Ser "rico y famoso" no es tan buen negocio como se supone...
Por Gabriel Boragina ©
Puede decirse que la gran mayoría de las personas quieren ser conocidas por diferentes razones:
1. Los empresarios, vendedores y profesionales para captar clientes.
2. Los políticos para lo mismo, pero traducidos en votos.
3. Los empleados para conseguir empleo.
4. Los religiosos para tener a quienes predicar.
5. Los docentes a quienes enseñar.
6. Etc.
Es decir, que prácticamente todos queremos ser -más o menos- conocidos por muy disímiles razones cada uno.
Pero ¿existe gente que quiera ser conocida simplemente por el hecho de ser conocida, con independencia de lo que la gente opine de ella?
Muchas personas buscan protagonismo para hacerse ver. Es verdad. Pero siempre hay una finalidad detrás de esa búsqueda, aunque no aparezca explícita a primera vista, ni sea evidente por sí misma.
Y los famosos no siempre consiguen una excelente opinión de ellos por parte de la gente que los conoce.
La fama no es algo que otorgue la opinión pública de manera gratuita. Quien quiera ser famoso debe dar algo a cambio de su fama. Ni más ni menos que como todo en la vida.
La fama -cuando crece- genera casi en partes iguales tantos "amores" como "odios” a los famosos. No sólo se goza de fama como se suele decir, sino que también se sufre de ella.
Cuando la ecuación se desbalancea hacia el lado de los odios, la fama no es tan agradable y apetecible como suponen normalmente quienes la persiguen afanosamente.
Hitler fue un hombre "amado" por millones, lo que revela su ascenso y permanencia en el poder (de otra forma no podría ser explicado), sin embargo, ese "amor" y apoyo popular se fue transformando lentamente en odio a medida que su opresión y agresividad aumentaban. Es probable que cuando tuvo certeza de que había sido definitivamente derrotado no hubiera deseado llegar a ser tan famoso.
Otros tiranos y personajes sinestros tuvieron mejor suerte y salieron indemnes y famosos de la historia pese a sus masacres y miserias generadas (Stalin, Mao Tsé Tung, Perón, el Che Guevara, Fidel Castro, Chávez, etc.). Para sus enemigos fueron famosos por sus crímenes, para sus partidarios por sus "ideales". Para cuál de los dos bandos fueron más famosos es imposible saberlo.
Existe la creencia de que todo el mundo quiere que los demás tengan una alta opinión de ellos. Este deseo es bastante difícil de plasmar en la práctica, por no decir imposible. A veces, hasta en la propia familia hay severas desavenencias como ya advertía Jesús durante su paso terrenal por este mundo.
Pero hay otras personas para las cuales la fama está por encima de cualquier otra cosa, inclusive de sus afectos personales. Posiblemente porque se cree que la fama trae dinero con independencia del amor o del odio que se tenga por el famoso. Sin embargo, parece que aquello de que la fama trae por si misma fortuna no siempre es así si se piensa en casos como -por ejemplo- el de la Madre Teresa de Calcuta, que pese a su fama era pobre. O el ejemplo mismo de Nuestro Señor Jesucristo, a quien su fama no sólo no le reportó riqueza (que nunca la buscó) sino que le llevó a la cruz.
Algunos opinan que la fama se procura porque se considera que otorga poder al que la ostenta. Un poder que no siempre se traduce en algo monetario. Para tener poder hay primero que ser conocido. Hablamos naturalmente de poder sobre los demás, porque para tener poder sobre sí mismo basta con conocerse a uno mismo, por supuesto.
Algunos anhelan el poder para ser famosos, invirtiendo la ecuación, porque para tener poder primero uno tiene que ser conocido, y cuanto más conocido más famoso, y a mayor fama mayor poder (para bien o para mal). Poder que incluye el ser "amado" u "odiado".
Y aunque deliberadamente se busque el poder para ser famoso ese no el orden en que se lo genera, sino que primero viene la fama y después el poder. ¿Poder para qué? El poder puede quererse con diferentes finalidades. Por ejemplo, para tener dinero ¿y para qué sirve el dinero?, básicamente para comprar bienes o servicios. No olvidando que la fama no depende del que la ambiciona, sino del que la concede. No hay famoso sin alguien que lo afame. Y afamar a quien no merece ser afamado es un gravísimo error, pero muy común en nuestro tiempo. Muchos de los famosos de hoy no merecen la fama que se les otorga.
Sin embargo, esto no siempre funciona así. Muchos poderosos se esconden detrás de testaferros creando la ilusión que el poder está en estos últimos y no en quienes los contratan. Y los primeros pagan para hacer "famosos" a sus substitutos, en tanto ellos permanecen en el anonimato y conservan todo su poder. Así, muchos supuestos "ricos y famosos" sólo son famosos, y no verdaderamente "ricos". Simplemente "otros" (los verdaderos ricos) han pagado la publicidad suficiente para hacerlos pasar por ricos en lugar de ellos.
Esto no siempre tiene fines delictivos, sino que a veces se hace con fines preventivos, para no ser víctima de delitos. La riqueza ajena no sólo atrae a gente decente, sino también a delincuentes de todo tipo. Y una manera eficaz de protegerse de estos últimos es simulando que la riqueza no pertenece a su auténtico dueño, sino a un tercero que -en realidad- tiene su patrimonio en cero.
Cierta vez conocí a un hombre muy acaudalado que poseía una flotilla de los mejores coches últimos modelos de las marcas más costosas. Pero, en sus movimientos diarios usaba un desvencijado automóvil usado, muy antiguo y en mal estado, sólo para evitar llamar la atención de los ladrones y que intentaran robarle los mejores y más caros. Ningún "amigo de lo ajeno" repararía en alguien conduciendo un cascajo de cuatro ruedas.
Así también, hay ricos que esconden sus riquezas poniéndolas a nombre de personas de escasos recursos, o de sociedades que -en los papeles- son gerenciadas por indigentes.
Porque la riqueza cuando se divulga trae fama, y atrae a todo tipo de personas, tanto honestas como no. Y la riqueza genera para el rico dos tipos de reclamos por parte de la sociedad: uno, que se la done a los pobres, y otro de parte de los ladrones, que quieren tomarla para sí, por el fraude o por la fuerza (igual como hace el gobierno cuando cobra impuestos). Por lo que ser "rico y famoso" no es tan buen negocio como se supone. Algunos valoran más ser ricos anónimos. Otros ser famosos, aunque no ricos.
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