Por David G. Bonagura, Jr.
Ellos afirman que separa a las personas obligándolas a tomar partido. Últimamente, quienes condenan las Cruzadas, la Inquisición y las guerras de religión europeas han agregado las afirmaciones de que los servicios religiosos son "inmorales" ante la amenaza del coronavirus y que los llamados a la oración distraen del verdadero trabajo para contener el virus.
A partir de estas acusaciones, antiguas y nuevas, la dictadura del relativismo concluye que la sociedad sería más pacífica y más unida sin religión y que las opiniones inspiradas religiosamente dividen a los ciudadanos entre sí.
Dadas las realidades de conflictos religiosos pasados y la amenaza actual de coronavirus, es justo considerar la pregunta: ¿Es la religión divisiva socialmente?
A partir de estas acusaciones, antiguas y nuevas, la dictadura del relativismo concluye que la sociedad sería más pacífica y más unida sin religión y que las opiniones inspiradas religiosamente dividen a los ciudadanos entre sí.
Dadas las realidades de conflictos religiosos pasados y la amenaza actual de coronavirus, es justo considerar la pregunta: ¿Es la religión divisiva socialmente?
Por supuesto, no será de ayuda, involucrar a la dictadura del relativismo, señalando que el cristianismo ha sido la mayor fuerza de unidad que el mundo haya visto jamás, reuniendo en armonía a todo tipo de pueblos que no tenían nada más en común. Para cada guerra religiosa, la historia puede encontrar una docena de ejemplos de cristianismo que une, no divide, sociedades enteras y pueblos dispares dentro de ellas. Y últimamente, muchos trabajadores y voluntarios desinteresados han estado trabajando para detener el coronavirus y ayudar a los enfermos, precisamente porque están motivados por su fe religiosa.
Tampoco ayudará debatir con la dictadura del relativismo que los principios morales del cristianismo: la obediencia al Decálogo, la adopción de las virtudes cardinales, la caridad hacia los demás, el fomento de la vida familiar y la educación, la administración del medio ambiente, son precisamente lo que cualquier sociedad en su sano juicio desearía, y necesitaría para florecer.
Ellos tampoco se sienten conmovidos por la verdad obvia de que las sociedades seculares han generado más conflictos que pacificación a lo largo de los siglos. La Revolución Francesa, el comunismo y el nacionalsocialismo son ideas seculares que pretenden unir a todos bajo una sola causa, pero en su lugar causaron un conflicto horrible, una división profunda y un derramamiento de sangre que no se acaba.
No, tenemos que responder la pregunta en su terreno, en medio de las minas plantadas contra nosotros.
Como predijo el profeta Isaías, Jesucristo es el "príncipe de la paz" que predicó, y luego mostró durante su pasión, que debemos "poner la otra mejilla" y "amar a tu prójimo como a ti mismo". Esa parece ser una fórmula para la paz cívica, si es que alguna vez hubo una.
Sin embargo, antes de morir, Jesús advirtió a los apóstoles: "Si fueran del mundo, el mundo los amaría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece". (Juan 15:19) El odio, una actitud prohibida en muchos sectores hoy, causa división, y Jesús claramente anticipó la animosidad que enfrentarían sus discípulos. De lo contrario, no habría rezado al Padre para que "sean uno, así como nosotros somos uno". (Juan 17:11)
Finalmente, el Señor, quien se definió a sí mismo como "manso y humilde de corazón", también hizo esta declaración deslumbrante:
"No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que se aferre a su propia vida, la perderá, y el que renuncie a su propia vida por mi causa, la encontrará". (Mateo 10: 34-38)
¿Está Jesús diciendo claramente que llegó a ser divisivo y que los que profesan su nombre también lo son?
La respuesta, bien entendida, es sí.
La paz de Jesús no es una tolerancia cívica fácil por la cual todos pretenden llevarse bien por miedo al castigo. Su paz, como explica San Juan Crisóstomo, es “cuando se elimina la enfermedad, cuando se corta el cáncer. Solo con una cirugía radical es posible que el cielo se reencuentre con la tierra”. Es decir, la paz que Jesús trae es la verdad, la única base para una unidad cívica justa. Solo la verdad tiene el auténtico poder de guiar a la sociedad porque elimina ideas peligrosas que pueden llevar a la gente a la ruina.
¿Debería el cristianismo ser expulsado de la sociedad, entonces, ya que, según la propia admisión de su fundador, divide a las personas?
El verdadero problema no es la religión, sino nosotros mismos que, con las mentes nubladas por el pecado (la verdadera causa de la división en nuestro mundo), no siempre podemos percibir claramente, o queremos percibir, la verdad. La verdadera unidad es la casa construida sobre la roca de la verdad, que se personifica en Jesucristo.
Conociendo nuestras debilidades, Cristo ha enviado al Espíritu Santo para guiar a Su Iglesia para que podamos hacer correctas sus enseñanzas. Las personas pueden percibir erróneamente la verdad, incluidas las personas dentro de la Iglesia, pero la Iglesia como entidad no fallará. Las guerras de religión no son causadas por la verdadera religión, sino por individuos que actúan incorrectamente en nombre de la religión.
Entonces respondemos a la dictadura del relativismo: no quieres división porque no quieres verdad. Y no quieres la verdad porque quieres establecer el mundo de acuerdo con tu capricho personal, que es la enfermedad que la verdad busca eliminar. El lema popular, articulado primero por el Papa Pablo VI, dice: "Si quieres la paz, trabaja por la justicia". Pero no puede haber justicia sin verdad de la que depende la justicia. Jesucristo, concluye el Papa, es nuestra paz.
El cristianismo es divisivo precisamente porque existe para sanar al mundo de una división aún más profunda: la separación de la sociedad de la verdad. La acusación de la dictadura del relativismo es precisamente al revés: una sociedad que rechaza el cristianismo es una casa dividida contra sí misma que no puede y eventualmente, no resistirá.
The Catholic Thing
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