viernes, 6 de agosto de 2021

CARTA AL PAPA : “NECESITAMOS UN PADRE Y NO UN LÍDER DE UNA CORRIENTE CLERICAL”

Las iglesias, los confesionarios, incluso las arcas del Vaticano están cada vez más vacías: una señal de que el pueblo de Dios no reconoce la voz de los pastores. 


El último libro de Andrea Riccardi, fundador de Sant'Egidio y conocida voz del mundo progresista católico se titula “La Iglesia arde. Crisis y futuro del cristianismo”. Nosotros, querido Santo Padre, no hemos escrito ningún libro, no hemos realizado ningún análisis detallado, pero vemos cada día el fuego lento que devora y destruye la Iglesia católica en Italia y en el mundo. 

La dimisión de Benedicto XVI, hace ocho años, dejó a muchos en la desolación y a otros en la esperanza. Desde hace algún tiempo se habla del “efecto Bergoglio”, aludiendo a un renacimiento que lamentablemente nunca se produjo. ¡Todo lo contrario! La “Iglesia saliente” sigue siendo un lema sin contraparte real. Por el contrario, la ciudad santa del cristianismo, en la era del Covid, fue la primera en barricar sus iglesias, dando al mundo una señal de deserción total. 

Hemos sido testigos de viajes sinodales que han parecido verdaderas guerras civiles, con maniobras comprometidas para garantizar democracias al estilo soviético, y que han desembocado en documentos polémicos y prácticamente inútiles. 

Las iglesias, los confesionarios, incluso las arcas del Vaticano están cada vez más vacías: una señal de que el pueblo de Dios no reconoce la voz de los pastores

Los católicos chinos, encabezados por el cardenal Zen, sufren los acuerdos del Vaticano con la dictadura china y los Cardenales llevan años en la brecha. Mientras, a su lado, hay personajes como Becciu, que han acabado en escándalos económicos que no se veían desde la época de Marcinkus; otros, como Caffarra, Burke, Sarah, Müller, Pell han sido humillados, silenciados, ignorados; y aún otros, muy cerca de usted, impidieron que la Conferencia Episcopal Americana profundizara en el tema de la pedofilia. 

Como si esto fuera poco, se ha cargado órdenes religiosas conservadoras enteras que han tenido que sufrir una persecución inimaginable incluso en los tiempos más oscuros de la Santa Inquisición. Incluso personalidades de orientación completamente opuesta, como Enzo Bianchi, fueron “misericordiados” de la noche a la mañana, con una dureza sin precedentes. Al igual que obispos, sacerdotes, religiosos... en todo el país. 

La Iglesia hoy es un verdadero “hospital de campaña” lleno de heridos, que necesita urgentemente no tanto discursos de “misericordia”, sino misericordia verdadera, real, concreta. De verdadera paz. 

Su última disposición contra la llamada Misa Tradicional en Latín ha causado más estragos y división, sin ninguna motivación. ¿Por qué negar lo que había concedido su predecesor? ¿Por qué humillar a un pequeño rebaño de fieles acusándolos a todos de forma sumaria, sin apelar, y cómo aparece cada vez más evidente, sin fundamento? Así, después de ocho años, la “iglesia arde” como nunca antes: está dividida y destrozada, en Italia, en China, en Estados Unidos, en Alemania... como en la época de Lutero.

También los laicos —aunque más libres y no sometidos a la creciente arbitrariedad del mundo clerical— sufrimos este clima que se ha vuelto pesado, casi irrespirable, esta desaparición ahora total de toda sana pluralidad. 

La Madre Iglesia parece cada vez más una madrastra, impone anatemas, excomuniones y comisarías a un ritmo continuo. Por eso os pedimos humildemente: poned fin a esta guerra civil en la Iglesia, como un Padre que mira por el bien de todos sus hijos, y no como el líder de una corriente clerical que parece querer usar su autoridad monárquica al máximo, a menudo más allá de los límites del derecho canónico, para lograr una agenda personal ideológica.


Il Foglio



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