Por el padre José Luis Aberasturi
Se puede “pedalear” todo lo que se quiera. Pero, lo cierto y verdad es que, en la Iglesia Católica no hay nada de eso, ni lo ha habido jamás, porque no ha salido de Cristo; ni, por tanto, lo puede haber. Son “inventos” muy posteriores, como unos dos mil años posteriores; y no tienen nada que ver con la Iglesia, excepto para que esta los ponga en su sitio, y los machaque: sobran razones lógicas para ello: ni siquiera hay que malgastar las teológicas.
Sí puede haber “católicos” feministas, machistas, abortistas, dentro y fuera del armario…, o sea, “católicos a lo biden”; que es una “categoría” que, dentro y respecto a los católicos, ha crecido enormemente en los últimos cincuenta años, siendo común entre laicos y jerarcas; y significa, en concreto, “ir contra lo católico; pretendiendo que ese ‘ir contra’ es lo católico más fetén”. Pero, de facto, ninguna de esas tomas de postura, son católicas.
Lo que sí hay son personas “católicas” que, renunciando a su ser católicos, se empeñan no solo en chapotear en esas “consignas de partido”, sino en que esas cosas estén: porque las asumen, y las incorporan. Por poner un ejemplo: ahí está la llamada “teología de la liberación”, que ni es teología ni es liberación, porque NO es CATÓLICA. Otra cosa es que los que la sostienen, difunden y financian no se den cuenta. O sí.
Pero nunca porque esas cosas estén en el interior de la Iglesia como parte de “lo católico”. Insisto: no las puede haber, porque hay una total incompatibilidad entre eso y lo auténticamente católico. O sea, entre “eso” -el mundo, sus pompas y sus obras; o sea, satanás- y Cristo.
Lo que si hay en la Iglesia Católica son PECADORES. Que lo somos todos, por cierto. Pero esto no tiene nada que ver con las construcciones pseudoculturales que se quieren instaurar en el seno de la Iglesia, como un modo más -consciente o inconsciente, pero siempre libre; y, por tanto, con su carga moral correspondiente-, para sacarla de su sitio y misión, e ir minándola en sus raíces.
Y me explico al respecto.
De entrada, esa terminología no está en la Sagrada Escritura. Y esto significa exactamente que ni es de Dios, ni tiene que atenderla la Iglesia; excepto para ponerlas en su sitio y rechazarlas. Insisto.
Además, hay que saber que toda esa terminología -feminismo, machismo, ideología de género, pareja, trans, lgbt, tolerancia, ecologismo, divorcio, anticoncepción, etc.-, nace y viene del mundo MASÓN primero, y del MARXISMO después.
Es decir, de unas nefastas ideologías crueles e inhumanas, enemigas de todo y de todos los que que no sean como ellos, o se sometan a ellos. Por supuesto, y como no puede ser de otra manera, ¡ANTICATÓLICAS a rabiar desde el segundo uno de su existencia!
Toda esa terminología, a mayor abundamiento, la han “creado” los marxi-masones, en línea con su gran iluminación de la “lucha de clases”, para ACABAR, antes que nada y en primer lugar, con la IGLESIA. Que para eso han nacido esas ideologías.
Y, en consecuencia, solo están al servicio de eso: no están para “liberar” a nadie de nada; sino para alcanzar el PODER. El poder MUNDANO, que es el único que les sirve, porque es el único que les gusta, porque es lo único que van a poder disfrutar.
En segundo lugar, el mero hecho de admitir esas categorías, es convertirse en un “tonto útil” de esos tiranos embaucadores; a fuerza, como es lógico, de desnaturalizarse y convertirse uno en un INÚTIL, católicamente hablando.
En tercer lugar, admitirlas para luego pretender “bautizarlas”, es un mero desideratum, ilógico e inmoral, además de superfluo e imposible; porque admitirlas, aún con esa “buenísima” intención, es ya meterse en sus categorías; y nadie va a ganarles “en su terreno”.
Con el agravante de que si admites una cosa, como son conscientemente insaciables, tendrás que ir admitiendo otra, y otra…, hasta llegar al sacerdocio femenino, yendo más lejos cada vez.
Aparte de que es imposible su “bautismo”, se pongan como se pongan sus promotores, “católicos a lo biden”: lo mismo que no se puede bautizar a un canario o a una vaca; ni admitir a la Comunión sacramental a una persona en pecado grave, reconocido públicamente; ni admitir a confesar a un pagano; ni divorciar a un matrimonio católico… ¡No se puede! Y “lo que no se puede, no se puede y, además, es imposible”, también en la Iglesia Católica. Los milagros no están en esa línea, ni para eso.
Si lo de bautizar a un canario, por ejemplo, te lo plantease una niña de cinco años, pues le explicas las cosas sencillamente, os reís un poco, le das un caramelo, y a otra cosa. Pero cuando te lo dice una persona de 50 años, y te lo dice -te das perfecta cuenta- con toda la seriedad del mundo, pretendiendo ser un “católico en la cresta de la ola”, o sea, de lo más “moderno” y “que está en el mundo”…, entonces hay un verdadero problema, y gordo. En esa persona: no en la Iglesia.
Y si esto pasa en personas que, teóricamente, deberían ser lo más de lo más, dada su condición y su vocación, excusado es decir lo que puede pasar, y pasa, en otras menos preparadas. Incluso en altas cumbres jerárquicas.
Pero exactamente esto es lo que ha ido pasando en la Iglesia desde su último Concilio: que ha entrado, institucionalmente, en una permanente contradicción consigo misma, que es lo peor que le ha podido pasar, pretendiendo prácticamente la cuadratura del círculo: algo objetivamente imposible, tanto en el plano moral, como intelectual y pastoral.
Así se llega, y se pretenden justificar después, todas las aberraciones “eclesiásticas” en uso: desde el “sacerdocio femenino” hasta el “cuidado de la casa común”, sin olvidarse de recoger los plásticos y dar la comunión a los católicos divorciados, y más tarde “arrejuntados” con otra.
Y se ha llegado a tal punto que, con las excepciones de san Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia -en y desde sus jerarquías más altas- no encuentra su sitio, porque lo ha perdido; y porque -lo que es mucho más grave-, ha querido desconocer de dónde ha venido y para qué está puesta en el mundo.
Para recomenzar y “convertirse” -auténtica METANOIA: lo propio del católico y de su Iglesia-, esta, tendría que reconocer primero de dónde ha salido; debería denunciar después y rechazar lo que ha hecho; y, desde aquí, con un profundo espíritu de contrición, humillándose profundamente ante el Señor, volver a empezar: desde Cristo, su Esposo Fiel, su único Esposo.
Todos los demás “esposos” -si existieran, que no existen-, le sobran. Como le sobran todos los “tontos INUTILES”. Más los “tontos MALOS", que también los hay.
Amén.
Non mea Voluntas
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