Monseñor Héctor Aguer, Arzobispo Emérito de La Plata y Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas destacó que tendría “que hacerse circular en la sociedad lo que significa de hecho el amor al otro que tiene como base el respeto a otro”
“Los medios de comunicación nos informan diariamente, no sólo en las noticias policiales sino también en otras secciones del periódico o en las redes, acerca del clima de violencia que se vive en la sociedad. Más concretamente podemos hablar de los delitos por ejemplo.
Todo el tiempo hay robos, crímenes, asesinatos, entraderas y las cosas más terribles y a mí lo que me impresiona es que muchos de los protagonistas son muy jóvenes, gente de veinte o veinte y pico de años y aún adolescentes, y aun banditas de niños que salen a romper autos o entran a los negocios o lo que fuere. Todo esto muestra que hay un clima de exasperación en la sociedad argentina.
El caso de los menores me parece que tiene que ver con la destrucción de la familia o la inexistencia de la familia, con las faltas de la educación. Vemos gente que no ha recibido una educación, quiero decir una educación verdaderamente humana no sólo en el aspecto académico o de la instrucción.
Y creo que eso se nota también en la vida cotidiana. Por ejemplo, en el tránsito, donde también ocurren crímenes y vemos todo el tiempo gritos, exasperaciones, pareciera que todo el mundo está con los pelos de punta. Y ese trasfondo de violencia me parece que tiene que ver, si uno lo mira con ojos cristianos, con esto otro: sólo importa uno mismo, no importa el otro, no importa el de al lado, en definitiva, no importa el prójimo.
Nosotros decimos solemnemente que hay que amar al prójimo pero ese amor al prójimo tiene un aspecto muy elemental, si se quiere, que es el respeto, es otro yo. Por eso me parece que podríamos ejercer algún influjo, podríamos tratar de que este clima de exasperación pueda calmarse. Nosotros, digo, con nuestro ejemplo y no solamente con palabras sino fundamentalmente, con ejemplos. Tendríamos que hacer circular en la sociedad lo que significa de hecho el amor al otro que tiene como base el respeto al otro.
La libertad no es ilimitada. Nuestra libertad tiene como límite los derechos de los demás y no sólo los derechos sino la existencia de los demás, el despliegue de la vida de los demás. Esta es una cosa que tendríamos que examinar en lo concreto de la vida cotidiana en un barrio, en una familia, a ver si no nos dejamos llevar todos por esa especie de nerviosismo terrible que no se sabe a dónde va a ir a parar.
Lo de los delitos que he mencionado es el colmo, digamos así, pero me parece que hay algo más elemental, más cotidiano, porque pareciera que todo el mundo está exasperado. Espero que esto no sea una ocurrencia o una ilusión mía que me surge siguiendo las noticias, lo que uno ve en los diarios, en los noticieros de televisión, en las redes y demás.
También podemos argumentar que las noticias siempre exponen lo malo, lo patético, lo dramático y no se dicen las cosas buenas que hay.
Ya sé que hay mucha gente buena, que hay mucha gente que no se deja arrebatar por esto pero tengo la impresión de que este tono de exasperación y de violencia es algo que se nota demasiado y si se nota demasiado es porque existe y es porque ha adquirido un grado de intensidad en el cual no se puede vivir sensatamente, sanamente y, mucho menos, cristianamente. Hasta la próxima”.
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