Por el Dr. Leonardo Guerra
Al igual que la inmunidad natural del individuo es la base de la inmunidad de grupo (la llamada inmunidad de rebaño) y es la piedra angular de cualquier estrategia de gestión y defensa contra las enfermedades infecciosas, la "inmunidad espiritual" del individuo contribuye directamente a la "inmunidad del cuerpo social", que se nutre de los recuerdos de nuestros antepasados (epigenética), de nuestras raíces culturales greco-cristianas, de nuestro sentimiento común y de nuestros valores fundacionales de un pueblo, nuestra civilización.
Al ser conscientes de ello, al adoptar formas de desarrollo (vía de entrenamiento), reforzamos nuestra estructura (aprendemos a controlar el miedo en cualquier situación, una habilidad fundamental) y nuestra contribución al cuerpo social.
Nuestra identidad y nuestro espíritu nos identifican en cada situación de la vida, protegiéndonos de posibles "incursiones o influencias bárbaras" de quienes quieren conquistar y dominar nuestro núcleo social utilizando diversas estratagemas psicológicas para engañar y burlar las defensas sociales, los llamados "Caballos de Troya".
La psicopandemia se ha abierto paso, por desgracia, porque hemos bajado demasiado nuestras barreras defensivas, nos hemos abierto y hemos acogido en nuestro interior, en nuestra civilización, que más o menos había resistido durante 70 años, a Ulises (Conde y Dragones) y sus degolladores que penetraron con engaño, aprovechándose de la ingenuidad de unos ciudadanos desestructurados y, por lo tanto, poco preparados e impotentes. El caos y el miedo han sido las consecuencias.
El profundo malestar mental colectivo actual, tras dos años de terrorismo pandémico, sigue alimentando y haciendo prevalecer el sentimiento del miedo sobre el de la razón, generando lo que la programación predictiva de las series de televisión lleva años anticipando, es decir, los "zombis" (los llamados muertos vivientes). El miedo, de hecho, es mucho más infeccioso y letal que la peste o el ébola, baja drásticamente nuestras defensas inmunitarias, reduce a cero nuestras capacidades cognitivas y las confina al nivel más bajo de nuestra existencia, el de las emociones, es decir, el cerebro reptiliano.
Los bloqueos emocionales, por lo tanto, impiden el acceso y el uso de la razón fomentando un círculo vicioso y negativo que desencadena un mecanismo de defensa básico, a saber, la actitud fideísta, cuando no el "síndrome de Estocolmo", hacia nuestros verdugos.
El miedo a la muerte también impide vivir plenamente, uno se conforma con sobrevivir (es decir, se aplana en las necesidades básicas) en un aislamiento emocional, sentimental (senti mento= sentir con la mente) de sus vecinos, familiares y parientes incluidos. Interrumpir cualquier conexión o puente con los cercanos o con los que uno se encuentra.
La indiferencia hacia el prójimo es el resultado social. Exactamente como se describe estar en el centro del Infierno de Dante (un corazón congelado).
El miedo bloquea la mente y la capacidad de razonar.
El conformismo resultante con el poder imperante crea el resto, es decir, masas que pueden ser maniobradas, mediante aportes externos, a voluntad en su comportamiento, reacciones y pensamientos. Verdaderas armas no convencionales de las masas. La realidad objetiva ya no existe, sino sólo la que es programada, percibida e inducida a voluntad por los gobernantes, utilizando a los individuos como marionetas, como un aficionado al fútbol. Se podría decir que "así se matan las civilizaciones y las identidades de los pueblos", se cortan sus raíces, se borran sus valores y los seres humanos se convierten en rebaños.
Nuestra identidad y nuestro espíritu nos identifican en cada situación de la vida, protegiéndonos de posibles "incursiones o influencias bárbaras" de quienes quieren conquistar y dominar nuestro núcleo social utilizando diversas estratagemas psicológicas para engañar y burlar las defensas sociales, los llamados "Caballos de Troya".
La psicopandemia se ha abierto paso, por desgracia, porque hemos bajado demasiado nuestras barreras defensivas, nos hemos abierto y hemos acogido en nuestro interior, en nuestra civilización, que más o menos había resistido durante 70 años, a Ulises (Conde y Dragones) y sus degolladores que penetraron con engaño, aprovechándose de la ingenuidad de unos ciudadanos desestructurados y, por lo tanto, poco preparados e impotentes. El caos y el miedo han sido las consecuencias.
El profundo malestar mental colectivo actual, tras dos años de terrorismo pandémico, sigue alimentando y haciendo prevalecer el sentimiento del miedo sobre el de la razón, generando lo que la programación predictiva de las series de televisión lleva años anticipando, es decir, los "zombis" (los llamados muertos vivientes). El miedo, de hecho, es mucho más infeccioso y letal que la peste o el ébola, baja drásticamente nuestras defensas inmunitarias, reduce a cero nuestras capacidades cognitivas y las confina al nivel más bajo de nuestra existencia, el de las emociones, es decir, el cerebro reptiliano.
El miedo a la muerte también impide vivir plenamente, uno se conforma con sobrevivir (es decir, se aplana en las necesidades básicas) en un aislamiento emocional, sentimental (senti mento= sentir con la mente) de sus vecinos, familiares y parientes incluidos. Interrumpir cualquier conexión o puente con los cercanos o con los que uno se encuentra.
La indiferencia hacia el prójimo es el resultado social. Exactamente como se describe estar en el centro del Infierno de Dante (un corazón congelado).
El miedo bloquea la mente y la capacidad de razonar.
El conformismo resultante con el poder imperante crea el resto, es decir, masas que pueden ser maniobradas, mediante aportes externos, a voluntad en su comportamiento, reacciones y pensamientos. Verdaderas armas no convencionales de las masas. La realidad objetiva ya no existe, sino sólo la que es programada, percibida e inducida a voluntad por los gobernantes, utilizando a los individuos como marionetas, como un aficionado al fútbol. Se podría decir que "así se matan las civilizaciones y las identidades de los pueblos", se cortan sus raíces, se borran sus valores y los seres humanos se convierten en rebaños.
El régimen de terror y la crueldad gratuita mantienen la situación.
Por lo tanto, ha llegado el momento de estructurarnos de la mejor manera posible y recurrir a la memoria de nuestros padres y antepasados y actuar adoptando con decisión formas de desobediencia civil contra esta tiranía cruel y malvada que utiliza el lenguaje de la emergencia para violar la democracia.
Spirito di Verita
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