lunes, 26 de octubre de 2020

LOS PROGRES Y LA GUERRA

Taussig, el traidor, mostró -según noticias- la carta donde su jefe, Bergoglio, mandaba el cierre del Seminario de San Rafael. Se cumplió un viejo anhelo de Bergoglio al cual también se lo incluye en lo que hoy se llama “CRISTIANOFOBIA”. 

Por Diego Falcon


Quizás Taussig tenga algún premio, puede ser nuncio en Irán, o Arzobispo de la Antártida Argentina. Donde vaya siempre ira consigo mismo, por demente que esté. No dejara de oír jamás las palabras con que Dios pregunta en Génesis 4: “Caín, Caín, ¿Qué has hecho de tu hermano?”.

No muestren los católicos fieles su aflicción, su dolor, su comprensible e indecible pena, porque estamos en guerra, por eso no es bueno darle esa satisfacción al enemigo.

El dolor en el alma, la serenidad en el rostro, la sonrisa en los labios.

Confiar en los Sacerdotes firmes, que no buscan arreglos ni componendas.

Los Seminaristas si quieren ser Sacerdotes de Cristo un día, alégrense, alégrense mucho, porque hoy pueden padecer por Cristo y por la Virgen Santísima.

En realidad, esta es una primera pero no tan grande batalla. Prepárense, si son soldados de Cristo, para mayores hechos. Lean repetidas veces la vida de Santos, recuerden que la Iglesia Católica se edificó sobre el sacrificio de los mártires.

Esta guerra espiritual necesita mentes frías, serenas, pero corazones ardientes.

La única alianza posible es con Nuestro Señor Jesucristo, con la Virgen Santísima, con quienes son fieles sin arreglos ni componendas.

Decía León Bloy: “La única tristeza es la de no ser Santos”.

Ni desaliento, ni angustia, ni pesimismo. Si el jefe es Jesucristo, si la capitana es la Virgen Santísima, “¿a quién temer?”


Sagrada Tradicion



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