¿Martin Luther King convertido en una especie de Harvey Weinstein, un cómplie de un depredador sexual en los tiempos del #MeToo? Desde hace décadas se saben estas cosas sobre Martin Luther King, pero se prefieren ignorar.
Por Jorge Soley
Nos llegan ecos de la polémica en los Estados Unidos a propósito de Martin Luther King, el líder pro derechos civiles en cuya memoria hay incluso un día festivo (instituido por el republicano Ronald Reagan en 1983). Esta vez los ataques no provienen de ningún nostálgico de los tiempos de la segregación, sino de David Garrow, ganador del premio Pulitzer en 1989 con una biografía sobre el propio King.
Garrow ha seguido investigando desde entonces y ha tenido acceso a algunos documentos del FBI que se han podido desclasificar recientemente. En ellos, los agentes, que habían pinchado teléfonos y puesto micrófonos en las habitaciones de Martin Luther King, informan sobre prostitutas, orgías, borracheras y comentarios sobre las mujeres que hoy en día te llevarían, como mínimo, al ostracismo social. Peor aún, hay información sobre un suceso en un hotel de Washington en el que un amigo de King habría violado a una mujer ante los propios ojos de King, quien se habría limitado a mirar, entre risas, y aún a dar consejos sobre el modo de proceder. ¿Martin Luther King convertido en una especie de Harvey Weinstein, un cómplie de un depredador sexual en los tiempos del #MeToo? Desde luego, la cuestión es explosiva.
Tan explosiva que Garrow ha tenido que publicar su artículo en la revista británica Standpoint: ninguna publicación estadounidense de las contactadas por Garrow (entre ellas el New York Times) ha osado publicarlo. Un síntoma muy evidente del modo en que funciona la maquinaria de fabricación de consensos hoy en día.
La polémica se ha centrado, en primer lugar, en la fiabilidad de las fuentes. ¿Podrían ser las notas del FBI calumnias para desprestigiar a King? No es imposible en el caso concreto de la violación reportada, pero lo que está fuera de toda duda es que el comportamiento sexual de King no fue el que se espera de un pastor baptista.
De hecho, es algo bien sabido y publicado (aunque se suele preferir mirar hacia otro lado): el sucesor de King a la cabeza de la Southern Christian Leadership Conference, Ralph Abernathy, describió con detalle las numerosas infidelidades de King en su autobiografía. Incluso yo mismo, cuando publiqué mi libro “La historia de los Estados Unidos como jamás te la habían contado”, tras explicar la visita de King a Madrid, en la que quiso ir a una corrida de toros en Las Ventas y comprar unas flamenquitas como souvenir para la familia, me hacía eco de la opinión de Jackie Kennedy acerca del Dr. King: “Es un hombre terrible, es como una plaga sexual”, habría manifestado la primera dama norteamericana.
O sea, que desde hace décadas se saben estas cosas… pero se prefieren ignorar. Y aquí llegamos al siguiente argumento en la polémica, por el que algunos critican la publicación de este tipo de informaciones porque no debería empañarse la imagen de “un gran luchador por los derechos humanos”. Sucede algo similar con Nelson Mandela: hablar sobre sus acciones violentas es tabú, una afrenta a sus grandes logros (como si el hecho de haber cometido graves errores quitara méritos a sus actuaciones posteriores, cuando en mi opinión es justamente lo contrario).
Pareciera que nuestro mundo necesita “santos” laicos, con sus festividades y hagiografías. Pero al contrario de los santos cristianos, los laicos no pueden tener sombras en su pasado. En el marco cristiano el pecador puede ser perdonado (de hecho, hasta el justo más justo peca 70 veces 7), pero el santo laico no puede haber pecado nunca, porque en la cosmovisión secularista el mundo se divide en buenos y malos, todos puros, y quien pertenece a un campo no puede pertenecer al otro. La mancha que supone formar parte de los malos es imborrable y te acompaña siempre.
Es lo que comentaba no hace mucho en mi post Una sociedad sin perdón: “Nuestras sociedades no perdonan nunca, no olvidan nunca y tus errores, o tus crímenes, van a perseguirte hasta tu último aliento… Hemos quitado a Dios de nuestras sociedades creyendo que así nos liberaríamos de no sé cuántas cadenas y vamos a descubrir que lo que queda, cuando se expulsa la fe, es el antiguo mundo de la imposibilidad de redención, de la venganza, del destino inexorable y de las masas inmisericordes. Un auténtico infierno”.
Un cristiano puede reconocer el gran bien que se logró gracias al compromiso y trabajo de Martin Luther King al mismo tiempo que asume su fragilidad humana, sus infidelidades, su comportamiento sexual depredador. Nos puede entristecer, pero sabemos que somos así, capaces de hacer el bien pero, al mismo tiempo, pecadores incapaces de nada sin la ayuda de Dios.
Pero al progre la realidad se le atraganta, incapaz de encajarla en sus esquemas ideológicos. Por eso prefiere ignorar lo que se sale de su rígido marco mental y no duda en atacar agresivamente a quien osa recordarle que la realidad es más compleja.
Actuall
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