Ayudó en la tienda regentada por su padre hasta los veinticinco años, cuando expresó el deseo de consagrarse a Dios en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Inició su postulantado el 25 de octubre de 1852 en el convento de la Santissima Annunziata di Borno (Brescia), pero tuvo que volver con su familia porque en 1854, antes de ser admitido en el noviciado, tuvo un comienzo de tuberculosis.
Epidemia de cólera
Fue necesaria la intervención de su Párroco y director espiritual, Don Francesco Palazzi, quien garantizó la sinceridad de las intenciones de Gaetano, que desde entonces vivía como terciario en el convento de San Vittore all'Olmo en Milán en la Provincia Capuchina de Lombardía. El 14 de febrero de 1855 pudo volver a ponerse el hábito.
En ese año estalló una epidemia de cólera en Milán: aunque él mismo estaba enfermo de fiebre miliar, suplicó a sus superiores que lo enviaran a ayudar a quienes habían contraído cólera. Fue ordenado sacerdote el 26 de diciembre de 1855, pero no podía confesar ni predicar, porque no había completado sus estudios teológicos. En los siguientes tres años formó parte de las fraternidades de Milán y Crema.
En 1858 fue adscrito al convento de Casalpusterlengo, en la diócesis de Lodi. El santuario de María Madre del Salvador, o Nuestra Señora de los Capuchinos, fue el lugar donde recibió a los fieles, muchos de los cuales aseguraron haber sido curados gracias a sus oraciones y bendiciones. Dada su reputación de santidad, el gobierno austriaco pidió su destitución, pero el obispo de Lodi, monseñor Gaetano Benaglio, se negó categóricamente.
El padre Carlo murió el 21 de febrero de 1859, padeciendo bronconeumonía y tuberculosis pulmonar; aún no había cumplido los treinta y cuatro. Desde 1898 sus restos reposan en el santuario de Casalpusterlengo, mientras que en 1932 fueron colocados en una nueva tumba.
El día 13 de diciembre, el papa Francisco aprobó las virtudes heroicas del Venerable Carlo María da Abbiategrasso.
La aprobación de las virtudes heroicas supone que a partir de ahora podrá ser llamado Venerable porque ha vivido en grado heroico la fe, la esperanza y la caridad.
Para proseguir hacia la beatificación hace falta ahora la aprobación de un milagro obrado por su intercesión.
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