Mirando a tu futuro, es necesario distinguir dos cosas: el esfuerzo y el resultado. El esfuerzo depende de ti; el resultado, no.
Por Dante A. Urbina
1. Ponte a disposición
“Escuché la voz del Señor, que decía: ‘¿A quién enviaré, quién irá por nosotros?’ Entonces respondí: ‘Heme aquí, envíame a mí’”. (Isaías 6:8)
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. (Lucas 1:38)
2. Trabaja para Dios, no para los hombres
“Es necesario que Él crezca, y yo disminuya”. (Juan 3:30)
“Sin duda que has purificado bien tu intención, cuando has dicho: renuncio desde ahora a toda gratitud y pago humanos”. (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 789)
3. No descuides la oración
“Antes de buscar la extensión del Reino de Dios afuera, lo primero que hay que buscar es que el Reino de Dios suceda adentro”. (Fray Nelson Medina, “Perfil de un trabajador de la viña del Señor”, Homilía en el Convento Santo Domingo de Guzmán (Colombia), 7 de julio de 2020)
“De lo que abundan en el corazón habla la boca”. (Lucas 6:45)
“Nunca seáis hombres o mujeres de acción larga y oración corta”. (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 937)
“Si no eres hombre de oración, no creo en la rectitud de tus intenciones cuando dices que trabajas por Cristo”. (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 109)
4. Recuerda que no eres dueño, sino administrador
“¡Qué pena, si al final hubieras hecho ‘tu’ apostolado y no ‘Su’ Apostolado!” (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 967)
“El reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos’. Y su señor le dijo: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos’. Su señor le dijo: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: ‘Señor, sabía que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo’. Respondiendo su señor, le dijo: ‘Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado’. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”. (Mateo 25:14-30)
“¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: ‘Pasa, siéntate a la mesa’? ¿No le dice más bien: ‘Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú’? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Por supuesto que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles, pues solo hicimos lo que teníamos que hacer’”. (Lucas 17:7-10)
5. No confundas medios y fines
“Fíjate el engaño del demonio. (…) Yo podría caer en algo como esto: ‘Cuanto más famoso sea, más puedo servir al Evangelio. ¡Qué importante que la gente me conozca para que el Evangelio llegue! (…) Con Evangelio o sin Evangelio, ¡qué bueno que me conozcan!’. Ya lo importante no es que la palabra de Dios llegue, sino que yo sea conocido, que yo sea aplaudido, que yo sea elogiado”. (Fray Nelson, “Desenmascarando la estrategia del demonio para oscurecer metas y fines”, noviembre de 2017)
“Su fama se difundía cada vez más, y grandes multitudes se congregaban para oírle”. (Lucas 5:15)
“Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él”. (Juan 6:66)
“La gente comenzó a irse. (…) Jesucristo tenía una iglesia de 10 mil miembros y en 45 minutos le quedaron doce”. (Fernando Casanova, Estoy en Casa (serie de EWTN), 2007, Temporada I, Episodio 12)
6. No te obsesiones con los resultados
“Yo planté, Apolos regó; pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”. (1 Corintios 3:6-7)
“Corres un riesgo, que consiste no en que el supuesto resultado sea brillante, sino en habértelo apropiado antes de que se produjera; se trataba, pues, además, de una ilusión. A causa de esta apropiación, si el resultado es inferior a lo imaginado, vas a tener la impresión de que ha habido un robo, de que se te ha hurtado algo que ya considerabas como propio en tu imaginación. El mal estaba en la apropiación. Y cuando una propiedad la sentimos amenazada, surge el temor, que no es otra cosa sino la liberación de energías defensivo-agresivas, desencadenadas para defender la propiedad amenazada. En nuestro caso, a este temor lo llamamos preocupación. Y la preocupación por los resultados va ensombreciendo la vida y quemando gran parte de las energías psíquicas”. (Ignacio Larrañaga, Del Sufrimiento a la Paz, Ed. Paulinas, Lima, 1990, pp. 42-43)
“¿Qué hacer, pues? Mirando a tu futuro, es necesario distinguir dos cosas: el esfuerzo y el resultado. El esfuerzo depende de ti; el resultado, no. En lo que depende de ti, debes lanzarte al combate con todas las armas y todos los medios a tu alcance: la experiencia de la vida, la colaboración de los demás, el sentido común, la ley de la proporcionalidad, el idealismo, el entusiasmo, la discreción”. (Ignacio Larrañaga, Del Sufrimiento a la Paz, Ed. Paulinas, Lima, 1990, p.42)
7. Recuerda que es una carrera de largo aliento
“¿No sabéis que de los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno se lleva el premio? Corran de tal manera que los obtengáis. Todo el que lucha, se abstiene de todo; estos, ciertamente, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. De esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no vaya a ser que yo mismo, habiendo enseñado a otros, vaya a quedar descalificado”. (1 Corintios 9:24-27)
“Ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cerca. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia”. (2 Timoteo 4:6-8)
El Filosofo Católico
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