El obispo emérito de Orán, acusado judicialmente en Argentina de acoso sexual, ya no trabaja en la APSA, en el puesto que le buscó su santidad después de su malhadada partida del obispado norteño argentino.
Por Carlos Esteban
El obispo emérito de Orán, uno de los primeros nombramientos episcopales del papa Francisco, ya no trabaja como asesor en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, el puesto que su amigo personal, el pontífice romano, creara para él después de que renunciara a la dirección de la diócesis encomendada a causa de las denuncias de abuso de poder, mala gestión de los fondos diocesanos y conducta sexual impropia, según informó en su día el Tribuno de Salta.
Hannah Brockhaus escribe en la agencia CNA que el emérito argentino dejó su puesto hace ya cosa de diez días, según sus fuentes del fondo que gestiona las propiedades inmobiliarias de la Santa Sede, sin que se pueda dar razón precisa de su paradero actual, aunque se apunta a que pueda estar de vuelta en Argentina, donde sigue abierto contra él una causa judicial.
La Santa Sede no ha respondido aún oficialmente a las solicitudes de información cursadas por la agencia católica norteamericana.
La última noticia que teníamos sobre el prelado, que ha amenazado con interponer una querella contra InfoVaticana, pidiendo 300.000 euros, era que en mayo de 2018, cinco meses después de incorporarse a su cargo en la Santa Sede, cuando, según el portavoz de la Santa Sede, no se sabía nada de las acusaciones de abuso sexual, se le concedió la ciudadanía vaticana, un privilegio compatible con la nacionalidad argentina.
Antes de eso, en junio de 2020, supimos que Zanchetta había regresado de Argentina a Roma para retomar su labor tras haber declarado ante el tribunal.
Zanchetta no tenía, aparentemente, ni la edad, ni el currículum ni la aquiescencia del episcopado argentino necesarias para aspirar en su día al episcopado, pero sí la amistad del papa, a quien había conocido y tratado cuando trabajaba en la Conferencia Episcopal Argentina, entonces presidida por el cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, que llegó a ser su confesor.
Una vez nombrado papa, Bergoglio se acordó de Zanchetta y, saltándose los trámites habituales, le nombró obispo de Orán, en la provincia norteña de Salta. Pero Zanchetta no duró mucho al frente de la diócesis de Orán. Pidió la renuncia, pretextando una grave enfermedad de la que nunca más se supo y, sin despedirse siquiera de sus fieles o sus sacerdotes, buscó primero refugio en el obispado de Entre Ríos y voló luego a Madrid, acogido a la hospitalidad de su arzobispo, el cardenal Carlos Osoro, y bajo la protección del jesuita Germán Arana, hombre confianza del papa para casos turbios en el clero.
Porque, no mucho después, el Tribuno de Salta, un periódico local argentino, daba la noticia de que la verdadera causa de su fuga precipitada había sido una gestión desastrosa, abuso de poder y acusaciones de acoso homosexual. Dos seminaristas denunciaron al obispo en este sentido, contra el que presentaron como evidencia fotos enviadas desde el móvil de Su Ilustrísima que presentaba al prelado desnudo en actitudes procaces.
La reacción del Vaticano había sido, previamente, albergar a Zanchetta en la propia residencia papal, Casa Santa Marta, y crear ‘ex novo’ para él un cómodo puesto de ‘asesor’ en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), puntal del entramado financiero vaticano.
Cuando estalló el escándalo, el entonces portavoz de la Santa Sede, Alessandro Gisotti, convocó a la prensa para decir que
a) Zanchetta había sido suspendido de sus funciones en la APSA,
b) que el Vaticano solo conocía el asunto del ‘malestar’ de sus sacerdotes y los abusos de poder (reconociendo así que le dejaron colar la mentira de la enfermedad, por cierto), y
c) que de los abusos sexuales se acababan de enterar por las noticias de la prensa.
En una entrevista posterior concedida por Bergoglio a la periodista y escritora mexicana Valentina Alazraki, el pontífice insistió en la presunción de inocencia y dijo haber quedado convencido por la explicación que le había dado el emérito sobre las fotos obscenas, alegando que le habían ‘hackeado’ el móvil. Ignoro el conocimiento del pontífice sobre las capacidades de los ‘hackers’, que si bien pueden manipular cuentas ajenas, no pueden inventar fotografías de obispos desnudos e insinuantes.
Pero la cosa no había acabado, ni mucho menos, porque la magistratura argentina presentó contra el emérito una acusación penal por acoso sexual y malversación de fondos otorgados a su diócesis. La cosa salía ya del ámbito meramente eclesial.
Ya en Argentina para asistir al juicio -después de un periodo relativamente largo ‘desaparecido’-, el tribunal le prohibió salir del país, pero el propio Edgar Peña Parra, número dos de la Secretaría de Estado, escribió al tribunal para que se permitiera volver a Zanchetta, para que pudiera seguir con su trabajo, confirmando así que la suspensión anunciada por Gisotti había sido extraordinariamente corta.
InfoVaticana
En una entrevista posterior concedida por Bergoglio a la periodista y escritora mexicana Valentina Alazraki, el pontífice insistió en la presunción de inocencia y dijo haber quedado convencido por la explicación que le había dado el emérito sobre las fotos obscenas, alegando que le habían ‘hackeado’ el móvil. Ignoro el conocimiento del pontífice sobre las capacidades de los ‘hackers’, que si bien pueden manipular cuentas ajenas, no pueden inventar fotografías de obispos desnudos e insinuantes.
Pero la cosa no había acabado, ni mucho menos, porque la magistratura argentina presentó contra el emérito una acusación penal por acoso sexual y malversación de fondos otorgados a su diócesis. La cosa salía ya del ámbito meramente eclesial.
Ya en Argentina para asistir al juicio -después de un periodo relativamente largo ‘desaparecido’-, el tribunal le prohibió salir del país, pero el propio Edgar Peña Parra, número dos de la Secretaría de Estado, escribió al tribunal para que se permitiera volver a Zanchetta, para que pudiera seguir con su trabajo, confirmando así que la suspensión anunciada por Gisotti había sido extraordinariamente corta.
InfoVaticana
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