viernes, 1 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LA MUJER DEBE USAR VELO EN LA IGLESIA?

Autollamados “católicos” esgrimen en contra del uso del velo que la mujer debe estar a la altura de la moda…

“Las mujeres en la Iglesia y muy especialmente cuando se acerquen a comulgar deben tener la cabeza velada y deben vestirse modestamente…” (Canon 1262 § 2, Código de Derecho Canónico)

Una de las costumbres y disposiciones eclesiásticas católicas romanas que está quedando en desuso y siendo considerada un arcaísmo y un supuesto ataque a la naturaleza de la mujer es el uso del velo en la Iglesia.

La Iglesia Católica durante más de 2000 años aceptó, propuso y estableció que la mujer debía cubrirse la cabeza con un velo en las ceremonias del Culto, como símbolo de sumisión, humildad y obediencia ante Dios.

En la Primera Carta a los Corintios (11:1-16), San Pablo sale al cruce de ciertos pensamientos y prácticas paganizantes de algunas mujeres de la ciudad griega de Corinto. Nuestro Santo Apóstol expresa: 




“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.

Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué.

Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.

Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.

Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado.

Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra.

Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón.

Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.

Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.

Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.

Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?

La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.

Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”



Por su parte, Tertuliano -uno de los Padres de la Iglesia- señalaba: “Te ruego, seas tú madre, o hermana, o hija virgen, cubre tu cabeza”

Fue hábito gozoso y norma eclesial que la mujer vista velo en la Iglesia sea en la última fase de la Edad Antigua como durante toda la Edad Media y hasta el Concilio Vaticano Segundo… pero la reforma litúrgica emprendida por los herejes protestantes eliminó el uso del velo y la modestia en el vestir de la mujer.

El Código de Derecho Canónico de 1917 establece en el Canon 1262, § 2 que:

“las mujeres en la Iglesia y muy especialmente cuando se acerquen a comulgar deben tener la cabeza velada y deben vestirse modestamente…” (En latín es: “Viri in ecclesia vel extra ecclesiam, dum sacris ritibus assistunt, nudo capite sint, nisi aliud ferant probati populorum mores aut peculiaria rerum adiuncta; mulieres autem, capite cooperto et modeste vestitae, maxime cum ad mensam Dominicam accedunt”)

En el Nuevo Misal Romano promulgado por Pablo VI no se explicitó la obligatoriedad de usar velo en la Iglesia y en el Código de Derecho Canónico de 1983 tampoco se mencionó el uso del velo ni su supresión, dejando a los clérigos y fieles actuar según su criterio (siendo éste en muchos casos ignorante y espantoso con frutos desastrosos)

Si la mujer siempre usó velo, ¿Por qué se ha revelado y no lo usan desde hace poco más de 40 años? Hay una respuesta quizás dura para muchos pero real: el hombre en una operatoria nunca antes vista ha tergiversado y ha querido convertir, la religión Católica en una pseudo religión del amor al hombre, independientemente de la Voluntad de Dios y la obediencia debida a Él.

Autollamados “católicos” esgrimen en contra del uso del velo que la mujer debe estar a la altura de la moda, pero los llamativos “cristianos” se olvidan que en la Santa Madre Iglesia no existen las modas porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y eternamente. (Hebreos XIII, 8) y que oponerse al uso del velo es ir contra la Sagrada Escritura, la Tradición y el Derecho Canónico.

El hecho de que más mujeres no vistan velo es el resultado de las ideas del igualitarismo pernicioso infiltrado en la Nueva Iglesia por determinadas entidades netamente anticatólicas, las cuales seducen a muchas mujeres aprovechándose de la rebeldía y necedad de ellas y de la desidia e irresponsabilidad de las personas que deben encauzar correctamente a las almas que les fueron confiadas.

Es artículo de Fe -y verdad histórica- que la Santa Iglesia Católica Romana fue fundada por Nuestro Señor Jesucristo, por lo tanto, en Ella y sus Tradiciones relacionadas a la sana Doctrina no hay nada que deba ser cambiado para agradar a los hombres, ya que somos nosotros quienes fuimos creados para amar y servir a Dios en esta vida y Él estableció su Iglesia para que nosotros transitemos por el mejor sendero y no para hacer de Ella un subproducto de nuestros pecados, subjetividades y caprichos.

¡Cuánto dolor debe estar sintiendo Nuestro Señor al ver que tantísimas mujeres no tienen gran respeto en la Casa de Dios!

¡Tengamos presente el pecado de Nuestros Primeros Padres Adán y Eva!

¡Mujer, sigamos el ejemplo de María Santísima porque Ella nunca se apareció ante los ojos de los hombres sin tener velo y entremos a la Iglesia con la cabeza cubierta, con el orgullo de ser sumisas, humildes y obedientes, sabiendo que honramos a Dios!

“Accipe vélamen sacrum, quo cognoscáris mundum contempsísse, et te Christo Jesu veráciter humilitérque, toto cordis annísu, sponsam perpetuáliter subdidísse, qui te ab omni malo deféndat, et ad vitam perdúcat aetérnam”

(Pontificale Romanum, De Benedictione et Consecratione Virginum)

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