Rezar “cara a cara” con Dios, “presentándole todo”, tener el coraje de seguir adelante, con la certeza de que Jesús, desde el cielo, intercede por nosotros. La oración de intercesión es uno de los modos de ésta, hecha con caridad y ayuno, para prepararse para la Pascua. Fue el tema central abordado por el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana, en la Casa Santa Marta, donde participó, de forma privada, el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella.
Justamente, la Primera lectura de la liturgia de hoy alude a la oración de intercesión que Moisés presenta a Dios por el pueblo. A causa del becerro de oro, Dios le dice: “Ahora, deja que mi ira se encienda sobre ellos y los devore”. Moisés le suplica a Dios que no lo haga y habla a Dios “como un maestro habla al discípulo”. Trata de persuadir a Dios, con dulzura pero también con firmeza, para que abandone su propósito de castigarlos. Y le recuerda al Señor –hace memoria- las promesas hechas a Abraham, Isaac, Israel, de hacer que su descendencia sea como las estrellas del cielo. Es como si él dijese: “Pero Señor, no puedes hacer un mal papel, si tú has hecho todo esto”.
En la misma lectura, el Señor le dice a Moisés: “En cambio, yo haré surgir de ti una gran nación”. Pero Moisés intercede por el pueblo, o es con el pueblo o nada. El papa resaltó que en la Biblia, hay numerosos pasajes de intercesión. Otro ejemplo puede verse cuando el Señor le dice a Abraham que quiere destruir Sodoma. Y Abraham, cuyo sobrino vivía allí, quiere salvarla, entonces le pide al Señor: si hubiese 30 justos, luego 20, luego 10. Y el Señor le responde diciendo que en atención a ellos no la destruiría. Al final, la única familia justa era la de su sobrino.
Bergoglio luego recordó que hay otros modos de interceder que nos propone la Biblia, como es el caso de Ana, la madre de Samuel, que “en silencio, balbucea en voz baja, mueve los labios, y está allí, rezando, rezando, balbuceando al Señor, delante suyo, al punto que el sacerdote que estaba allí y la veía de cerca, pensó que estaría ebria”. Ana estaba rezando para tener un hijo. “La angustia de una mujer que intercede delante de Dios. En el Evangelio también hay una mujer valiente que no se vale de la persuasión, no usa el regateo y tampoco la insistencia silenciosa”. Es la cananea que pide por la curación de su hija, que vive atormentada por un demonio. Primero, Jesús le dice que él ha sido enviado solamente para el pueblo de Israel: no es bueno tomar el pan de los hijos para arrojarlo a los perrillos. Pero ella no se deja intimidar e insiste, diciendo a Jesús que los cachorrillos también comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Esta mujer, que no se “amedrenta”, obtiene lo que desea.
En la Biblia hay muchos ejemplos de oración de intercesión y “se precisa coraje para rezar así”. En la oración hay que tener “esa parresía”, ese coraje de hablar con Dios, cara a cara. “A veces, cuando vemos cómo lucha esta gente con Dios para obtener algo, uno piensa que lo hacen aplicando mano férrea con Dios, y que hacen esto para llegar a lo que quieren”. Lo hacen porque tienen fe y porque el Señor puede “conceder la gracia”. Se necesita tener mucho coraje para rezar así. Y nosotros muchas veces somos tibios. Hay quien nos dice: ‘Reza porque tengo este problemas, aquél otro…’. Y yo digo ‘Sí, sí’. Entonces digo dos “Padre Nuestro”, dos “Ave María”, y me olvido del tema. No, la oración hecha como un loro no funciona. La verdadera oración es esta: con el Señor. Y cuando yo deba interceder, debo hacerlo así, con valentía. La gente tiene una expresión popular que para mí dice mucho, cuando quiere llegar a algo: ‘Pongo todo de mí’. En la oración de intercesión, vale lo mismo: ‘Pongo todo de mí’. La valentía de seguir adelante. Sin embargo, quizás puede surgir la duda: ‘Si yo hago así, ¿cómo sé si el Señor me escucha? Tenemos una seguridad: Jesús. Él es el gran intercesor”.
Y Jesús, ascendido al Cielo, está delante del Padre e intercede por nosotros, tal como había prometido a Pedro, antes de la Pasión, cuando le dijo que rezaría para que su fe no decayera: “Esa intercesión de Jesús: Jesús ora por nosotros en este momento. Y cuando yo rezo, tanto con persuasión como con regateo y tanto tartamudeando como discutiendo con el Señor, es Él quien toma mi oración y la presenta al Padre. Y Jesús no necesita hablar delante del Padre: le muestra las heridas. El Padre ve las heridas y concede la gracia. Cuando nosotros recemos, pensemos que lo hacemos con Jesús. Cuando hagamos la oración de intercesión valiente, así, hagámosla con Jesús: Jesús es nuestro coraje, Jesús es nuestra seguridad, que en este momento intercede por nosotros”.
“Que el Señor nos dé la gracia de ir por este camino – concluyó el papa -, de aprender a interceder. Y cuando alguien nos pida rezar, no hacerlo con dos oracioncitas –nada- ; no, hacerlo en serio, en presencia de Jesús, con Jesús, que intercede por todos nosotros delante del Padre”.
Asia News
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