Un inusual juicio por abusos sexuales actualmente en curso en el Vaticano dio un giro potencialmente explosivo el miércoles, y la respuesta puede tener mucho que decir sobre la seriedad real de las reformas lanzadas por el papa Francisco.
Por John L. Allen Jr.
Tres testigos declararon que el cardenal italiano Angelo Comastri, quien fue relevado de su cargo como arcipreste de la Basílica de San Pedro el sábado pasado por el papa Francisco, o sus ayudantes, había estado al tanto de las acusaciones de abuso sexual en un pre-seminario en terrenos del Vaticano y no tomó ninguna acción. Aunque los méritos de ese testimonio tienen que ser examinados críticamente, al menos crea la base para una investigación de Comastri, de 77 años, que, dependiendo del resultado, podría conducir a una acusación de negligencia criminal.
No se trata sólo de una cuestión canónica sobre el estatus clerical de Comastri. En este caso, los presuntos delitos tuvieron lugar dentro del propio Vaticano, lo que significa que si Comastri hizo algo mal, es el propio sistema jurídico vaticano el que tiene que impartir justicia civil.
Hasta la fecha, ningún clérigo de alto rango ha sido acusado de un delito penal en un tribunal vaticano, lo que lleva a muchos observadores a sospechar que el sistema está diseñado para aislar de la exposición a figuras de tan alto rango. Si no se toman medidas en relación con Comastri, esas impresiones pueden quedar grabadas en el cemento; sin embargo, si el sistema actúa, muchos observadores podrían llegar a la conclusión de que por fin ha llegado una verdadera “reforma”.
Para recapitular, la acusación en el centro de este caso es que un estudiante en el Pre-Seminario de San Pío X en el Vaticano, hoy un sacerdote llamado Gabriele Martinelli, abusó sexualmente de otro estudiante, que ha sido identificado sólo por las iniciales "L.G.", mientras que ambos eran menores de edad entre 2007 y 2012. En aquel momento, L.G. era un año menor que Martinelli. También está acusado el padre Enrico Radice, hoy de 71 años, que era el rector del preseminario en el momento en que se habrían producido los abusos, y que supuestamente los encubrió.
El Pre-Seminario de San Pío X es bien conocido en los círculos vaticanos, ya que se encuentra en un espacio de 108 acres del Estado de la Ciudad del Vaticano y abastece a los monaguillos que sirven en las misas papales dentro de la Basílica de San Pedro.
El caso estalló en 2017, cuando el periodista italiano Gianluigi Nuzzi, uno de los protagonistas de los escándalos del Vatileaks, publicó un libro titulado Peccato Originale (Pecado original) que contenía una carta de un exalumno polaco del preseminario llamado Kamil Jarzembowski, dirigida al papa Francisco, en la que Jarzembowski afirmaba haber presenciado actos de abuso.
El tribunal vaticano ya ha escuchado al propio Martinelli, que ha negado firmemente las acusaciones y ha sugerido que “son el resultado de tensiones internas en el preseminario entre progresistas y tradicionalistas”.
El miércoles se dedicó al testimonio de cuatro personas llamadas por el Promotor de Justicia del Vaticano, lo que significa que eran testigos de cargo. Como mínimo, estos testigos no pintaron un cuadro muy atractivo de la vida en el preseminario durante los años en cuestión.
Alessandro Flaminio Ottaviani, que pasó un año en el pre-seminario entre 2010 y 2011, describió lo que llamó un "ambiente insalubre" lleno de "presiones psicológicas", incluyendo bromas y referencias verbales sobre la homosexualidad, incluso dando a ciertos estudiantes apodos femeninos basados en sus supuestas inclinaciones homosexuales, y también referencias burlonas a "cardenales y obispos de la Curia" percibidos como homosexuales.
Christian Gilles Donghi, que pasó sólo un mes en el preseminario en 2009 antes de abandonarlo debido a lo que calificó de experiencia "penosa", describió "cotilleos extremadamente intensos", incluso sobre miembros de la Curia romana, así como burlas de los alumnos por su aspecto físico o sus rasgos supuestamente afeminados.
Ninguna de las cuatro personas afirmó haber sido testigo directo de los supuestos abusos de Martinelli a L.G., pero sí afirmaron que Martinelli tenía "actitudes homosexuales", que provocaban referencias burlonas entre los alumnos, y también haber sido testigos de insinuaciones y gestos sexualmente inapropiados de Martinelli, como tocar los genitales de otro alumno. También afirmaron que Martinelli gozaba de autoridad entre los compañeros debido al favor mostrado por Radice, y uno de ellos dijo que a Martinelli le llamaban el "pequeño comandante" porque Radice le permitía dirigir diversos aspectos del funcionamiento del preseminario.
Lo que resulta especialmente interesante es que tres de los cuatro testigos afirmaron que Comastri estaba al corriente de los problemas del preseminario y, en concreto, de las acusaciones sobre Martinelli y L.G.
● Donghi dijo que un funcionario de la diócesis italiana de Como, que patrocina el preseminario, le contó que Comastri bloqueó un intento de destituir a Radice como rector, calificando las acusaciones de "falsedades", y que el funcionario estaba "alarmado por la actitud del cardenal Comastri".
● Ottaviani dijo que una vez vio a Jarzembowski salir del despacho de Comastri tras haber informado al cardenal de las acusaciones contra Martinelli.
● El padre Pierre Paul, que dirige un coro en la basílica de San Pedro y tiene contacto frecuente con los alumnos del preseminario, dijo que monseñor Vittorio Lanzani, adjunto de Comastri en la basílica, "sabía lo de Kamil y L.G.".
Dado que Comastri fue destituido de su cargo sólo cuatro días antes de la audiencia del miércoles, es tentador pensar que el “papa Francisco” sabía lo que se avecinaba y se quitó de en medio a Comastri de antemano. Sea como fuere, una dimisión oficialmente inexplicada, sin seguimiento judicial, no es la plena transparencia y rendición de cuentas que el “pontífice” y sus ayudantes han dicho que se supone que está en el corazón de sus “reformas”.
Para ser justos, no está del todo claro qué responsabilidad tenía Comastri en el preseminario. Lo puso en marcha un sacerdote italiano de Como llamado Giovanni Folci, que también fundó una orden religiosa llamada "Opera Don Folci", y a lo largo de los años ha sido un poco impreciso si la orden, la diócesis o el Vaticano -o los tres, en alguna combinación mal definida- tienen el control operativo.
En el testimonio del jueves, el actual obispo de Como, Oscar Cantoni, dijo a la corte que se reunió con Comastri en 2017, quien le dijo que el Vaticano era responsable únicamente del servicio de los estudiantes en la Basílica de San Pedro, no de las operaciones internas en el pre-seminario.
Además, todo lo que tenemos en este momento es el testimonio no corroborado de tres personas de que Comastri o sus subordinados sabían de las acusaciones de abuso. Se desconoce exactamente qué sabía y qué hizo con esa información, si es que hizo algo.
Ése es precisamente el tipo de cuestiones que deberían abordarse en una investigación formal del Promotor de Justicia del Vaticano.
Después de todo, el Vaticano ha decidido dejar que el proceso Martinelli se desarrolle a la vista de todos, en parte para obtener crédito por “su compromiso con la transparencia”. El precio de ese crédito, sin embargo, es que el Vaticano debe ser visto actuando sobre la información que el proceso genera, incluso si la pista parece conducir a un Príncipe de la Iglesia.
La pelota está ahora en el tejado del Vaticano, y mucho parece depender de cómo reaccione.
Bishop-Accountability
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