13 de Marzo: San Eufrasia, virgen
(✞ 450)
La gloriosa virgen Santa Eufrasia, llamada también Eufrosina, nació en Constantinopla. Su padre era Antígono, senador, hombre muy virtuoso, de alto entendimiento y muy amado del emperador Teodosio el Menor; y su madre, una señora de alto linaje, rica y en todo igual a su esposo.
Murió Antígono, y quedando la hija sin padre, el emperador procuró que un caballero, senador principal, se desposase con la niña Eufrasia que en ese momento tenía solo cinco años. Se hizo el contrato y recibió las prendas, y se difirió la boda hasta que la niña tuviera edad. Más como al senador le pareciese largo el plazo, intentó casarse con la madre viuda que era buena moza, más ella, para que no pensasen que quería hacer negocio, se fue con su hija a Egipto donde tenía posesiones y haciendas.
Visitó la región de Tebaida con gran consuelo suyo, al ver los santos ermitaños que allí vivían, y luego paró en un monasterio de ciento treinta monjas, que servían al Señor con gran perfección.
La niña Eufrasia quiso quedarse allí en ese momento, cuando tenía siete años, pero la Abadesa le dijo que ninguna mujer podía quedarse en el monasterio que no se hubiese ofrecido a Jesucristo con voto perpetuo. Tras esas palabras, la santa niña se acercó a un crucifijo y abrazándose a él y besándolo, pronunció estas palabras:
- Yo me prometo a Jesucristo con voto perpetuo para Religiosa de este convento.
Dijo esto con gran resolución y espíritu del cielo, como se vio después por las obras de su vida admirable.
Comía una vez al día como las monjas, y su comida era pan y legumbres; su dormir era en el suelo sobre un cilicio ancho de un codo y tres de largo, andaba vestida con cilicio, barría la casa, sacaba agua del pozo, y para ejercitar la obediencia ciega trasladaba una buena cantidad de piedra de una parte a otra volviéndola luego al primer lugar, pasando a veces una semana entera sin probar bocado.
Más el demonio, viendo sus altos intentos, le hizo una cruda guerra, ya con tentaciones interiores, ya con asechanzas exteriores para lisiarla o matarla.
Un día que ella estaba sacando agua del pozo, el diablo la tomó y la echó con el cántaro que tenía, dentro del pozo, donde estuvo cabeza abajo hasta que las monjas acudieron y la sacaron, y ella sonriéndose dijo al maligno espíritu:
- ¡Viva Jesucristo! ¡no me vencerás!
Otro día la echó de un terrado abajo y teniéndola por muerta, ella se levantó sana y sin lesión alguna.
Otra vez estando en la cocina, al tiempo que más hervía la olla, la tomó el demonio y se la echó encima. Las Hermanas pensaron que estaría completamente quemada, pero ella dijo que no había más pena que si fuera agua fría.
Santa Eufrasia curó a un niño sordomudo y paralítico haciéndole la señal de la cruz, y finalmente, después de una vida llena de méritos y prodigios, entregó su alma al Creador a la edad de treinta años.
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