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Querido Aldo María:
Hace unos días fui al funeral del hijo de un antiguo compañero de instituto. Todos los signos de la Iglesia 2.0 estaban presentes. He aquí la monja 2.0 que, con solícita caridad, te espera en la puerta de casa para darte un poco de desinfectante, aunque el signo de la paz haya sido abolido y, por lo tanto, no sea necesario protegerse de un contacto humano que no estará allí. Me gustaría apartarla, pero temo que, en virtud de su posición de guardiana, pueda ofenderse o incluso impedirme la entrada, así que accedo al “protocolo”.
¿Quizás soy yo el único que se da cuenta de que ya no se usa el agua bendita, con la que el párroco podría, de alguna manera, bendecirnos? ¿Y por qué no lo hace? ¿Acaso tiene otras cosas más importantes que hacer?
Luego está el protocolo siempre presente para recordarnos el alma que ha volado al cielo, y durante la homilía, el sacerdote repite diligentemente a la asamblea lo que está escrito en él, como si fuera un pasaje de las escrituras.
Por último, está el poema leído in extremis, al final de la misa, por un amigo del difunto, diciendo el párroco que aquí está recomendando que todos esperen antes de salir porque hay que cumplir con este “rito”.
Me pregunto: ¿todos estos signos externos, que no forman parte de la Liturgia Católica, no podrían irritar un poco a nuestro Dios, que -me devano los sesos entre mis recuerdos bíblicos- es "un amante celoso" de sus propias criaturas? ¿No es suficiente con Cristo que murió en la cruz? Quizá la "nueva Iglesia" quiera mostrarse especialmente misericordiosa con los que sufren. Es una pena que no sea así con los fieles que quieren entrar en un lugar de culto, por ejemplo la Catedral de Orvieto, pero no pueden si no tienen un pase sanitario.
Debo señalar que durante mucho tiempo no puse ciertamente a Cristo y a la Iglesia en la cima de mis intereses y pensamientos, prefiriendo los placeres terrenales (más deseados que practicados, en verdad), pero me vi obligado a ello por voluntad divina. Y ahora me gustaría que se adorara a Dios con dignidad, no con burla.
Saludos cordiales
Carta firmada
Aldo Maria Valli
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