10 de junio de 2020
Santo Ángel Guardián de Portugal
Queridos:
Aprendí con gran disgusto que prácticamente ningún obispo consideró apropiado apoyar vuestra loable iniciativa de convocar el día de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús como un día de penitencia con un espíritu de expiación por las ofensas y sacrilegios que la administración de la Sagrada Comunión en la mano, según las modalidades impuestas por la autoridad civil y respaldadas por los pastores conllevan inevitablemente.
Estamos profundamente desconcertados al ver cuán celosamente se adaptan muchos pastores a las disposiciones sanitarias impartidas por la autoridad civil, y cuántas exenciones conocen su respeto por el Santísimo Sacramento y la adoración divina. La mera posibilidad de un posible contagio de Covid-19, admitido y no admitido que este virus es más grave que cualquier gripe estacional y que, como tal, merece mayor precaución de lo que normalmente se hace, no legitima la certeza en lo más mínimo del sacrilegio perpetrado contra la Sagrada Especie administrando la Sagrada Comunión con guantes y colocando la Sagrada Hostia en la mano del comunicante. Nada es más serio, nada más detestable, nada más abominable que saber que no son quienes adoran al diablo los responsables de estos sacrilegios, sino los ministros de Dios, e incluso los obispos, en quienes debe brillar la plenitud del Sumo Sacerdocio de Cristo.
En la oración más dolorosa de Getsemaní, Nuestro Señor también vio estas profanaciones, llevadas a cabo por aquellos a quienes confiaría la perpetuación de los sacramentos, fuente de las gracias inagotables que de ese Getsemaní, y luego supremamente en la Cruz, brotaron del costado del Salvador. Que su traición, como la del apóstol Simón, sea un estímulo para que multipliquemos penitencias y sacrificios, ayunos y oraciones, para que aquellos que el Señor se ha dignado para ascender a los grados del Sacerdocio puedan comprender la gravedad de su culpa y llorar con amargura y confesar, como San Pedro, "Tu es Christus, Filius Dei vivi".
Me uno de todo corazón a esta loable iniciativa vuestra, implorando las gracias que fluyen del divino Corazón de nuestro Señor y Redentor sobre todos los que participarán. Que la Bendición de la Santísima Trinidad descienda sobre todos ustedes por la intercesión y la mediación de la Nuestra Madre Inmaculada y Triste.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
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