Piensa cuánto le debemos al trabajo de los escribas...
Esta cita que me ha acompañado desde que mi compromiso fue dirigir una biblioteca, una experiencia única en la que me he esforzado mucho y de la que he aprendido mucho, es cada vez más adecuada y adecuada a los tiempos.
Fundar bibliotecas es como construir más graneros públicos, amasar reservas contra un invierno del espíritu que, a mi pesar, veo venir de muchas pistas. He reconstruido mucho, y reconstruir significa colaborar con el tiempo, en su aspecto "pasado", captar su espíritu o modificarlo, estirarlo casi hacia un futuro más largo; significa descubrir el secreto de los manantiales bajo las piedras. [Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano (Nápoles, Richter 1953)].
* * *
Escribe un lector:
“Estamos librando una guerra. Cuando termine, volveremos a empezar con los libros que sobrevivieron a esta larga noche. Recogeremos aquellos dispersos, arrugados, mutilados. Los colocamos a la vista en nuestros hogares, volveremos a distribuirlos en los colegios, a escuchar su voz en las plazas. Guardo un trozo de una página, casi un fragmento, que ya es una novela en sí misma. La noche pasará, si guardamos la memoria, porque la memoria alimenta la esperanza”.
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Don Camilo abrió los brazos [al crucifijo]: -“Señor, ¿qué es este viento de locura? ¿No es que el círculo está a punto de cerrarse y el mundo se precipita hacia su rápida autodestrucción?”.-“Don Camilo, ¿por qué tanto pesimismo? Entonces, ¿habría sido inútil mi sacrificio? ¿Habría fracasado entonces mi misión entre los hombres porque la maldad de los hombres es más fuerte que la bondad de Dios?”.
- “No señor. Solo quise decir que la gente de hoy solo cree en lo que ve y toca. Pero hay cosas esenciales que no se pueden ver ni tocar: amor, bondad, piedad, honestidad, modestia, esperanza. Y fe. Cosas sin las que no puedes vivir. Esta es la autodestrucción de la que estaba hablando. El hombre, me parece, está destruyendo toda su herencia espiritual. La única riqueza real que había acumulado durante miles de siglos. Un día, pronto, se encontrará a sí mismo como el bruto de las cuevas. Las cuevas serán altos rascacielos llenos de máquinas maravillosas, pero el espíritu del hombre será el de la bestia de las cuevas […] Señor, si esto es lo que pasa, ¿qué podemos hacer?”.
Cristo sonrió:
- “Lo que hace el agricultor cuando el río desborda las riberas e invade los campos: la semilla debe guardarse. Cuando el río haya regresado a su cauce, la tierra volverá a emerger y el sol la secará. Si el agricultor ha guardado la semilla, podrá arrojarla a la tierra que el limo del río ha hecho aún más fértil, y la semilla dará fruto, y las espigas túrgidas y doradas darán a los hombres pan, vida y esperanza. La semilla debe ser salvada: la fe. Don Camilo, debemos ayudar a los que aún tienen la fe y mantenerla intacta. El desierto espiritual se extiende cada día más, cada día se marchitan nuevas almas porque son abandonadas por la fe. Cada día más hombres de muchas palabras y sin fe destruyen el patrimonio espiritual y la fe de los demás. Hombres de todas las razas, de todos los orígenes, de todas las culturas”. (Giovannino Guareschi, Don Camillo y Don Chichì, en All Don Camillo. Small world, II, BUR, Milán, 2008, págs. 3114-3115)
Chiesa e Postconcilio
- “Lo que hace el agricultor cuando el río desborda las riberas e invade los campos: la semilla debe guardarse. Cuando el río haya regresado a su cauce, la tierra volverá a emerger y el sol la secará. Si el agricultor ha guardado la semilla, podrá arrojarla a la tierra que el limo del río ha hecho aún más fértil, y la semilla dará fruto, y las espigas túrgidas y doradas darán a los hombres pan, vida y esperanza. La semilla debe ser salvada: la fe. Don Camilo, debemos ayudar a los que aún tienen la fe y mantenerla intacta. El desierto espiritual se extiende cada día más, cada día se marchitan nuevas almas porque son abandonadas por la fe. Cada día más hombres de muchas palabras y sin fe destruyen el patrimonio espiritual y la fe de los demás. Hombres de todas las razas, de todos los orígenes, de todas las culturas”. (Giovannino Guareschi, Don Camillo y Don Chichì, en All Don Camillo. Small world, II, BUR, Milán, 2008, págs. 3114-3115)
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