“Publicamos el Informe afligidos por las heridas que el caso ha provocado en las víctimas, en sus familias, en la Iglesia en los Estados Unidos, en la Iglesia Universal”, escribe Parolin en su declaración de hoy. “Como hizo el papa, yo también he podido examinar los testimonios de las víctimas contenidos en las Actas en las que se basa el Informe y que están depositados en los archivos de la Santa Sede. Su contribución ha sido fundamental”, destaca el purpurado.
Parolin asegura que han ido “en búsqueda de la verdad” a la hora de elaborar el informe, “ofreciendo material útil para responder a las preguntas planteadas por el caso”. “La invitación que me permito dirigir a todo el que busque respuestas es la de leer el documento en su totalidad y de no pensar que encontrará la verdad en una parte en vez de otra. Sólo a partir de la visión global y del conocimiento, en su totalidad, de lo reconstruido de los procesos de toma de decisiones concernientes al ex cardenal McCarrick, será posible comprender lo que ha sucedido”, explica Parolin.
Andrea Tornielli, director editorial de los medios de comunicación vaticanos, ha escrito un artículo en Vatican News en el que resumen el informe. “En el momento del nombramiento del arzobispo en Washington Theodore McCarrick en 2000, la Santa Sede actuó sobre la base de información parcial e incompleta. Desgraciadamente, se cometieron omisiones y subestimaciones, se tomaron decisiones que después se evidenciaron equivocadas, entre otras cosas porque, en el curso de las verificaciones solicitadas por Roma en su momento, las personas interrogadas no siempre dijeron todo lo que sabían”, escribe el periodista italiano.
Tornielli explica que hasta 2017 no llegaron acusaciones fundadas de abuso o acoso a menores. Cuando llegó la primera denuncia de una víctima menor de edad “el papa Francisco actuó de modo rápido y con decisión contra el anciano cardenal”, escribe.
La investigación, que comenzó a finales de verano de 2018, dice el director editorial vaticano, se inició durante semanas de “evidente tensión” tras la intervención del ex nuncio apostólico Carlo Maria Viganò, “quien a través de una operación mediática internacional, llegó pedir públicamente la renuncia del actual Pontífice”.
Tornielli explica que las denuncias de menores sobre la conducta del ex cardenal durante los años 90 fueron hechas a través de “algunas cartas anónimas llegadas a los cardenales y a la nunciatura de Washington, pero sin dar indicios, nombres ni circunstancias”. “Lamentablemente, estas fueron consideradas no creíbles precisamente porque carecían de elementos concretos”, relata el periodista.
La primera acusación fundada que afecta a menores fue la de 2017, que condujo a la apertura de un procedimiento canónico que concluyó con dos decisiones del papa Francisco: primero, le quitó el birrete cardenalicio, y después le dimitió del estado clerical.
Tornielli señala que “un cardenal americano avisó de los rumores de McCarrick en 1999”. “Una coyuntura crucial en el asunto es ciertamente el nombramiento como Arzobispo de Washington. Durante los meses en los que se barajó un traslado de McCarrick a una de las tradicionales sedes cardenalicias de los Estados Unidos, entre diversas y acreditadas opiniones positivas, se registró el parecer negativo del cardenal O’Connor. Aunque reconoció que no tenía información directa, el cardenal explicó, en una carta del 28 de octubre de 1999 dirigida al nuncio apostólico, que consideraba un error la nómina de McCarrick para un nuevo puesto: se arriesgaba un grave escándalo a causa de los rumores de que en el pasado el arzobispo había compartido el lecho con jóvenes adultos en la residencia curial y con seminaristas en una casa junto al mar”.
Juan Pablo II pidió al nuncio que verificara las acusaciones. La investigación escrita, escribe Tornielli, no condujo a ninguna prueba concreta: tres de los cuatro obispos de Nueva Jersey consultados proporcionaron informaciones definidas en el Informe como “no exactas e incompletas”. El Papa polaco acogió la propuesta del entonces Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, Gabriel Montalvo, y del entonces prefecto de la Congregación para los Obispos, Giovanni Battista Re, de retirar la candidatura de McCarrick.
Sin embargo, un nuevo hecho cambió radicalmente el curso de los acontecimientos, nos dice Tornielli. “El propio McCarrick, después de conocer evidentemente su candidatura y las reservas sobre él, escribió el 6 de agosto de 2000 al entonces secretario personal del Pontífice polaco, el obispo Stanislaw Dziwisz”, escribe.
“Se proclamó inocente y juró que “nunca había tenido relaciones sexuales con ninguna persona, hombre o mujer, joven o viejo, clérigo o laico”. Juan Pablo II leyó la carta. 0147Se convenció de que el arzobispo estadounidense decía la verdad, y de que las voces negativas eran, de hecho, sólo voces, infundadas o no probadas. Por lo tanto, fue el propio Papa, a través de indicaciones precisas dadas al entonces Secretario de Estado, Angelo Sodano, quien determinó que McCarrick entrase nuevamente en el grupo de los candidatos. Y fue él, finalmente, quien lo eligió para el puesto de Washington”, escribe el director editorial del Vaticano.
“Según algunos de los testimonios citados en el Informe, también puede ayudar a comprender el contexto de este período la experiencia personal vivida por el entonces arzobispo Wojtyla en Polonia, quien durante años había sido testigo del uso instrumental de falsas acusaciones por parte del régimen para desacreditar a sacerdotes y prelados”, añade Tornielli.
“Cuando en 2005 resurgieron acusaciones de acoso y abuso de adultos, el nuevo Papa, Benedicto XVI, pidió rápidamente la renuncia al cardenal estadounidense, al que acababa de conceder una prórroga de dos años de su mandato”, señala el periodista.
“Del Informe se desprende que durante ese período Viganò, en cuanto delegado de las Representaciones Pontificias, había comunicado a sus superiores de la Secretaría de Estado las informaciones recibidas de la nunciatura, subrayando su gravedad. Pero mientras encendía las alarmas, incluso él comprendía que no estaba frente a acusaciones probadas. El cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, presentó la cuestión directamente al Papa Benedicto XVI. En dicho contexto, en ausencia de víctimas menores de edad, y tratándose de un purpurado ya renunciado a su encargo, se decidió no abrir un proceso canónico formal para investigar acerca de McCarrick”.
La Congregación para los Obispos pidió a McCarrick que llevara una vida más apartada y renunciara a los frecuentes eventos públicos. A pesar de ello, “el cardenal siguió viajando de una parte del mundo a otra, incluida Roma”. “Estos desplazamientos eran generalmente conocidos y, al menos, tácitamente aprobados por el nuncio”
“De los documentos y testimonios que ahora se publican en el Informe se desprende claramente que nunca se trató de “sanciones”. Se trató más bien de recomendaciones, dadas oralmente en 2006 y por escrito en 2008, sin mencionar explícitamente el imprimatur de la voluntad del Papa”, escribe Tornielli.
“Se toleró de hecho que el cardenal permaneciese activo y siguiera viajando y que llevase a cabo, aunque sin ningún mandato de la Santa Sede, varias misiones en diversos países, de las que a menudo se extraen informaciones útiles”, afirma el periodista.
Tornielli cuenta que ante una nueva denuncia contra McCarrick que le fue comunicada en 2012, Viganò, que había sido nombrado nuncio en los Estados Unidos, “recibió instrucciones de investigar” por parte del cardenal Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos. “Por lo que se desprende del Informe, sin embargo, el nuncio no realizó todas las investigaciones que se le habían solicitado. Además, siguiendo el mismo enfoque utilizado hasta entonces, no dio pasos significativos para limitar las actividades y los viajes nacionales e internacionales de McCarrick”.
Cuando es elegido Francisco, “los hábitos de viaje de McCarrick no habían cambiado”, y “al nuevo papa no se le entregó ningún documento o testimonio que le hiciera consciente de la gravedad de las acusaciones”.
“A Francisco se le dijo que había habido “rumores” y acusaciones sobre “comportamientos inmorales con adultos” antes de la nominación de McCarrick en Washington. Pero considerando que las acusaciones habían sido analizadas y rechazadas por Juan Pablo II, y bien consciente de que McCarrick había permanecido activo durante el pontificado de Benedicto XVI, el papa Francisco “no vio la necesidad de cambiar lo que sus predecesores habían establecido”, por lo que “no es cierto que haya eliminado o aliviado las sanciones o restricciones al arzobispo emérito”, escribe Tornielli en Vatican News.
Declaración completa del cardenal Pietro Parolin
Hoy se publica el Informe sobre el conocimiento institucional y el proceso de toma de decisiones de la Santa Sede en relación con el ex cardenal Theodore Edgar McCarrick que la Secretaría de Estado ha elaborado por mandato del papa. Es un texto exhaustivo, que ha requerido un cuidadoso examen de toda la documentación relevante en los archivos de la Santa Sede, la Nunciatura en Washington y las diócesis de los Estados Unidos involucradas de diversas maneras. La compleja investigación se ha integrado, además, con la información obtenida de los coloquios con los testigos y las personas informadas de los hechos, a fin de obtener un panorama lo más completo posible y un conocimiento más detallado y preciso de las informaciones pertinentes.
Publicamos el Informe afligidos por las heridas que el caso ha provocado en las víctimas, en sus familias, en la Iglesia en los Estados Unidos, en la Iglesia Universal. Como hizo el papa, yo también he podido examinar los testimonios de las víctimas contenidos en las Actas en las que se basa el Informe y que están depositados en los archivos de la Santa Sede. Su contribución ha sido fundamental. En su Carta al Pueblo de Dios de agosto de 2018, el Santo Padre Francisco escribía a propósito de los abusos de menores “Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas”.
Como se desprende del tamaño del informe y de la cantidad de documentos e información que contiene, hemos ido en búsqueda de la verdad, ofreciendo material útil para responder a las preguntas planteadas por el caso. La investigación, como es sabido, ha requerido dos años de trabajo y ahora que el texto se ha hecho público, se entenderá el por qué de este tiempo no breve. La invitación que me permito dirigir a todo el que busque respuestas es la de leer el documento en su totalidad y de no pensar que encontrará la verdad en una parte en vez de otra. Sólo a partir de la visión global y del conocimiento, en su totalidad, de lo reconstruido de los procesos de toma de decisiones concernientes al ex cardenal McCarrick, será posible comprender lo que ha sucedido.
En los dos últimos años, mientras se realizaba la investigación que ha desembocado en este Informe, hemos dado pasos significativos para asegurar mayor atención a la protección de los menores e intervenciones más eficaces para evitar que se repitan ciertas decisiones tomadas en el pasado. La normativa canónica se ha enriquecido con el Motu proprio Vos estis lux mundi, que prevé la creación de mecanismos estables para recibir los avisos de abusos y establece un procedimiento claro para investigar las denuncias contra los obispos que hayan cometido delitos o hayan protegido a sus responsables. Y al Motu proprio se añaden los instrumentos nacidos tras el Encuentro de febrero de 2019 sobre la protección de los menores. Pienso, por ejemplo, en la intervención, el pasado mes de diciembre, sobre el secreto pontificio acerca de las denuncias, los procesos y las decisiones relativas a los casos de abuso de menores y personas vulnerables; y en los casos de omisión de denuncia o encubrimiento de los abusadores. Y pienso también en la publicación del Vademécum sobre los procedimientos para tratar los casos de abuso de menores, publicado el pasado mes de julio por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
“Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado”, escribía el Santo Padre en la Carta al Pueblo de Dios y añadía: “Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.” De la lectura del documento se desprenderá que todos los procedimientos, incluido el nombramiento de obispos, dependen del compromiso y la honestidad de las personas interesadas. Ningún procedimiento, incluso el más perfeccionado, está libre de error porque involucra las conciencias y las decisiones de hombres y mujeres. Pero el Informe repercutirá también en esto: en hacer que todos los involucrados en tales cuestiones sean más conscientes del peso de sus decisiones u omisiones. Son páginas que nos empujan a una profunda reflexión y a preguntarnos qué más podemos hacer en el futuro, aprendiendo de las dolorosas experiencias del pasado.
Me gustaría concluir diciendo que el dolor va acompañado de una mirada de esperanza. Para que estos fenómenos no se repitan, además de normas más eficaces, necesitamos una conversión de los corazones. Necesitamos pastores creíbles anunciadores del Evangelio, y todos debemos ser muy conscientes de que esto sólo es posible con la gracia del Espíritu Santo, confiando en las palabras de Jesús: “Sin mi nada podéis hacer”.
Puede leer el informe en italiano aquí, al final del artículo de Tornielli.
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