San José se apareció a un pastor francés en 1660. En ese lugar se construyó un santuario y surgió un manantial, fuente de muchas gracias.
La única aparición de San José reconocida por la Iglesia tuvo lugar en Francia, exactamente en Cotignac; este hecho extraordinario ocurrió hace unos cinco siglos.
La aparición del santo al pastor
El 7 de junio de 1660, en Cotignac, un pastor local, Riccard Gaspar, estaba en el monte Bessilopn a tres kilómetros de la ciudad. El hombre estaba pastando sus ovejas, tenía tanta sed, ese día el sol estaba abrasando. El pastor era muy devoto de San José y comenzó a rezarle, de hecho tuvo una aparición del santo que señalando una gran piedra le dijo: “Yo soy San José, levanta esa piedra y puedes beber”.
Diez hombres no podrían haber levantado esa piedra indicada por San José y sin embargo el pastor, confiando en las palabras del santo, levantó la roca con mucha facilidad y bebió del manantial.
Esta es la única aparición de San José reconocida por la Iglesia.
Las primeras romerías y la fuente
Nació la “fuente de San José” y junto a ella se construyó una iglesia. Peregrinos de todo el mundo llegaron a Cotignac y muchos de ellos fueron curados de diversas dolencias.
La iglesia y el monasterio cayeron en mal estado durante la Revolución Francesa y permanecieron así durante varios años.
Después de la última guerra, las Hermanas Benedictinas establecieron su residencia permanente en ese lugar. El convento ha sido rehabilitado y la iglesia también. Muchos peregrinos aún hoy van al lugar de la aparición.
Los archivos de los Oblatos de María, que cuidan el Santuario, enumeran numerosos casos de milagros atribuidos a esa agua milagrosa.
Oración a San José
A ti, bendito José, que sufristeis tribulaciones, recurrimos y confiadamente invocamos tu patrocinio, después del de tu santísima esposa.
Por ese vínculo sagrado de caridad, que os unía a la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el amor paterno que brindasteis al Niño Jesús, mira, os suplicamos, con bondad la querida herencia que Jesucristo adquirió con su Sangre, y con tu poder y ayuda, socorred nuestras necesidades.
Protege, providente guardián de la Familia divina, a la descendencia elegida de Jesucristo: aparta de nosotros, oh Padre amado, los errores y los vicios que contaminan el mundo; ayúdanos propiciamente desde el cielo en esta lucha con el poder de las tinieblas, oh nuestro protector más fuerte.
Y así como una vez salvasteis de la muerte la vida amenazada del niño Jesús, ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las trampas hostiles y de toda adversidad; y extiende tu patrocinio sobre cada uno de nosotros siempre, para que con tu ejemplo y tu ayuda, podamos vivir virtuosamente, morir piadosamente y alcanzar la bienaventuranza eterna en el cielo.
Amén
(Rita Sberna).
Gaudium Press
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