Tienen nuevo cura en el pueblo. Se ha marchado D. Jesús y ha llegado un sacerdote nuevo. Normal. Eso ya se sabe que pasa...
Por el padre Jorge González Guadalix
"Es un sacerdote", me dice Rafaela, "que está poniendo la parroquia patas arriba". Muy bien, o sea, le dije, que tenéis más actividad pastoral y más acciones evangelizadoras y caritativas que nunca, que está removiendo las raíces de la fe. Supongo que estaréis tan contentos, ya era hora. Pero no, parece que no van por ahí las cosas.
De hecho, me dice, las mismas misas o menos. Gente en la iglesia, poca. Poca y cabreada.
Patas arriba la iglesia, pero sólo en lo material. Aquellos sillones antiguos, tapizados en terciopelo rojo, han ido al vertedero, y ha pedido dinero para comprar otros de madera. La imagen de la Virgen niña, que compraron las hijas de María con tanto esfuerzo, ha desaparecido del templo. La Virgen del Carmen, tan querida, ha cambiado de sitio y ahora está en una peana nueva. Dinero perdido en aquellos seis candelabros de pie de bronce que se compraron con el dinero de la fiesta de dos o tres años. Demasiado ostentosos. Ha comprado seis para colocar sobre el altar. Y ahora pide dinero para renovar los muebles de la sacristía, porque los que tenemos ahora, que se compraron en tus tiempos, no le parecen bien.
Me dice Rafaela:
"El altar mayor lo he visto cambiar de lugar al menos cuatro veces. Estuvo donde está, luego en mitad de la nave para ser más comunitarios, volvió al presbiterio, descendió al crucero y ahora está otra vez en el ábside. He visto derribar el coro de madera porque sí y he visto levantarlo. La pila bautismal, en tres sitios, hasta quedar de macetero en el exterior y otra vez dentro. Dos o tres veces cambio en la sede. Cambio en el lugar de las imágenes. Cada cura quiere ornamentos diferentes. Lo que uno hace, el otro lo reforma, lo que uno compra, otro vende. Este pide dinero para hacer y el siguiente más dinero para deshacer o reformar.
Los curas hacéis y deshacéis, pero siempre con el dinero de los demás. Cada uno necesita dejar su cagadita".
Tiene más razón no que un santo, sino que toda la corte celestial. Lo he visto muchas veces. Demasiadas. Los curas, por lo menos algunos, sino muchos, entramos demasiadas veces a las parroquias como elefante en bazar y desde el desprecio más absoluto a las ideas, las tradiciones, las costumbres y el dinero de la gente, que ve cómo, año tras año, pagan las mismas cosas, los mismos caprichos, las más extravagantes ocurrencias de los señores curas, a los que encima no se puede decir nada porque para eso son los curas.
Evidentemente menos gente y más desilusionada. Nos lo ganamos a pulso.
De profesión, cura
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