El modernismo, una de las tendencias filosóficas dominantes del siglo XX que persiste hasta nuestros días, se basa en la doctrina errónea de que el hombre es la medida suprema de todas las cosas. El modernismo no se limita a la sola búsqueda del progreso y la prosperidad, sino que defiende una visión del mundo completamente nueva y diametralmente opuesta a la Fe Católica.
Una percepción subjetiva que se opone al orden objetivo
La verdad, según el modernista, depende de la percepción y las creencias de cada individuo y no de ninguna orden objetiva y universal de Dios. Por lo tanto, la verdad cambia según las personas, las épocas y los lugares: el modernismo insiste en que sólo la razón humana puede determinar lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, verdadero o falso. Y lo que es más grave, según la misma doctrina, todos los individuos tienen derecho, por su propia existencia, a ejercer este juicio subjetivo como mejor les parezca, siempre que no perjudiquen los derechos de otra persona.
Por lo tanto, el modernismo busca principalmente proteger y promover el avance de la condición humana mediante la justicia natural, el progreso tecnológico, la tolerancia religiosa, la paz temporal y la prosperidad material. El hombre es la medida y el fin de todas las cosas, y no hay nada más importante que su bienestar natural hic et nunc.
La verdad está más allá de nuestros límites
El catolicismo, por el contrario, insiste en que existe una verdad objetiva universal y una gran realidad abierta a todos los hombres, más allá de nuestra limitada e imperfecta vida terrenal. Esta verdad es Dios, y esta realidad es la dicha celestial.
Dios, según el catolicismo, ha creado y sostiene constantemente el universo y, en particular, a cada ser humano. Además, ha revelado verdades que tocan su naturaleza interior, más allá de la capacidad de la mente humana. A menudo son misteriosos y se relacionan con realidades sobrenaturales. No son menos verdaderos: simplemente son más sublimes. Dios ha enseñado, y a través de su única Iglesia sigue enseñando, estas verdades trascendentes, inmutables y divinas para que todos los hombres puedan alcanzar un día las alegrías eternas del paraíso.
Verdades intemporales, bellas y misteriosas
Los católicos creen que Dios puede, y de hecho lo ha hecho, revelar infaliblemente estas verdades intemporales, bellas y misteriosas, en contraste con los modernistas que profesan que el hombre debe descubrir toda la verdad por sí mismo.
Esta tendencia a magnificar el poder natural y la dignidad del hombre ha fomentado, a su vez, los errores modernistas que conocemos: la libertad religiosa, el ecumenismo, la colegialidad y muchos abusos litúrgicos. Todos estos problemas son claramente identificables en los textos del Concilio Vaticano II (1962-1965).
La Porte Latine
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