Paul Roca (1830-1893) fue un sacerdote que tras propagar un “cristianismo esotérico y social” en varios libros, fue condenado por la Iglesia Católica y acabó convirtiéndose en un feroz anticatólico.
Paul Roca nació en Forques, un antiguo pueblo de España el 26 de abril de 1830. Su familia se instaló posteriormente en Pollestres, en las cercanías de Perpiñán. Fue contratado como maestro en Pollestres durante los años 1849-1851, y como maestro sustituto en Tuïr en 1851-1852, con 120 alumnos. Atraído por el sacerdocio, después de una breve estancia en el Seminario de Perpiñán, en 1853 fue a París a estudiar en la École des Hautes Etudes des Carmes, fundada apenas ocho años antes. Allí coincidió con el futuro cardenal Charles Martial Lavigerie, fundador de la Société des missionnaires de Afrique (los Padres Blancos).
Al terminar los estudios fue ordenado sacerdote en París por la diócesis de Perpiñán el 29 de mayo de 1858. Poco después, el obispo Philippe Olympe Gerbet lo nombró profesor del Seminario Menor de Prada, y estuvo desde 1858 a 1865. A Gerbé el sucedió, en 1864, el obispo Etienne Ramadié , y éste tuvo la idea de abrir en 1865 un gran colegio católico en el barrio del Vernet de Perpiñán, la institución Sant Lluís Gonçaga y de nombrar como primer director al abad Roca. Cuatro años más tarde, Roca añadió a su función directiva el papel de jefe de estudios y la enseñanza de filosofía. También recibió poco después (1869) el nombramiento de canónigo honorario pero, paralelamente, el obispo nombró superior de la Institución (un cargo superior al de director) a un presbítero de fuera de la diócesis, el abad de Chauliac, y Roca tomó este gesto como una muestra de pérdida de confianza por parte del obispo.
En 1870, la proclamación de la Tercera República trajo a Perpiñán un clima revolucionario de desprecio y odio por la Iglesia Católica, y el Colegio de San Luis Gonçaga fue requisado y transformado en un hospital. En esas circunstancias, Roca se dejó llevar por los eventos y rompió con el colegio y la diócesis.
Sin la autorización del obispo, Roca se estableció en Barcelona, donde durante diez años fue instructor de los hijos de un rico industrial francés. Sus ideas liberales, socialistas y anti-romanas (en el sentido de oponerse al nuevo dogma de la infalibilidad papal ) hicieron que fuera sancionado por el obispo de Barcelona y por el de Perpiñán (Emile Caraguel). De vuelta a Francia, pidió al obispo Caraguel que le revocara la sanción, y éste lo hizo en 1882, a condición de que Roca se retirara un tiempo a Roma. En la Ciudad Eterna entabló amistad con Carlo Mari Curci, un teólogo jesuita muy crítico con la iglesia romana que dirigió la revista La Civiltà Cattolica y publicó obras que se difundieron ampliamente, como Vaticano Regio (1883), que acabarían costándole la suspensión a Divinis, la expulsión de la Compañía de Jesús y que sus libros fueran incluidos en el Índice de libros prohibidos. Fue en Roma que Roca escribió la primera parte de su primer libro Le Christ, le Pape et la Démocratie, acabando luego en Estados Unidos entre 1883 y 1884. Regresó posteriormente a Francia, se estableció en Neuilly, y publicó varias obras donde anunciaba la derrota del Viejo Mundo, que identificaba con la Iglesia Católica, y la venida del Mundo Nuevo, un proceso de modernización que por las ciencias aplicadas u ocultas transformaría al hombre, el mundo y la religión. También escribió artículos en diversas publicaciones periódicas (Lotus, La Nouvelle Rome, Tribune Libre du Clergé, Ami de l'humanité, Voltaire, L'Aurore...) de carácter esotérico o anticatólico.
Sin la autorización del obispo, Roca se estableció en Barcelona, donde durante diez años fue instructor de los hijos de un rico industrial francés. Sus ideas liberales, socialistas y anti-romanas (en el sentido de oponerse al nuevo dogma de la infalibilidad papal ) hicieron que fuera sancionado por el obispo de Barcelona y por el de Perpiñán (Emile Caraguel). De vuelta a Francia, pidió al obispo Caraguel que le revocara la sanción, y éste lo hizo en 1882, a condición de que Roca se retirara un tiempo a Roma. En la Ciudad Eterna entabló amistad con Carlo Mari Curci, un teólogo jesuita muy crítico con la iglesia romana que dirigió la revista La Civiltà Cattolica y publicó obras que se difundieron ampliamente, como Vaticano Regio (1883), que acabarían costándole la suspensión a Divinis, la expulsión de la Compañía de Jesús y que sus libros fueran incluidos en el Índice de libros prohibidos. Fue en Roma que Roca escribió la primera parte de su primer libro Le Christ, le Pape et la Démocratie, acabando luego en Estados Unidos entre 1883 y 1884. Regresó posteriormente a Francia, se estableció en Neuilly, y publicó varias obras donde anunciaba la derrota del Viejo Mundo, que identificaba con la Iglesia Católica, y la venida del Mundo Nuevo, un proceso de modernización que por las ciencias aplicadas u ocultas transformaría al hombre, el mundo y la religión. También escribió artículos en diversas publicaciones periódicas (Lotus, La Nouvelle Rome, Tribune Libre du Clergé, Ami de l'humanité, Voltaire, L'Aurore...) de carácter esotérico o anticatólico.
Continuando con su caída espiritual que le apartaban cada vez más de la Iglesia, Roca se acercó hacia la cábala y otras doctrinas esotéricas, que se practicaban en el París de la época en círculos, salones y publicaciones minoritarias. Defendió la sinarquía, polemizó con la teósofa Helena Petrovna Blavatsky en 1887 y en 1889 participó en el Congreso Espiritista Internacional.
Su ideario, expresado públicamente en libros y artículos, acabó acarreándole en 1889 su decreto de condena y su inclusión en el Índice de libros prohibidos por las tres obras publicadas hasta el momento (Le Christ, le papa et la démocratie, La crise fatale y La fin de l'Ancien Monde).
El obispo Noël Gaussail de Perpiñán le envió el 12 de noviembre de 1890, una nota comunicándole la suspensión a divinis y la prohibición de ostentar el título de canónigo honorario. Como resultado, Roca derivó en un anticatolicismo furioso, que se manifestó en artículos que publicó en L'Anti-clérical roussillonnais, y en la defensa de la clase obrera por medio de las ideas socialistas.
Casi ciego y en situación de pobreza, pasó sus últimos años de vida en Pollestres, primero, y después y hasta su muerte, el 10 de septiembre de 1893 en casa de una sobrina en Nefiac.
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