Por Gabriel Boragina ©
Comenta el historiador en otra parte de su obra [1] refiriéndose a la labor de los profetas que, para ellos:
"La meta ha de ser la justicia social. Los hombres deben cesar de buscar la riqueza como el propósito principal de la vida: «¡Ay de los que añaden una casa a otra, y agregan un campo a otro campo, hasta que no queda más lugar! Han de ser obligados a vivir solos en medio de la tierra.» Dios no tolerará la opresión de los débiles, «"porque aplastasteis a mi pueblo y machacasteis el rostro de los pobres", dice el Señor, el Eterno de los ejércitos»." [2]
Como vimos en una cita anterior, esas casas y campos eran fruto de la expropiación a campesinos endeudados. Este párrafo indica a las claras que la riqueza en tiempos bíblicos y neotestamentarios se debía a la explotación de los pobres, cosa que continuó sucediendo hasta la aparición del capitalismo en el siglo XVIII. Resulta manifiesto que las condenas de Nuestro Señor Jesucristo se dirigen a esa forma o manera de hacerse ricos, y no contra la riqueza en sí misma. Dado que en aquel tiempo no se conocía otra forma de enriquecerse que, a través de una economía de suma cero, es que se refiere exclusivamente a ella como la "riqueza" lisa y llana. Hay una crítica (en cierto sentido) a un sistema económico imperante. Cristo no acepta que la riqueza surja en base a ningún tipo de explotación a los pobres. Existe mucha evidencia histórica que la pobreza del pasado era causada por los altos impuestos que todos estaban obligados a pagar, sea en dinero o en especie, lo que incluía la entrega de esclavos (que superaban en número a sus amos) al fisco. La cantidad de esclavos que se poseían era un índice de riqueza y seguramente también estarían sujetos a impuestos.
"Esdras había establecido una altiva distinción entre el «pueblo del Exilio», los bnei ba-golá, temerosos de Dios y virtuosos, y los am ba-arets, que apenas eran judíos, pues a su juicio en muchos casos habían nacido de matrimonios impropios. Esdras no tuvo escrúpulos en castigarlos severamente 53 y después, como la mayoría eran analfabetos y desconocían la Ley, habían sido tratados como ciudadanos de segunda clase o los habían expulsado directamente. Habrían sido los primeros en beneficiarse si los rigoristas hubiesen perdido y se hubiese racionalizado la Ley. Pero ¿cómo podían los reformadores, que eran esencialmente un partido de los acomodados y los funcionarios, apelar al pueblo común pasando por encima de los rigoristas? Y sobre todo, ¿cómo podían abrigar la esperanza de hacerlo con éxito cuando se los identificaba con los altos impuestos, que infligían mayores sufrimientos precisamente a los pobres? Estos interrogantes carecían de respuesta, y por lo tanto se perdió la oportunidad de instalar el universalismo sobre una base popular." [3]
El párrafo describe la rivalidad entre dos grupos judíos (rigoristas y reformadores), pero para nuestro tema lo que interesa es que los impuestos eran altos y por eso el pueblo común era pobre, lo que es lo mismo a decir que en esos tiempos la mayoría era muy pobre frente a una minoría muy rica que incluía a "un partido de los acomodados y los funcionarios". Se refiere a la nobleza y la clase sacerdotal que era el estrato alto de entonces. En tanto los pobres eran los campesinos y artesanos, que equivaldrían a lo que hoy se llamaría la clase productiva. Estos eran los que sostenían a la nobleza y el clero mediante fuertes tributos. Nuestro Señor Jesucristo atacó pues este tipo de riqueza en poder de la clase sacerdotal (acomodados y funcionarios), única manera de hacerse rico en aquellos tiempos.
Un dato significativo que demuestra -a mi modo de ver- que El Señor Jesucristo no condena la riqueza ni a los ricos por ser tales, es que en su tiempo los publicanos eran hombres tan ricos como despreciados. No obstante, Cristo fue su amigo, al punto tal que, uno de ellos (Mateo) fue llamado por El para ser su discípulo. Mateo, como publicano, seguramente fue un hombre rico como sus pares, pero su riqueza no fue obstáculo para que Dios lo eligiera como discípulo suyo, llegando a ser más que eso como apóstol.
Otro caso de un publicano cuya riqueza si se menciona en el texto sagrado es el de Zaqueo, quien también fue elegido por el Señor para ser huésped de su casa. Zaqueo deja entender que antes de conocer a Cristo no procedió de forma honesta, al declarar públicamente frente al Salvador que daría la mitad de todos sus bienes a los pobres, y que si hubiera defraudado a alguno se lo devolvería cuadruplicado. Esto da una idea bastante exacta de la fortuna habida por Zaqueo, lo que no impidió al Señor decirle que se había salvado él y toda su casa. Zaqueo estaba -de algún modo- admitiendo que su fortuna era mal habida. Y reconoció que este era el tipo de riqueza que el Señor condenaba, por ello en su conversión quiso liberarse de ella.
Se podría decir que Mateo fue admitido como discípulo porque dejó todo y siguió a Cristo. Pero esta aparente objeción cede cuando se advierte que a Zaqueo, Cristo no le pidió que deje nada y -no obstante- declaró que se había salvado sin necesidad de entregar todos sus bienes a los pobres. Bastó simplemente que Zaqueo (por su propia iniciativa) declarara al Señor que devolvería lo defraudado y la mitad de sus bienes a los pobres:
Luc 19:8 Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado.
Fue su actitud lo que salvó a Zaqueo, y no el dinero que estaba dispuesto a ceder, porque el Señor declaró que ya estaba salvo aun cuando a ese momento Zaqueo todavía no había procedido a devolver ni un céntimo.
[1] Articulo relacionado
[2] Paul Johnson, La historia de los judíos. Ediciones B, S. A., 2010 para el sello Zeta Bolsillo. Pág. 117
[4] Johnson, P. La historia…ibidem. Pág. 155
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