Autosexual, sección “bienestar”
En un lugar donde el norte se situara donde señala la brújula y el sur, en el sentido opuesto, esto hubiera aparecido (si es que a algún insensato le hubiera dado por proponerlo al jefe de sección) en sucesos. Pero hoy, en España, el hecho de que se publique en un periódico nacional se considera una muestra del “progreso” de nuestra sociedad.
El interés mediático y político no ya por el sexo, sino por sus formas más extravagantes, la obsesión por el uso que hacemos de nuestro sexo, o el empeño en conseguir que los niños estén más pendientes de su sexo que de jugar, no responde en absoluto a ningún “progreso”, ni a que con ello se estén defendiendo supuestos “derechos civiles”.
Y no responde a que los redactores de los medios “progresistas” y los partidos mayoritarios, tanto de izquierdas como de derechas, estén obsesionados con el sexo.
Se trata de una actividad política. Pura y dura política. Y su finalidad es muy simple: que el Estado logre hacerse el dueño de tu cama. En el momento en que eso suceda, su poder sobre ti ya no tendrá límites.
“[El sexo] es tan importante que desborda la influencia política, y al mismo tiempo necesita de ella, de su injerencia, para evitar la reproducción de prejuicios, conductas y perpetuación de roles instaurados y recibidos como únicos”.
El sexo como herramienta política en manos del poder, con la cobertura del respeto a “la diversidad”:
“En el pensamiento criminal de creer que hay una ideología de género por explicarle a los niños (también niñas trans, y niños trans) que lo que ven por la calle no es lo normal —porque también hay chicas que se enamoran de chicas y chicos de chicos, aunque no los vea de la mano ni besándose por las calles de sus pueblos y sus ciudades, está el trasfondo no sólo de la negación sino del exotismo: que la diversidad lo siga siendo a condición de que se pueda señalar, ya sea para sugerir su cura o para aislarla como desperfecto biológico, manteniéndose fuera del alcance de los niños. Cuando lo que hay que mantener lejos de ellos es una ideología de odio muy concreta”. (Fuera del alcance de los niños)
A base de oficializar comportamientos privados a cuál más minoritario, o más raro, o más retorcido (y permíteme decirlo: a cuál más idiota), se intenta normalizar lo anormal (¡oh, dioses del igualitarismo!, ¡ha escrito “anormal”!).
“[La autosexualidad es] la capacidad de tener una relación romántica y sexual con nuestra persona.
Igual que los heterosexuales se sienten atraídos por personas de otro sexo y los homosexuales por personas del mismo sexo, los autosexuales se sienten atraídos por sí mismos”.
Identificado y “beatificado” el comportamiento anormal, se convoca a los sacerdotes del culto al sexo estatalizado para que vistan a la mona de la seda políticamente correcta: la “diversidad”. Señoras, señores, que pasen los sexólogos:
“Es fácil confundir el narcisismo con esta orientación, pero tiene algunas diferencias fundamentales, sobre todo porque el trastorno de la personalidad narcisista necesita público.
A raíz de sentirse enamorada de una misma, el momento de la masturbación es el momento de encuentro íntimo con una misma bajo este sentimiento de amor.” (Ni hetero ni homosexual: soy autosexual y estoy enamorada de mí misma)
No te engañes, no son solo charlatanes, los sexólogos son los encargados de meterse bajo las sábanas con el patrocinio del Estado, que previamente les ha otorgado acreditación pública.
Son sexólogos charlatanes que viven de adjetivar con términos buenistas unas pautas de conducta que requerirían tratamiento y no exaltación mediática. No se puede servir mejor al Estado genitalizado que se va conformando en las sociedades occidentales.
Del autosexual al poliamoroso
¿Más? En este asunto hay de todo y en abundancia. Por ejemplo, la llegada del “poliamor”. Algo tan tan viejo como la poligamia, pero ahora extendido a los homosexuales y con derecho a pensión.
¡Cómo no, además de herramienta política, el sexo organizado por el poder también tiene su vertiente económica!
Consiste la cosa en que “eran una pareja gay pero decidieron ampliar ‘la familia’ y ser tres. Se ‘casaron’ y ahora que uno ha muerto los dos viudos han pedido sendas pensiones y un juez les ha dicho sí”. ¡Otra ronda, señoría!
Dicen los “viudos” que no es el dinero lo que les mueve, sino la causa:
“No lo necesitamos pero estábamos hablando de la dignificación de Álex, del reconocimiento de la familia”. (Los primeros viudos con pensión del poliamor)
La pedrea de la diversidad poliamorosa se les ha puesto a los “viudos” que no querían dinero en 6.300 euros y una pensión mensual de 110 euros a cada uno, que traducido a la moneda local y al coste de la vida en Colombia ignoro hasta dónde alcanza.
Bueno, pues ya tenemos otra, la “democracia poliamorosa”.
Y por esta vía, se ordena a los ciudadanos lo que deben pensar y lo que deben votar:
“Algo que debió ocurrir hace tiempo y que sin duda ocurrirá. EEUU ha tenido 45 presidentes varones. Ya toca una presidenta en la Casa Blanca”. (Ya toca una presidenta en la Casa Blanca)
Hay que votar en función del “género”, no de la ejecutoria pasada, ni de los programas, ni de las ideas que cada candidato defiende, ni de sus valores, ni de su trayectoria política y personal. No importan otras consideraciones, tan solo lo que cada cual lleva entre las piernas.
La democracia genital
Cada vez más, en las sociedades democráticas se da la paradoja: cuanto más presumen de democracia e igualdad, más se aplaude el autoritarismo. Y así, vivimos sumergidos en el culto al autoritarismo de género, que es la forma más aplaudida de autoritarismo:
“Los varones deben reclamar a la empresa que quieren pasar más tiempo con sus hijos”. (“El presentismo del hombre ha empeorado la brecha salarial con la mujer”)
Deben, tienen que, ya toca…
Es como la ola de calor, hay que estar preparados para hacerle frente cuando llegue y hay que combatirla a fondo cuando ha llegado. Solo así podremos hacer mejor a nuestro país a pesar de los 40 grados y de los adjetivadores de democracia en el poder.
¡Si Dios quiere!
“[El sexo] es tan importante que desborda la influencia política, y al mismo tiempo necesita de ella, de su injerencia, para evitar la reproducción de prejuicios, conductas y perpetuación de roles instaurados y recibidos como únicos”.
El sexo como herramienta política en manos del poder, con la cobertura del respeto a “la diversidad”:
“En el pensamiento criminal de creer que hay una ideología de género por explicarle a los niños (también niñas trans, y niños trans) que lo que ven por la calle no es lo normal —porque también hay chicas que se enamoran de chicas y chicos de chicos, aunque no los vea de la mano ni besándose por las calles de sus pueblos y sus ciudades, está el trasfondo no sólo de la negación sino del exotismo: que la diversidad lo siga siendo a condición de que se pueda señalar, ya sea para sugerir su cura o para aislarla como desperfecto biológico, manteniéndose fuera del alcance de los niños. Cuando lo que hay que mantener lejos de ellos es una ideología de odio muy concreta”. (Fuera del alcance de los niños)
A base de oficializar comportamientos privados a cuál más minoritario, o más raro, o más retorcido (y permíteme decirlo: a cuál más idiota), se intenta normalizar lo anormal (¡oh, dioses del igualitarismo!, ¡ha escrito “anormal”!).
“[La autosexualidad es] la capacidad de tener una relación romántica y sexual con nuestra persona.
Igual que los heterosexuales se sienten atraídos por personas de otro sexo y los homosexuales por personas del mismo sexo, los autosexuales se sienten atraídos por sí mismos”.
Identificado y “beatificado” el comportamiento anormal, se convoca a los sacerdotes del culto al sexo estatalizado para que vistan a la mona de la seda políticamente correcta: la “diversidad”. Señoras, señores, que pasen los sexólogos:
“Es fácil confundir el narcisismo con esta orientación, pero tiene algunas diferencias fundamentales, sobre todo porque el trastorno de la personalidad narcisista necesita público.
A raíz de sentirse enamorada de una misma, el momento de la masturbación es el momento de encuentro íntimo con una misma bajo este sentimiento de amor.” (Ni hetero ni homosexual: soy autosexual y estoy enamorada de mí misma)
No te engañes, no son solo charlatanes, los sexólogos son los encargados de meterse bajo las sábanas con el patrocinio del Estado, que previamente les ha otorgado acreditación pública.
Son sexólogos charlatanes que viven de adjetivar con términos buenistas unas pautas de conducta que requerirían tratamiento y no exaltación mediática. No se puede servir mejor al Estado genitalizado que se va conformando en las sociedades occidentales.
Del autosexual al poliamoroso
¿Más? En este asunto hay de todo y en abundancia. Por ejemplo, la llegada del “poliamor”. Algo tan tan viejo como la poligamia, pero ahora extendido a los homosexuales y con derecho a pensión.
¡Cómo no, además de herramienta política, el sexo organizado por el poder también tiene su vertiente económica!
Consiste la cosa en que “eran una pareja gay pero decidieron ampliar ‘la familia’ y ser tres. Se ‘casaron’ y ahora que uno ha muerto los dos viudos han pedido sendas pensiones y un juez les ha dicho sí”. ¡Otra ronda, señoría!
Dicen los “viudos” que no es el dinero lo que les mueve, sino la causa:
“No lo necesitamos pero estábamos hablando de la dignificación de Álex, del reconocimiento de la familia”. (Los primeros viudos con pensión del poliamor)
La pedrea de la diversidad poliamorosa se les ha puesto a los “viudos” que no querían dinero en 6.300 euros y una pensión mensual de 110 euros a cada uno, que traducido a la moneda local y al coste de la vida en Colombia ignoro hasta dónde alcanza.
Bueno, pues ya tenemos otra, la “democracia poliamorosa”.
Y por esta vía, se ordena a los ciudadanos lo que deben pensar y lo que deben votar:
“Algo que debió ocurrir hace tiempo y que sin duda ocurrirá. EEUU ha tenido 45 presidentes varones. Ya toca una presidenta en la Casa Blanca”. (Ya toca una presidenta en la Casa Blanca)
Hay que votar en función del “género”, no de la ejecutoria pasada, ni de los programas, ni de las ideas que cada candidato defiende, ni de sus valores, ni de su trayectoria política y personal. No importan otras consideraciones, tan solo lo que cada cual lleva entre las piernas.
La democracia genital
Cada vez más, en las sociedades democráticas se da la paradoja: cuanto más presumen de democracia e igualdad, más se aplaude el autoritarismo. Y así, vivimos sumergidos en el culto al autoritarismo de género, que es la forma más aplaudida de autoritarismo:
“Los varones deben reclamar a la empresa que quieren pasar más tiempo con sus hijos”. (“El presentismo del hombre ha empeorado la brecha salarial con la mujer”)
Deben, tienen que, ya toca…
Es como la ola de calor, hay que estar preparados para hacerle frente cuando llegue y hay que combatirla a fondo cuando ha llegado. Solo así podremos hacer mejor a nuestro país a pesar de los 40 grados y de los adjetivadores de democracia en el poder.
¡Si Dios quiere!
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