Al mismo tiempo, alrededor de 1900, los científicos descubrieron los “productos petroquímicos” y la capacidad de crear todo tipo de productos químicos a partir del petróleo. Por ejemplo, el primer plástico, llamado baquelita, se fabricó a partir del petróleo en 1907. Los científicos descubrieron varias vitaminas y supusieron que muchas drogas farmacéuticas podrían obtenerse del petróleo.
Rockefeller vio a esta como una maravillosa oportunidad de monopolizar las industrias de petróleo, de la química y de la medicina al mismo tiempo.
Lo mejor de los productos petroquímicos era que todo podía patentarse y venderse con altos beneficios.
Pero hubo un problema con el plan de Rockefeller para la industria médica: las medicinas naturales / herbales eran muy populares en Estados Unidos en ese momento. Casi la mitad de los médicos y colegios de medicina de los EE.UU. practicaban la medicina holística, utilizando el conocimiento de Europa y los nativos americanos.
Rockefeller tuvo que encontrar la manera de deshacerse de su mayor competencia. Así que usó la clásica fórmula de la dialéctica hegeliana: “solución-problema-reacción”. Es decir, creó un problema para asustar a la gente, y luego ofreció una solución previamente planificada.
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Rockefeller se dirigió a su amigo Andrew Carnegie, otro plutócrata que ganó su dinero al monopolizar la industria del acero, quien ideó un plan. Desde la prestigiosa Fundación Carnegie, enviaron a un hombre llamado Abraham Flexner para que viajara por todo el país e informara sobre el estado de todos los hospitales y los colegios médicos.
Esto llevó a la redacción del Informe Flexner, que dio origen a la medicina moderna tal como la conocemos, a través del cual se hablaba de la necesidad de modernizar y centralizar las instituciones médicas. Sobre la base de este informe, más de la mitad de todas las universidades de medicina fueron cerradas muy pronto.
Para ayudar con la transición y cambiar las mentes de otros médicos y científicos, Rockefeller donó más de $100 millones a colegios y hospitales y fundó un grupo de líderes filantrópicos llamado “Junta General de Educación” (GEB).
En muy poco tiempo, todas las facultades de medicina se modernizaron y homogeneizaron. Todos los estudiantes estaban aprendiendo lo mismo, y la medicina consistía en usar medicamentos patentados.
Los científicos recibieron subvenciones enormes para estudiar cómo las plantas curaban las enfermedades, pero su objetivo era identificar primero qué sustancias químicas en la planta eran efectivas y luego recrear una sustancia química similar, pero no idéntica, en el laboratorio que pudiera ser patentada.
“Denle una pastilla al enfermo” se convirtió en el mantra de la medicina moderna.
Así que ahora, 100 años después, estamos produciendo médicos que no saben nada sobre los beneficios de la nutrición o las hierbas o cualquier práctica holística. En cambio, tenemos toda una sociedad que está esclavizada a las corporaciones y que todavía las asocian a la idea de bienestar.
Los Estados Unidos gasta el 15% de su PIB en atención médica, pero no se enfoca en la cura, sino en los síntomas, creando así clientes recurrentes. No existe cura industrial para el cáncer, la diabetes, el autismo, el asma o incluso la gripe.
Después de todo, ¿para qué querrían los Rockefeller producir curas reales, si ellos forman parte de un sistema fundado por oligarcas y plutócratas internacionales, y no por médicos?
En cuanto al cáncer, la Sociedad Americana del Cáncer fue fundada por nada menos que Rockefeller en 1913.
Mente Alternativa
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