sábado, 12 de marzo de 2022

EL RENACER DE LA SOTANA, EXPLICADO POR UN SACERDOTE

Podría decirse que la decadencia del traje eclesiástico acompaña en lo exterior la pérdida del sentido de la dignidad sacerdotal, uno de los más tristes frutos de la era postconciliar.


Quienes vivieron los años posteriores al Concilio Vaticano II – la llamada “crisis posconciliar” – recordarán la euforia con que el clero progresista, bajo los más diversos pretextos, abandonó el traje talar [1] o sotana. Alegaban que esta intimidaba a los fieles, que era anticuada, que los sacerdotes debían adoptar vestimentas “modernizadas” para ser mejor aceptados por el pueblo, etc.

De nada valió que el propio Papa Juan XXIII saliese al encuentro de estas falacias, advirtiendo a los sacerdotes que los fieles no desean verlos entregados a las modas del mundo, y que deben usar la sotana en todo lugar porque es una “imagen de la túnica de Cristo”, a quien representan. Ni valió que el Código de Derecho Canónico de 1983 (§ 284 y 285) exigiera un traje eclesiástico digno y decoroso, o que la Congregación para el Clero ratificara esa exigencia en el “Directorio para el ministerio y vida de los Presbíteros” de 1994. Para muchos sacerdotes progresistas esta normativa de la Santa Sede fue —y continúa siendo— letra muerta. 

Y así fueron pasando de la sotana al clergyman, de éste a la ropa casual (una simple camisa y pantalón), después a la camisa de manga corta, más tarde, camiseta, bermuda y ojotas debajo de la casulla ¡en plena Misa! como lo vimos en una iglesia de Lima; y no para allí... Podría decirse que la decadencia del traje eclesiástico acompaña en lo exterior la pérdida del sentido de la dignidad sacerdotal, uno de los más tristes frutos de la era postconciliar.

Felizmente los tiempos están cambiando. Aquellos eclesiásticos adoradores de la desacralización indumentaria van quedando obsoletos. Entre los seminaristas actuales como en el clero joven se manifiesta un renovado aprecio por el uso de la sotana como forma de expresar su amor al sacerdocio. Hoy, por todas partes los seminarios y noviciados más florecientes en vocaciones son aquellos que mantienen el traje talar. Un destacado eclesiástico español que fuera también Coronel Capellán Militar, expuso a fines del siglo pasado siete motivos que explican este fenómeno tan actual:


SIETE EXCELENCIAS DE LA SOTANA

Con esta breve exposición se espera recordar la importancia del “uniforme sacerdotal”, la sotana o hábito talar. Valga otro tanto para el hábito religioso propio de las órdenes y congregaciones. En un mundo secularizado no hay mejor testimonio cristiano de parte de los consagrados a Dios que la vestimenta sagrada en los sacerdotes y religiosos.

Por el padre Jaime Tovar Patrón


1. El recuerdo constante del carácter sacerdotal

Ciertamente que, una vez recibido el sacramento del Orden, no se olvida fácilmente. Pero nunca estará de más un recordatorio: algo visible, un símbolo constante, un despertador silencioso, una señal o bandera. Quien va vestido de paisano es uno de tantos; el que va con sotana, no: es un sacerdote, y él es el primer persuadido. No puede permanecer neutral, el traje lo delata. O se convierte en mártir o en un traidor, si llega el caso. Lo que no puede es quedar en el anonimato, como un cualquiera. Y luego... ¡tanto hablar de compromiso! No hay un compromiso cuando exteriormente nada dice lo que se es. Cuando se desprecia el uniforme, se desprecia la categoría o clase que este representa.


2. Presencia de lo sobrenatural en el mundo

No cabe duda de que los símbolos nos rodean por todas partes: señales, banderas, insignias, uniformes ... Uno de los que tienen mayor influencia es el uniforme. Un policía, un guardián, no hace falta que actúe, detenga, ponga multas, etc. Su simple presencia influye en los demás: conforta, da seguridad, irrita o pone nervioso, según sean las intenciones y conducta de los ciudadanos.

Una sotana siempre suscita algo en los que nos rodean. Despierta el sentido de lo sobrenatural. No hace falta predicar, ni siquiera abrir los labios. Al que está bien con Dios le da ánimo, al que tiene enredada la conciencia le avisa, al que vive apartado de Dios le produce remordimiento.

Las relaciones del alma con Dios no son exclusivas del templo. Mucha, muchísima gente no pisa la iglesia. Para estas personas, ¿qué mejor forma de llevarles el mensaje de Cristo que dejándoles ver a un sacerdote consagrado vistiendo su sotana? Los fieles han levantando lamentaciones sobre la desacralización y sus devastadores efectos. Los modernistas claman contra el supuesto triunfalismo, se quitan los hábitos, rechazan la corona pontificia, las Tradiciones de siempre y después se quejan por los seminarios vacíos… de falta de vocaciones. Apagan el fuego y luego se quejan de frío. No hay que dudarlo: la “desotanización” lleva a la desacralización.


3. Es de gran utilidad para los fieles

El sacerdote lo es, no sólo cuando está en el templo administrando los sacramentos, sino las veinticuatro horas del día. El sacerdocio no es una profesión, con un horario marcado… es una vida, una entrega total y sin reservas a Dios. El pueblo de Dios tiene derecho a que lo asista el sacerdote. Esto se le facilita si pueden reconocer al sacerdote de entre las demás personas… si éste lleva un signo externo. El que desea trabajar como sacerdote de Cristo debe poder ser identificado como tal para el beneficio de los fieles y el mejor desempeño de su misión.


4. Sirve para preservar de muchos peligros

¡A cuántas cosas se atreverán los clérigos y religiosos si no fuera por el hábito! Esta advertencia, que era sólo teórica cuando la escribía el ejemplar religioso padre Eduardo F. Regatillo, S. I., es hoy una terrible realidad.

Primero, fueron cosas de poco bulto: entrar en bares, sitios de recreo, pero poco a poco se ha ido cada vez a más.

Los modernistas quieren hacernos creer que la sotana es un obstáculo para que el mensaje de Cristo entre en el mundo. Pero, al suprimirla, han desaparecido las credenciales y el mismo mensaje. De tal modo que muchos ya piensan que al primero que hay que salvar es al mismo sacerdote que se despojó de la sotana supuestamente para salvar a otros.

Hay que reconocer que la sotana fortalece la vocación y disminuye las ocasiones de pecar para el que la viste y los que lo rodean. De los miles que han abandonado el sacerdocio después del Concilio Vaticano II, prácticamente ninguno abandonó la sotana el día antes de irse: lo habían hecho ya mucho antes.


5. Ayuda desinteresada a los demás

El pueblo cristiano ve en el sacerdote el hombre de Dios, que no busca su bien particular sino el de sus feligreses. La gente abre de par en par las puertas del corazón para escuchar al padre que es común del pobre y del poderoso. Las puertas de las oficinas y de los despachos, por altos que sean, se abren ante las sotanas y los hábitos religiosos. ¿Quién le niega a una monjita el pan que pide para sus pobres o sus ancianitos? Todo esto viene tradicionalmente unido a unos hábitos. Este prestigio de la sotana se ha ido acumulando a base de tiempo, de sacrificios, de abnegación. Y ahora, ¿se desprenden de ella como si se tratara de un estorbo?


6. Impone la moderación en el vestir

La Iglesia preservó siempre a sus sacerdotes del vicio de aparentar más de lo que se es y de la ostentación, dándoles un hábito sencillo en que no caben los lujos. La sotana es de una pieza (desde el cuello hasta los pies), de un color (negro) y de una forma (saco). Los armiños y ornamentos ricos se dejan para el templo, pues esas distinciones no adornan a la persona sino al ministro de Dios para que dé realce a las ceremonias sagradas de la Iglesia.


Pero, vistiendo de paisano, le acosa al sacerdote la vanidad como a cualquier mortal: las marcas, calidades de telas, de tejidos, colores, etc. Ya no está todo tapado y justificado por el humilde sayal. Al ponerse al nivel del mundo, éste lo zarandeará, a merced de sus gustos y caprichos. Habrá de ir con la moda y su voz ya no se dejará oír como la del que clamaba en el desierto cubierto por el palio del profeta tejido con pelos de camello.


7. Ejemplo de obediencia al espíritu y a la ley de la Iglesia

Como uno que comparte el Santo Sacerdocio de Cristo, el sacerdote debe ser ejemplo de la humildad, la obediencia y la abnegación del Salvador. La sotana le ayuda a practicar la pobreza, la humildad en el vestuario, la obediencia a la disciplina de la Iglesia y el desprecio a las cosas del mundo. Vistiendo la sotana, difícilmente se olvidará el sacerdote de su papel importante y su misión sagrada o confundirá su traje y su vida con la del mundo.

Estas siete excelencias de la sotana podrán ser aumentadas con otras que le vengan a la mente a usted. Pero, sean las que sean, la sotana por siempre será el símbolo inconfundible del sacerdocio porque así la Iglesia, en su inmensa sabiduría, lo dispuso y ha dado maravillosos frutos a través de los siglos.


[1] El adjetivo de raíz latina “talar”, aplicado al traje, significa “vestidura que llega a los talones”


Tradicion y Accion





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