lunes, 11 de marzo de 2019

BERGOGLIO HUMILLA A NUESTRA MADRE, LA SANTA IGLESIA CATÓLICA

La técnica es antigua: el criminal acusa a los inocentes para crear la impresión de que todos tienen la culpa. "En esto, acusan a la Iglesia de algo por lo que su propia conciencia les reprocha", como advirtió San Pío X sobre los modernistas en Pascendi.

En una reunión con el clero de Roma en la Basílica de Letrán el día 7 de marzo, el obispo de la ciudad, Francisco, tuvo la temeridad de decir esto mientras hablaba sobre la crisis de abuso, de la que seguramente él es un protagonista:

“Nos está salvando de la hipocresía, de la espiritualidad de las apariencias. Él está soplando su Espíritu para devolverle la belleza a su Novia, sorprendida en flagrante adulterio” (“Ci sta salvando dall'ipocrisia, dalla spiritualità delle apparenze. Egli sta soffiando il suo Spirito per ridare bellezza alla sua Sposa, sorpresa in flagrante adulterio”)

No, la Iglesia no es ni puede compararse con la infidelidad de las personas elegidas en el Antiguo Testamento, cuya infidelidad justificaba incluso una orden de “divorcio” (cf. Jeremías, cap. 3). Ella está impecable y sin arrugas, como explicó San Pablo a los efesios:

“Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. Y después de bañarla en el agua y la palabra para purificarla, la hizo Santa, pues quería darse a sí mismo una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga, ni nada parecido, sino Santa e Inmaculada. Así deben también amar los maridos a sus esposas como aman a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, se ama a sí mismo. Y nadie aborrece su cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida. Y eso es justamente lo que hace Cristo por la Iglesia: porque nosotros somos parte de su cuerpo. La Escritura dice: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán dos en una sola carne. Este es un gran sacramento; pues lo refiero a Cristo y a la iglesia”. (Efesios 5: 25 - 32)

La Iglesia Única, Santa, Católica y Apostólica, nuestra Santa Madre Iglesia, está impecable, sin arrugas y sin mancha. Ella es Santa, Inmaculada, absolutamente intacta en su pureza lavada por la Sangre del Cordero por la infidelidad de los laicos y del clero, en particular de los descuidados papas de las últimas décadas, quienes dejaron que la jerarquía fuera arrasada por una volcánica ola de inmoralidad y libertinaje.

¡Ella permanece impecable! Aquellos que la difaman acusándola de adulterio cuando ellos mismos son los adúlteros, que Nuestro Señor Jesucristo, el Esposo, que la llama "mi hermana, mi amor, mi paloma, mi Sin Mancha", 
¡los castigue por su horrible difamación!






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