sábado, 13 de agosto de 2022

PUEDO MORIR DE REPENTE

Extracto de "Via della salute" de San Alfonso María de Ligorio, Patrón Universal de los Confesores y Moralistas.


No hay nada más seguro que la muerte, pero no hay nada más incierto que la hora de la muerte. Es cierto que el Señor ha destinado el año y el día de la muerte de cada uno, pero este año y este día no los conocemos; y con razón quiere Dios que se nos oculte este día, para que estemos siempre preparados para morir.

Te agradezco, Jesús mío, por haberme esperado y por no haberme hecho morir cuando estaba en pecado. El tiempo que me queda de vida, quiero emplearlo sólo en llorar mis pecados y amarte con todas mis fuerzas. Tengo que morir, quiero prepararme con tu gracia para tener una buena muerte.

Jesucristo nos advierte bien de la hora de nuestra muerte; y ¿cuál será? será aquella hora en la que menos pensemos en tener que morir: "Qua hora non putatis, filius hominis veniet" (Luc. 12. 40). Si, pues, dice San Bernardo, en cualquier momento la muerte puede arrebatarnos la vida, debemos estar en todo momento a la expectativa y conservar el semblante.

Jesús mío, no quiero esperar a la muerte para entregarme a ti. Has dicho que quien te busca, te encuentra. "Quaerite, et invenietis". Te busco, te quiero, déjame encontrarte. Te quiero, bondad infinita. Lamento haberte ofendido y no quiero disgustarte más.

Por eso, lector mío, cuando te sientas tentado a pecar con la esperanza de confesarlo mañana, contéstate a ti mismo y di: “Pero ¿quién sabe si este día, si este momento en que peco, es el último de mi vida? Y si en este momento me llega la muerte, ¿a dónde iré?” Oh Dios, ¡cuántos desgraciados han sido arrebatados de la muerte en el mismo punto en que comían algún cebo envenenado! El diablo te dirá: “Pero esa desgracia no te sucederá”. Pero tú respondes: “¿Y si me pasa a mí? ¿Qué será de mí para toda la eternidad?”

Ah, Dios mío, ¿no podría ocurrirme lo que les ha ocurrido a estos desgraciados? Cuántos están en el infierno por menos pecados que los míos! Jesús mío, te agradezco la paciencia que has tenido conmigo, y la luz que ahora me das. He cometido un error al dejarte y quisiera morir de pena. Y ya que me das tiempo, no quiero pensar en otra cosa a partir de ahora que no sea amarte. Ayúdame con tu gracia.

Y ayúdame, María, con tus oraciones.


Cordialiter



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