miércoles, 29 de diciembre de 2021

LO ESENCIAL OLVIDADO

Hay una gran tentación para los cristianos de poner su vida interior en suspenso dejándose ganar por la agitación.

Por el Abad Guillaume Scarcella


En una época en la que los medios de comunicación vuelven a infundir miedo, el cristiano tiene la gran tentación de (re)detener su vida interior dejándose ganar por la inquietud.

¿No es una lástima que la vida interior sea lo más necesario para que un cristiano siga a Cristo en la verdad y, sin embargo, sea lo menos practicado? La vida en unión con Dios es lo esencial y muy pocos se ocupan de ella. 

Nuestro Señor dijo: "El reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21). ¿Qué es este Reino de Dios? La gracia santificante, verdadera participación en su vida divina, que se siembra en nosotros en el bautismo como un grano de mostaza, y que está llamada a florecer hasta bañar nuestra alma por completo en el mundo sobrenatural.

Esa es la gran actualidad: la vida de Dios en nosotros, nuestro crecimiento en la gracia. En una de sus parábolas sobre el reino de Dios, Nuestro Señor utiliza la imagen de un sembrador (Mc 4,26-29) cuya semilla crece de día y de noche sin que él se dé cuenta. Un famoso carmelita comentó:
“Confiemos en el Espíritu Santo, en la obra de Dios en nosotros, y llegaremos a ser santos. Dios trabajará. Al insistir en este punto, vemos que lo que está en juego es la vida interior. La vida de la semilla tiene lugar dentro de la tierra; es independiente de los acontecimientos externos. Puede haber revoluciones, la semilla sigue creciendo. Los acontecimientos atmosféricos, las tormentas, el sol, favorecen el desarrollo de la planta. La lluvia es temida, y la lluvia es necesaria. Tememos al sol y a sus ardientes rayos, y ellos ayudan a la planta a desarrollarse, a darle una fuerza interior, una vida que florece”.
Padre Marie-Eugène de l'Enfant-Jésus, De nuit comme de jour, les paraboles du royaume, Ed. du Carmel, 2020, p. 112.

¿Qué queda por hacer? Volver a lo esencial, a través de la oración.


Fuente: Apostol n° 158


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