Volvemos una y otra vez a Orwell. No hay escapatoria. 1984 nos asalta al salir de casa, al abrir las páginas del periódico, al ir al trabajo. Sí, cuando lo escribió tenía en mente los totalitarismos.
Por Jorge Soley
Pero con cada día que pasa parece ajustarse más y más a nuestro mundo. Es lo que percibe Michel Onfray en su libro Teoría de la dictadura, que se inspira en Orwell para analizar el presente.
No voy a detenerme en las opiniones de Onfray, algunas certeras, otras profundamente desorientadas, sino que quiero fijarme en las siete fases que encuentra en la obra de Orwell del camino hacia lo que Onfray califica como dictadura o estado de excepción, y que me parece más apropiado llamar totalitarismo de nuevo cuño, soft o incluso, con Jacob Talmon, totalitarismo democrático.
1ª fase: Destruir la libertad
Las libertades reales se restringen cada vez más (algo compatible con un grandilocuente discurso que proclama que estamos conquistando nuevas libertades con cada día que pasa). Los controles sociales crecen exponencialmente, todo (mensajes, presencia, movimientos, actividades…) es trazable y rastreable. Y por supuesto la libertad para pensar fuera de la ideología oficial se desvanece entre memorias históricas, delitos de odio y una lista interminable y siempre creciente de fobias.
2ª fase: Empobrecer la lengua
La lengua se convierte en herramienta de combate ideológico, en arma política. Se usa para cambiar mentalidades, para recordar continuamente los límites de lo establecido como políticamente correcto y que no se deben traspasar. Se crean listas de palabras y expresiones tabúes, se crean listas de palabras y expresiones correctas que deben seguir los medios de comunicación, las instituciones, las empresas… Y también se usa para camuflar la realidad, para ocultar sus aspectos más desagradables. Y sobre todo, se corrompe la lengua a base de estereotipos, un conformismo absoluto y la repetición martilleante de los eslóganes del día.
3ª fase: Abolir la verdad
No hay verdad, sino diferentes perspectivas… Pero que se preparen quienes disienten de esta nueva «verdad» oficial que sostiene que, bajo ningún concepto, existe la verdad. Y como todo son perspectivas, muy respetables todas ellas, todo es posible. Al final, en esta competición entre perspectivas se acaba imponiendo una, la del poder. Y lo hace con toda su fuerza.
4ª fase: Suprimir la historia
Reescribirla, cambiándola a diario si es necesario para poderla usar como arma ideológica. Con leyes y delitos que impongan la versión que le interesa al poder.
5ª fase: Negar la naturaleza
Consecuencia de la rebelión contra todo lo dado, emancipación de los límites que impone un Creador. Hay que deconstruirlo todo, porque como ya avisó Picasso, si no está en nuestras manos crear (por mucho que se intente, siempre partimos de una materia prima ya creada), al menos sí podemos destruir lo creado.
6ª fase: Propagar el odio
Quienes promueven el totalitarismo saben que el fomento del odio es una poderosísima herramienta movilizadora y no dudan en azuzarlo y dirigirlo con determinación sobre quienes osan disentir y cuestionar sus proyectos.
7ª fase: Aspirar al imperio
Un Imperio que englobe el orbe entero y que supere fronteras, naciones, tradiciones diversas, que las haga picadillo para abarcar a la humanidad entera.
Poco más hay que añadir. Juzguen ustedes si estas fases encajan en la deriva que vivimos en Occidente.
Archipiélago Ortodoxia
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