lunes, 13 de enero de 2020

EL MARXISMO SÓLO HA TRAÍDO TERROR Y MISERIA AL MUNDO

Javier Navascués entrevista a Álvaro Ginebreda, licenciado en Derecho y Filología clásica, quien analiza en profundidad las funestas consecuencias que ha tenido el marxismo en la historia.


¿Podría hablar de las principales condenas de la Iglesia al marxismo?

El escrito en el que la Iglesia realizó su condena más contundente fue la “Carta Encíclica Divini Redemptoris del Sumo Pontífice Pío XI sobre el comunismo ateo”. Su principal condena ha sido siempre la de su ateísmo sistemático. La Iglesia consideró que su doctrina política está fundamentada en un humanismo en el que la fe en Dios no sólo carece de sentido, sino que es criticada como un obstáculo para que el hombre llegue a su realización total, puesto que “la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia” (Gaudium et Spes, 20). De este modo, el error fundamental del marxismo según la Iglesia es considerar que la liberación del hombre se centra en cuestiones económicas y sociales.

Por otro lado, ha rechazado continuamente el odio que propagan entre los ciudadanos alterando la convivencia de la comunidad y los principios que atentan contra el derecho natural defendido tradicionalmente por la Iglesia, dado que “llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana”.

Pío XI

¿Cómo el marxismo ha traído muerte, destrucción y miseria?

Para ser justos, todas las calamidades de los sistemas comunistas han sido motivadas por el arbitrio de los políticos que dirigieron las diferentes insurrecciones y los que han ejercido el poder en estas dictaduras, de los cuales Marx y Engels, en parte, son responsables también por no completar su doctrina al respecto.

El marxismo es una doctrina de la acción y de lucha pensada para el proletariado: niega expresamente que sea un pensamiento inútil e ineficaz, una abstracción estéril. Marx, en cierto momento, quiso diferenciarse de los filósofos que “no han hecho sino interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, aplicando objetivamente una sociología científica.

En teoría tras una repentina y breve aparición del “Estado” (dictadura del proletariado) como instrumento se debía pasar de la victoria insurreccional del proletariado a la sociedad comunista autorregulada. El Estado mismo debía desaparecer y con él la violencia política dado que “el poder político es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra”, del cual carecería el comunismo final.

El problema es que no estipularon claramente una teoría del Estado ni sus medios de acción para aplicarla: no especificaron cuánto tiempo debía durar esta dictadura, si la debía ejercer un partido minoritario organizado del proletariado, un dirigente elegido o una junta popular, si esta dictadura no debía garantizar libertad alguna ni si debía ejercer con un poder arbitrario.

Al fin y al cabo, fueron los posteriores políticos marxistas los que tuvieron que idear las estrategias útiles para llegar al comunismo. En Rusia, por ejemplo, se optó por una insurrección violenta que conllevó la eliminación sistemática de toda la clase aristocrática (en Alemania abogaron por una lucha “legalista”), por medidas económicas precipitadas que generaron unos cuatro millones de muertos por hambruna en territorio ruso, por guerras en otros territorios para expandir la Revolución y por una política interior de exterminio sistemático de cuantos se opusieran a la voluntad del partido…


Cómo Lenin y Stalin han sembrado el terror en el mundo

Es un nuevo tipo de terror que no ha tenido parangón en la historia. Mientras que la Revolución Francesa tuvo cierto carácter romántico e irracional, la bolchevique fue fría y metódica. Marx había fundamentado una “toma de poder” por el proletariado y una transición durante la cual este tenía que ejercer una dictadura despótica para el aniquilamiento del Estado burgués, sin embargo, ni él ni Engels describieron bien el desarrollo de esta dictadura.

Lenin describió diferentes fases para llegar a la democracia real y total a través del régimen comunista, llegando a escribir que “los mártires y los héroes no son necesarios para la causa de la revolución: lo preciso es una una lógica y una mano de hierro”. La Revolución se entiende como un experimento científico sobre la sociedad en el que hay que aplicar unos principios abstractos, cuyas consecuencias prácticas (destrucción humana) han de resultar indiferentes a sus jefes , como si los hombres no existieran.

De este modo, la historia nos muestra cómo una masa fanática se dedicó a extirpar frenéticamente cualquier vestigio de las clases dominantes precedentes de forma estabilizada y prolongada en el tiempo, y abatir siniestramente cualquier alejamiento de la ortodoxia bolchevique, sin importar cuántas vidas se debían llevar por delante, tal como sucedió en Ucrania en el conocido Holodomor, en el que millones de personas murieron debido a una hambruna planificada políticamente para desmantelar a los campesinos.



Infiltración del marxismo en la Iglesia, nefastas consecuencias de la teología de la liberación

Aunque para cualquier católico resulte a priori del todo paradójico, ha habido muchos casos en que la metodología marxista ha conquistado el pensamiento de muchos creyentes. El principal nexo existente es que Marx denunció la cosificación del hombre y su deshumanización ejercidas por la sociedad capitalista, así como la explotación y la miseria del proletariado industrial, tal como hizo el Papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum, en la que también deploraba la opresión y esclavitud de los numerosísimos pobres por “la codicia de unos pocos”.

Desde finales del siglo XIX ha existido un “socialismo cristiano” que, centrándose en algunos fragmentos bíblicos, reduce el mensaje de Jesús a un igualitarismo social y material. Por esta razón, interpretan estos pasajes que hablan de los “pobres” como precursores de las teorías de Marx y del comunismo sobre el proletariado. Contrariamente a la encíclica papal, se centran en cuestiones de clase y aceptan ciertas lecturas marxistas, sin llegar a entender que la “pobreza” y la “riqueza” de que se trata en esos textos no deben ser entendidas en su aspecto material.

De este modo, han llegado a degradar la labor social cristiana propia de una espiritualidad transcendente hasta convertirla en una laica doctrina de la prosperidad y del “progreso” al modo puritano, sometiendo así el ideal cristiano a los principios mundanos y materialistas.


¿El marxismo totalitario sigue vigente en muchos países del mundo?

No, en la actualidad solamente en cinco países (China, Cuba, Laos, Vietnam y Corea del Norte) en la fase, teóricamente estipulada por Marx, como la socialista, la dictadura del proletariado. Sin embargo, la mayor parte se ha desviado de la ortodoxia marxista-leninista inicial al abrirse al capitalismo y convertirse en economías de mercado, como es el caso de China, una auténtica sociedad de consumo desde la apertura iniciada tras el desastre del gobierno de Mao que generó hambrunas ocasionando millones de muertes a principios de los años 60.

A pesar de las adaptaciones particulares de cada país al capitalismo, el partido único controla férreamente los medios, no existe libertad de prensa y la libertad religiosa sigue prohibida o está bastante restringida.


Como no ha podido llegar al poder en occidente ha mutado en marxismo cultural

Sí, es una la estrategia de la la Nueva Izquierda, que tanto debe a la Escuela de Frankfurt de raíces marxistas y a autores como Gramsci. Muchos marxistas, al ver el fracaso de la Revolución en Occidente, comenzaron a criticar el marxismo ortodoxo y a renunciar a la lucha de clases como metodología revolucionaria.

Para Marcuse, al centrarse en los aspectos materiales, el marxismo dejó de lado uno de los elementos más importantes dentro de cualquier proceso social y político: el deseo y la voluntad de las personas en un contexto individualista. La clave está en la dimensión psicológica del individuo (impulsiva y sentimental), para entender las motivaciones profundas del comportamiento humano, siendo mucho más poderoso que cualquier circunstancia material existente.


Para Gramsci, las personas estaban imbuidas por unos fundamentos culturales cristianos que había que extirpar por todos los medios en un «combate cultural”, llamado «marcha larga», ya que eran el mayor impedimento de la Revolución. Este camino debía dirigirse hacia todas las instituciones (universidades, escuelas, museos, iglesias, seminarios, periódicos y en hoy día también televisión, cine, etc.) desde donde se propagara un conjunto de ideas antitradicionales contra la familia, el rol natural del hombre y la mujer, la creencia en Dios, espiritualidad, la heterosexualidad


Influencia de estas perniciosas ideas en la sociedad

La influencia en la actualidad es nefasta: la opinión pública tiene un poder de censura sobre cualquier manifestación cultural contraria a su gusto. La Escuela de Frankfurt, siguiendo a Gramsci, estudió muy bien el efecto de los medios de comunicación en las sociedades y la influencia de la producción y distribución de los objetos culturales en la esfera social. Su conclusión fue que nuestras actitudes, opiniones y comportamientos comienzan a ser programadas socialmente mediante productos y elementos culturales como el cine, la música, la literatura

El resultado actual en una sociedad compulsivamente consumista de ocio como la nuestra, especialmente la juventud, es que se está llegando a cierta uniformización y homogeneidad en lo que respecta a los símbolos culturales presentes en ella. Cada vez existe menos tolerancia entre los jóvenes con la tradición y apenas hay lugar a la crítica, pues la tendencia es que todo el mundo debe pensar igual respecto a ciertos temas.


¿Cómo podemos combatir el marxismo?


La mayor parte de partidos políticos han acabado incluyendo ideas marxistas en sus programas, de modo que, viendo cómo los medios “guillotinan” a cualquier voz disidente, la lucha política no parece una vía fructífera.

Considero preferible centrarse en un contexto personal y a nuestro alcance. Todo combate comienza por conocer bien al adversario, discernir sus ideas, sus medios de difusión y su retórica. Actualmente, el marxismo no conforma un bloque homogéneo e inequívoco: cualquiera puede difundirlo, consciente o no. Su ideario, que ha sido la base de gran parte de la intelectualidad del siglo pasado se manifiesta en contextos ideológicos muy diferentes (liberales, conservadores…).


Caballero del Pilar



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