos a un feroz proabortista, Joe Biden, sobre el más provida Trump, que calle sobre el juicio de uno de los cardenales de la Iglesia por el ‘delito’ de defender los derechos humanos en China, el cardenal Zen, o su tibia reacción a la brutal persecución religiosa del régimen autoritario de Ortega en Nicaragua.
Pero esto es distinto. Esto es Italia, el país que rodea al diminuto Estado Vaticano por todas partes. Y el programa de Meloni es la contradicción perfecta de uno de los mensajes más apremiantes y repetidos del pontífice: la acogida de la inmigración africana, toda ella, sin límites ni disquisiciones sobre entradas legales e ilegales.
El papa podría tener en privado cualquier opinión política y sería injusto implicarlo en victorias o derrotas electorales solo con que se abstuviera de hacer activismo y se centrara en la misión que se le confió a Pedro, que no es otra que custodiar el Depósito de la Fe. Pero ha preferido entrar en la liza, y por eso podemos decir que ha perdido las elecciones en Italia, tanto como las haya podido perder la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Layen.
El planteamiento de Meloni con respecto a la inmigración es aún más radical que el de su socio de la Lega, Matteo Salvini, a quien el papa se negó a recibir cuando era ministro del Interior. Y el Santo Padre no tuvo reparos en participar en la campaña, enviando a los italianos el día mismo de las elecciones un mensaje en forma de homilía alertando contra “levantar muros frente a nuestros hermanos y hermanas, que nos encarcelan en la soledad”.
Francisco viajó al sur de Italia el domingo, cuando los italianos acudían a las urnas para las elecciones generales, y entregó un mensaje que abordó temas clave de la campaña, incluida la inmigración. El papa no se refirió explícitamente a la elección durante la misa al aire libre, pero dijo que “los migrantes enriquecen a la sociedad” y pueden ayudarla a crecer a nivel social, económico, cultural y espiritual, y “deben ser acogidos e integrados”. Al señalar que el domingo es el Día Mundial de los Migrantes y Refugiados de la Iglesia Católica, Francisco pidió un futuro en el que los migrantes y las víctimas de la trata de personas puedan vivir “en paz y dignidad”.
“Los migrantes deben ser acogidos, ayudados, promovidos e integrados”, dijo.
En el pasado, Francisco se enfrentó con el ex presidente estadounidense Donald Trump sobre inmigración, criticando la “nueva cultura de defender territorios construyendo muros”, que “ha traído tantos dolores de cabeza y tanto sufrimiento”.
Los italianos, católicos o no, piensan distinto del papa, evidentemente. Y el papa ha perdido las elecciones. Esperamos ahora del pontífice el preceptivo ‘diálogo’ y la necesaria ‘escucha atenta’.
InfoVaticana
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