Ahora que está de moda entre la clerecía occidental condenar a los políticos que citan a la Virgen o blanden rosarios, la Rusia de Putin va a introducir en su Constitución una mención a Dios y a definir el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.
Para los viejos, como este que les escribe, es el mundo al revés: Rusia, que en nuestra infancia y adolescencia era el ‘reino de los sin Dios’, cita a Dios en su constitución mientras nuestro alto clero reprocha cualquier referencia a lo sagrado en un político, y previene en su ley fundamental futuras veleidades de aprobar el matrimonio homosexual, que es ya el estándar en todos los países de nuestro entorno.
Según ha revelado el presidente del Parlamento, Vyacheslav Volodin, en una de las enmiendas constitucionales se leerá: “La Federación Rusa, unida por una historia de mil años, preservando la memoria de los antepasados que nos transmitieron los ideales y la fe en Dios, así como la continuidad en el desarrollo del estado ruso, reconoce la unidad estatal históricamente establecida”.
También se incluirá una enmienda que especificará que el matrimonio es la unión de un hombre con una mujer. Esta idea ya la avanzó Vladimir Putin en declaraciones que indignaron a todo el progresismo de Occidente al asegurar que mientras él sea presidente, no habrá “progenitor 1” y “progenitor 2”, sino “papá y mamá”.
En la mención constitucional de Dios se le adelantó ya Viktor Orbán en Hungría, cuya Carta Magna dice en su prefacio: “Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola a la Europa cristiana”. Y Polonia celebró un acto oficial en el que se coronaba a Jesucristo como rey de Polonia.
Y uno no puede dejar de preguntarse si es necesario pasar la prueba de décadas bajo una tiranía atea para inmunizarse ante las miasmas de ese laicismo radical, de ese temor reverencial a reconocer siquiera que nuestra civilización se ha basado, queramos o no, en los valores emanados del cristianismo.
Hace unas semanas, el papa nos advertía del riesgo de no darnos cuenta de que ya no existe la Cristiandad, pero se ve que hay países, los mismos en los que se quiso extirpar la fe con una violencia desconocida desde los tiempos de Diocleciano, que no se dan por aludidos.
InfoVaticana
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